El Seven Joaquín Quintana vuelve a reunir hoy a cientos de jugadores, entrenadores y familias en el predio de Liceo Rugby Club, en San Pablo. Mañana, a las 10, está previsto el kick off del primer partido y la jornada se extenderá hasta alrededor de las 18, con acción simultánea en tres canchas. “Arrancamos a las 10 en punto y calculamos que a las 18 horas ya vamos a estar terminando”, anticipa Hugo Quintana, creador y organizador del torneo. La expectativa es alta: el evento se consolidó como uno de los más concurridos del rugby tucumano y como un símbolo de memoria, comunidad y valores.

Esta es la novena edición del Seven, el primero de los tres torneos del circuito de la Unión de Rugby de Tucumán -completado por el Seven del Jockey el 22 de noviembre y el de Aguará Guazú, el 29-. Este año, a diferencia de otras oportunidades, no habrá sumatoria de puntos entre las etapas. “Nuestro eslogan dice ‘un torneo con historia y valor’. Historia por los años que llevamos, y valor por la causa por la que lo hacemos, que va más allá de lo deportivo”, remarca Quintana.

El Seven se juega en dos categorías muy particulares. La primera, llamada “competencia”, reúne al perfil clásico del rugby seven: jugadores rápidos, con alta movilidad, manejo y despliegue. La segunda es la categoría “borregos”, integrada exclusivamente por forwards. “Es única. En el país no hay un torneo que combine estas dos categorías al mismo tiempo”, explica Quintana. 

Para esta edición se espera contar con 12 equipos en “competencia” y entre 6 y 9 en “borregos”. La confirmación final depende de los calendarios de las uniones vecinas, que aún tienen fechas pendientes. “Estamos casi completos, hoy es un día clave para cerrar la grilla. Años anteriores todo terminaba en octubre, pero este año varias uniones siguen jugando y eso complica la disponibilidad”, detalla Hugo. Aun así, el marco será similar al de los mejores años: el Seven ya alcanzó un récord histórico de 28 equipos en su sexta edición y suele promediar entre 20 y 21 participantes, lo que lo convierte -según Quintana- en “el más convocante” del circuito.

El origen

La historia del Seven está anclada a la del propio Liceo Rugby Club. En 2016, un grupo de jugadores y dirigentes decidió independizarse del Círculo de Cadetes para formar un club autónomo. Recién comenzaban ese proyecto cuando, el 10 de agosto de ese año, ocurrió un hecho que marcó a toda la comunidad liceísta: la muerte de Joaquín Quintana, de 13 años, tras sufrir un episodio de arritmia causada por un síndrome de QT largo. Joaquín era hijo de Hugo y había vuelto a entrenar en Liceo apenas el club comenzó su nueva etapa.

“Fue un golpe muy duro, no solo para nosotros, sino para todo el rugby. Tuvimos un acompañamiento enorme de todos los clubes”, recuerda Hugo. En esos días de dolor, el capitán del plantel superior lo llamó para hacerle una propuesta inesperada: organizar un torneo que llevara el nombre de Joaquín. “Me dijeron que querían devolverme el trabajo que venía haciendo y homenajear a mi hijo. Lo tomé como un acto de amor, un gesto que nos unió aún más”, explica.

UN HOMENAJE. El club plantó un arbolito para recordar a Joaquín Quintana.

Así nació, apenas meses después, el primer Seven Joaquín Quintana, con apenas seis equipos -cinco de ellos pertenecientes al rugby de desarrollo-. La semilla fue pequeña, pero la respuesta del ambiente impulsó su crecimiento inmediato. El mensaje que Hugo comenzó a transmitir desde esa primera edición, vinculado a la donación de órganos, pronto se convirtió en el corazón del torneo. Joaquín había salvado seis vidas mediante la donación pediátrica y permitido que dos personas recuperaran la vista con la donación de sus córneas.

“Desde ese primer día yo hablé del legado de Joaquín, de la importancia de decidir donar. Era algo mucho más grande que un torneo”, señala Quintana. Esa convicción ayudó a que el Seven creciera de manera exponencial: llegaron clubes de primera, equipos de otras provincias y, desde el año pasado, los seleccionados de Tucumán y Salta, que lo utilizan como preparación para el Seven de la República. Fue la propia comunidad rugbística la que bautizó el evento como “el Seven del corazón”.

Un mensaje que se convirtió en fundación

El impacto del torneo llevó a la creación de la Fundación Joaquín Quintana, presidida por Hugo, con el objetivo de llevar el mensaje mucho más allá del rugby. Quintana incluso fue orador TEDx, donde contó su recorrido para convertir el dolor en una acción de amor. “Nos dimos cuenta de que esto trascendía al club. No era solo un evento deportivo, era una forma de hablar de vida y de decisiones que pueden cambiar el destino de otros”, explica.

Esta edición marca un nuevo paso: el Seven se organiza de manera conjunta entre Liceo RC y la fundación. El club se encarga de lo deportivo; la fundación, de la logística, los sponsors y la puesta en escena. El formato competitivo, además, entrega copas de oro, plata y bronce en cada categoría, lo que mantiene a los equipos activos hasta los últimos minutos del día.

Un cierre que emociona

La jornada concluirá, como cada año, con la tradicional “Rasca”, un enorme grito colectivo heredado de la cultura liceísta. Allí se mezclan jugadores de primera, de desarrollo, árbitros, dirigentes y público en un abrazo común. “Esa Rasca se hace por Joaquín, es el momento donde todos nos unimos. Es muy especial para nosotros”, cuenta Hugo.

El predio, ubicado en San Pablo, tendrá además música, carpas, puestos de comida y espacio amplio para el público. “Es un lugar precioso y de acceso fácil. La idea es que la gente venga, disfrute y vea un rugby de muy buena categoría”, invita Quintana.

Hoy, desde las 10, el Seven vuelve a latir. Late por Joaquín, por su legado y por una comunidad que encontró en el rugby una forma de transformar el dolor en memoria viva.