Un dato en particular llevó alivio al gobierno nacional aunque parezca contradictorio con la expresión de algunas sensaciones. Fue la evolución del Estimador Mensual de Actividad Económica, que brinda una aproximación de lo que ocurre con la economía en su conjunto. Los números para septiembre mostraron una suba de 0,5 por ciento con respecto a agosto de 2025 y de cinco por ciento contra septiembre de 2024. Nada de la “recesión técnica” que se esperaba confirmar.
El cálculo toma quince sectores y de ellos sólo dos cayeron en la comparación interanual: Administración Pública (0,7 por ciento) e Industria Manufacturera (uno por ciento). Los otros trece crecieron, aunque con grandes diferencias. Para mostrar extremos, Pesca 58,2 por ciento e Intermediación Financiera 39,7 por ciento; Servicios Sociales y de Salud, 0,7 por ciento, Electricidad, Gas y Agua 0,6 por ciento. Las diferencias entre tales porcentajes y el total se deben al disímil peso de cada sector.
Entonces, ¿por qué las premoniciones negativas? Habría varias explicaciones, no necesariamente contradictorias. Por ejemplo, la atención a malas noticias; en general, las buenas nuevas venden poco. Otra, que como los meses anteriores a las elecciones fueron de bastante inestabilidad no parecía extraña una baja en el EMAE. Una más, que el dato corresponde a septiembre, hay un rezago. Está también la posibilidad de que el Indec mienta, pero debe descartarse. Hace mucho que las diversas organizaciones que también relevan variables económicas mostrarían cifras contradictorias con las oficiales y no ocurre. Es más, si hubiera una fuerte sospecha al respecto las autoridades del organismo serían llamadas al Congreso y nadie propone seriamente algo así. Ni siquiera durante la campaña electoral, temporada propicia para cualquier acusación, se insinuó eso.
Sin embargo, un detalle hizo dudar. Parte de la previsión de caída se debió a que los datos para agosto mostraban dirección de baja y sin embargo al informarse septiembre se corrigieron los del pasado trimestre y esa tendencia desapareció. Pero cuidado. Eso es habitual en muchas series, sobre todo las construidas por combinación de datos. Cada novedad presenta no sólo lo último sino que también incorpora información demorada en llegar a la fecha de presentación anterior.
En particular, septiembre mostró una variación relevante en Intermediación Financiera que hizo más notorias las correcciones del pasado; su crecimiento fue inusualmente alto comparado con meses anteriores debido a las operaciones de cobertura ante las elecciones, entre ellas un fuerte aumento de los depósitos en dólares. Es decir, a la buena cifra del EMAE hay que tomarla con pinzas.
Más con las inquietudes. La industria manufacturera suele ser considerada referencia de la salud de la economía en parte por prejuicio (infundados rechazos al agro y los servicios) en parte porque las Pymes industriales están entre las firmas potencialmente más dinámicas, o al menos de mayor alcance para una dinámica de recuperación del empleo. Por eso este agrupamiento y sus partes son objeto de atención y como nadie festeja cuando crece pero todos se quejan cuando se achican la imagen es desproporcionadamente mala. Pero no es sólo que Industria Manufacturera cayó sino que dentro de ella hay realidades muy diferentes. Por ejemplo, según la Came la producción industrial de las Pymes cayó 5,2 por ciento interanual en septiembre aunque el uso de capacidad productiva instalada se mantuvo como en agosto cerca del 60 por ciento. El 9 de diciembre se publicará el informe del Indec sobre la industria manufacturera y allí podrán analizarse detalles.
Ahora bien, un punto clave en la situación de la industria es la necesidad de ajuste a la estabilidad. Sí, a varios las importaciones o la astringencia monetaria les complican mucho la tarea y cada actividad tiene particularidades que las afectan en más o en menos. Pero hay algo de fondo y es el cambio en el tipo de negocio. No importa lo que uno haga, explícitamente o no en épocas de inflación el negocio es financiero mientras que en las de estabilidad es la productividad.
Mal que mal, recordando una entrevista al economista Fernando Marengo, con un Estado intervencionista se pueden conseguir dólares baratos directa o indirectamente, por ejemplo a través de la autorización de importar a dólar oficial en vez de libre, mejor si se puede pagar con un crédito a tasa real negativa, típica cuando la manera de enfrentar la inflación que los mismos gobiernos impulsan es poner tasas nominales por debajo del ritmo del IPC creyendo que así ayudan a la economía, para, tras usar esos insumos o bienes de capital vender a precio final inflado. Si en vez de comprar bienes se obtienen dólares pagaderos con crédito subsidiado la apuesta es a la devaluación que inevitablemente llegará. Mientras tanto, muchas empresas son casi excusas para operar entre tasas, divisas e importaciones y por supuesto la economía no crece porque no se ahorra ni se invierte.
Con estabilidad el eje cambia hacia la calidad y los costos de producción, el manejo de los recursos humanos y la comercialización, pero eso requiere capital gerencial adecuado, flexibilidad contractual en bienes y mano de obra, ausencia de regulaciones inútiles, crédito accesible e impuestos razonables en estructura y peso.
De esas condiciones hay avances en algunas y trabas en otras, de lo que el gobierno nacional tiene sólo parte de la responsabilidad. Por ejemplo, el intendente de La Matanza pidió que la Nación reduzca impuestos. ¿Para qué? Cuando se hizo, la provincia y los municipios de Buenos Aires aprovecharon para subir los suyos. Además, es necesario bajar gastos pero quienes piden menores cargas se oponen a los recortes. Es incoherente. Provincias, municipios y Congreso deben poner lo suyo.
Está claro que la economía no es floreciente, pero la acción de gobierno requiere seriedad. Lo mismo vale para el tratamiento de los datos. Los números sin explicaciones no sirven para tener una adecuada imagen del fenómeno, las sensaciones solas no son la mejor guía para evaluar o proponer medidas.