Hasta hace poco, pocos en el mundo podían ubicar a Cabo Verde en el mapa. Un pequeño conjunto de islas en el Atlántico, de apenas 4.033 kilómetros cuadrados, que hoy celebra su mayor hazaña deportiva. El pasado fin de semana, la selección nacional venció 3-0 a Esuatini en Praia y selló su primera clasificación a una Copa Mundial de la FIFA. La victoria desató una ola de alegría popular: miles de personas salieron a las calles, ondeando banderas azules y cantando bajo el sol de la capital.
Detrás de ese triunfo hay una historia de planificación y pertenencia. Con más de un millón de descendientes viviendo fuera del país, la Federación Caboverdiana de Fútbol diseñó una estrategia singular: reclutar futbolistas de la diáspora para reforzar su selección. Catorce de los veinticinco convocados nacieron en Europa y eligieron representar la camiseta de sus orígenes. Uno de los casos más emblemáticos es el de Roberto Lopes, defensor nacido en Irlanda, que fue contactado a través de LinkedIn. “Pensé que era un mensaje falso porque no entendía portugués, pero insistieron y resultó ser cierto”, recordó con humor.
El proceso deportivo fue tan audaz como efectivo. Los llamados “Tiburones Azules” venían de buenas actuaciones en la Copa Africana de Naciones, pero nunca habían logrado sostener una campaña clasificatoria tan sólida. Con jugadores forjados en ligas europeas y una base local cada vez más competitiva, el equipo terminó primero en su grupo, por encima de Camerún, uno de los históricos del continente.
Orgullo y símbolo de identidad
El impacto fue inmediato. Las escuelas suspendieron clases, el gobierno decretó día festivo y las imágenes de los festejos recorrieron el mundo. Desde el presidente hasta los niños en las playas, todos se unieron en un mismo grito: “Estamos en el Mundial”. En redes sociales, los futbolistas agradecieron el apoyo de su pueblo y prometieron representar “con humildad y coraje” a su bandera en 2026.
Así, Cabo Verde se convierte en un símbolo de perseverancia y gestión deportiva inteligente. Un país diminuto, nacido entre vientos y volcanes, que usó la globalización a su favor para escribir la página más luminosa de su historia futbolística. En Estados Unidos, México y Canadá, los “Tiburones Azules” llevarán el orgullo de un archipiélago que aprendió a soñar sin límites.