Durante décadas, nuestras familias contaron con la figura cercana del médico clínico que conocía la historia de cada paciente, que acudía al hogar cuando la salud se quebraba, y que era un verdadero sostén humano y profesional. Hoy, en cambio, aun teniendo cardiólogos, neumólogos, cirujanos y especialistas de excelencia, muchos de nosotros nos encontramos totalmente desamparados en el momento más crítico: cuando necesitamos que un médico se acerque al domicilio o al sanatorio donde su paciente está internado y vulnerable. La negativa sistemática a realizar visitas, la ausencia de seguimiento presencial, y la idea -cada vez más instalada- de que “no se hacen domicilios” nos deja en una situación de vacío asistencial que contradice la esencia misma de la medicina. ¿Cómo puede ser que contemos con múltiples especialistas, pero que, a la hora de la urgencia humana, no tengamos a nadie? ¿Cómo es posible que en plena necesidad, lo único que encontremos sea una cadena de excusas administrativas, derivaciones o la imposibilidad absoluta de acceder a una valoración clínica directa? No se trata de señalar culpables individuales, sino de llamar la atención sobre un sistema que ha perdido un valor fundamental: el encuentro humano entre médico y paciente. La tecnología, los protocolos y las especializaciones no pueden reemplazar la presencia, la escucha ni la mirada clínica que solo se obtiene cuando el profesional se acerca al paciente real, en su contexto real. Mi intención al escribir estas líneas es abrir un debate necesario: ¿qué modelo de atención estamos construyendo? ¿Qué clase de salud podemos garantizar si, al momento de la fragilidad, el paciente queda solo, sin un referente médico que lo acompañe y lo evalúe presencialmente? ¿Cómo podemos seguir naturalizando esta ausencia? Confío en que este medio, atento siempre a las problemáticas sociales, sabrá dar voz a esta preocupación que comparten muchísimas familias tucumanas. Tal vez sea momento de volver a mirar la medicina desde su raíz más noble: el acto humano de cuidar.

Liliana Asfoura                                 

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