Por Carlos Cámpora

PARA LA GACETA - BUENOS AIRES

Este 17 de octubre se cumplieron 80 años del momento inaugural del peronismo, por lo cual nos parece oportuno recordar cómo la literatura argentina en numerosas obras ha abordado a Eva Perón. Ese interés por tratar su figura está ampliamente justificado por los novelescos aspectos que tuvo su corta existencia, los cuales son bastante conocidos. Posiblemente menos lo son los igualmente novelescos sucedidos después de fallecer: su cuerpo fue embalsamado y emplazado en la CGT; en 1955 se lo secuestró de allí en una operación comandada por el coronel Moori Koenig; este terminó llevándolo a su propia oficina del Servicio de Inteligencia del Estado, incurriendo al parecer en prácticas necrofílicas; las autoridades llevaron el cuerpo de Eva al exterior; lo enterraron en un cementerio en Italia bajo un nombre falso; finalmente, su cuerpo fue desenterrado y entregado en 1971 a Perón.

Por cuestiones de espacio, aquí realizaremos solo un breve recorrido por algunos clásicos textos relativos a diferentes momentos de su existencia, incluyendo a su cuerpo una vez fallecida. Así, en cuanto a Eva estando viva, cabe nombrar a la novela La pasión según Eva (1994), de Abel Posse, que puede verse como una narración coral sobre Eva, que es a la vez un “collage” de relatos de diversas personas reales de las cuales el autor ha ido recogiendo sus testimonios.

Dado que la gran mayoría de los textos abordan a Eva ya fallecida, tomaremos dos momentos distintos de ella “post mortem”. Uno es su velatorio, sobre el cual mencionaremos dos narraciones. Una de ellas es “La señora muerta”, de David Viñas, cuento incluido en Las malas costumbres (1963). La acción se ubica durante el extenso velatorio de Eva Perón, en el cual miles de personas hicieron fila para verla. En esa fila se hallan los dos personajes principales, un hombre de apellido Moure y una mujer de la cual no se dice su nombre. La narración gira en torno a lo que pasa entre ellos, representando cada uno dos actitudes contrapuestas ante la muerte de Eva.

La otra es el cuento “El simulacro”, de Jorge Luis Borges, incluido en El hacedor (1960). En él se cuenta que en julio de 1952 un hombre enlutado monta en un pequeño pueblo del Chaco una especie de reproducción del velatorio. Esa escena le sirve al narrador para interpretar que en sí mismo todo el peronismo fue una especie de “simulacro”, o como se dice allí “una crasa mitología”.

El otro momento “post mortem” son las peripecias sufridas por el cuerpo embalsamado de Eva una vez sustraído, pudiéndose mencionar otras dos narraciones. Una de ellas es el cuento “Esa mujer”, de Rodolfo Walsh, incluido en Los oficios terrestres (1965). En él básicamente se desarrolla un diálogo entre un coronel (supuestamente Moori Koenig) y un periodista (que aludiría al propio Walsh). El diálogo gira sobre el secuestro y ocultamiento del cuerpo de Eva, pero sin hacerlo de manera clara, moviéndose el relato en lo implícito. Nunca se nombra a Eva, aunque se entiende que “Esa mujer” es ella.

La otra es la novela Santa Evita (1995), de Tomás Eloy Martínez. Dada su extensión, se aborda en forma minuciosa y explícita numerosos episodios de lo sucedido con el cuerpo de Eva. La obra está presentada como un texto de investigación periodística donde el que investiga es el narrador y el carácter aparentemente irreal de hechos sucedidos contribuye a que sea muy difícil desentrañar en la novela qué es lo acontecido en verdad y qué es pura invención del autor.

Como señalamos, aquí solo hemos querido recordar algunas de las narraciones más difundidas sobre Eva. Por supuesto, hay muchas más, pues su novelesca vida y las aún más novelescas peripecias sufridas “post mortem” han tentado a numerosos escritores a brindar sus perspectivas sobre ella.

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Carlos Cámpora - Licenciado en Letras (UBA), doctor en Ciencias Sociales (UBA).

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