El domingo de comicios terminó con una mezcla de sensaciones, que abarcaban desde la sorpresa hasta la euforia y la depresión, que estuvo  marcada por la calma. Al día siguiente el país despertó sin las emergencias que habían sido pronosticadas, que en gran parte se explicaron por el resultado de la votación. El mismo mercado recibió de modo positivo la novedad y no se registraron los sacudones a los que hemos estado acostumbrados; antes bien la tendencia fue a la baja del dólar y al esperado descenso del riesgo país. Todo lo cual ha sido analizado por los expertos y no sólo ha dado mucho material para el comentario, sino que debería ser estudiado a fondo por las implicancias que tiene para nuestro devenir como sociedad.

Los analistas hablaron de peronismo y de antiperonismo, así como del incremento del mileísmo y la caída de otras fuerzas políticas; también han analizado el llamado “voto económico” que en esta ocasión también ha vinculado el ajuste como parte ineludible de la necesidad de cambio, y en ese sentido han pesado la estabilidad económica, la baja de la inflación y el dólar barato, más allá de las críticas que se puedan hacer y de la relatividad de estos guarismos.

Inciden en esto el hartazgo de buena parte de la sociedad con los resultados de los últimos gobiernos -kirchneristas y de Macri- que no pudieron dominar el potro desbocado de la economía y que se expresa en una realidad de debilidad política e inestabilidad económica, que explica que la sociedad en cada elección esté atenta a las reacciones de los mercados según quién gane o pierda en las votaciones. Debilidad que no se debería permitir. Una mirada hacia un cambio en el futuro tendría que prever que la estabilidad económica tendría que ser independiente de los avatares políticos. Se ha mencionado, en este sentido, la diferencia con gobiernos como el de Perú, que ha tenido crisis políticas profundas con cambios de presidentes mientras el sistema económico se mantuvo inalterable.

Aunque no han sido comicios de renovación de gobierno, estas elecciones han definido situaciones y han permitido aliviar una tensión que había llegado a niveles extremos, alentada por la grieta política que sacude a los argentinos en los últimos tiempos. Ahora se vienen nuevos desafíos, muchos de los cuales van a desatar previsibles tormentas, como la reforma laboral, y se presume que habrá cambios o diferentes estrategias frente a asuntos que generan mucha preocupación, como las jubilaciones, la financiación universitaria o las pensiones pro discapacidad. Al mismo tiempo, se expresan intenciones de diálogo y búsqueda de consensos para sacar al país adelante, tal como, se presume, va a ocurrir ahora que hay reunión entre el Presidente y los gobernadores.

Todo forma parte de los debates necesarios, que tendrían que abarcar la coyuntura, siempre difícil y dominante, y también la mirada hacia el país del futuro, que necesariamente tiene que enfrentar los problemas estructurales que siempre han trabado los cambios, así como las modificaciones que se han hecho sin pensar demasiado en las consecuencias. Ardua tarea, que se debe encarar apenas comienzan los momentos de calma.