Por Carlos Duguech

Para LA GACETA - TUCUMÁN

En algunos lugares todavía circula ese tradicional “instrumento de crédito” emitido por el almacenero. Por lo general, en los típicos almacenes de ramos generales, la libreta significaba un vínculo de confianza entre el cliente y el almacenero. De confianza mutua, verdaderamente. Nació en épocas durante las cuales todavía no se habían emitido las primeras tarjetas bancarias de crédito.  Y era necesario, se colige, que los almaceneros en  general, como proveedores del vecindario, debían darle solución a un esquema de relación vendedor-cliente tal que fuera efectivo, seguro y de fácil implementación. Resulta necesario puntualizar que la primera tarjeta de crédito moderna fue la de Diners Club (1950 en EE.UU.) No podría precisarse la fecha de la creación de esta “tarjeta” singular que, seguramente, venía a suplantar anotaciones inseguras y tediosas, tanto para el que compra “al fiado” (porque de eso se trata) como para el que vende.

La “Libreta”

Por lo  general de tapas negras de hule de un tamaño aproximado de 10x15cm.,“fácil de llevar en los bolsillos de un saco del caballero o en la cartera de la dama”. Esta licencia de utilizar los recursos del lenguaje asertivo del vendedor ambulante en ómnibus y trenes, facilita la comprensión. Era, en su humildad material la libreta, el símbolo de la relación de singular confiabilidad entre el almacenero y el cliente, por lo general vecinos de un barrio popular.

El uso, por demás sencillo, reflejaba la muy clara y simple relación entre el acreedor y el deudor del crédito. Hay que agregar que la libreta era, además, un instrumento de crédito utilizable en cualquier etapa del mes en curso. La fecha de pago, que no se establecía expresamente, coincidía con la de percepción de los sueldos mensuales de los clientes. Todo en armonía, esa musical palabra que a menudo utilizaba mi padre, carpintero del Líbano, cuando se refería a conflictos o problemas.

Múltiples servicios

La libreta, una “tarjeta de crédito”. Se anotaba la compra detallada con los precios y los totales y las fechas. Al fin del mes, o muy cerca, el titular de la libreta cancelaba la deuda del crédito.

Qué era, también

Era un inventario: se anotaba cada artículo comprado.

Un remito: estaba detallado lo que se entregaba.

Una factura: tenía los precios de cada artículo y el total del crédito acordado por treinta días.

Un recibo donde el almacenero anotaba la cancelación de la deuda.

Un pagaré por la suma del crédito cuyo monto era el total de las compras registradas con vencimiento a fines de mes, cuando el cliente va por su nueva compra mensual.

Curioso y contradictorio

Si hubiera que hacer un panegírico de la humilde Libreta de Almacenero sólo bastaría señalar una situación que relaciona al acreedor (el almacenero) con el deudor (el cliente, dueño de la Libreta): El título de la deuda estaba siempre ¡en poder del deudor!

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Carlos Duguech - Escritor, analista internacional y periodista.