Hay partidos que se pierden por una jugada y otros por una idea. Lo de San Martín en el “Nuevo Francisco Urbano” fue lo segundo: un equipo que luchó, que dominó una parte del primer tiempo, pero que terminó desmoronándose por culpa de su propio banco. El empate 0-0 contra Deportivo Morón lo dejó fuera del Reducido y cerró un año que otra vez terminó sin ascenso. Aunque la expulsión de Federico Murillo condicionó todo el desarrollo, el problema real fue otro: la falta de dirección.
Porque San Martín, incluso con 10 jugadores, fue superior. Tuvo la pelota, manejó los ritmos y arrinconó a un rival que se limitó a resistir con la ventaja deportiva. Pero el dominio fue vacío. No hubo profundidad ni claridad. El “Santo” movía el balón sin lastimar, girando alrededor de una idea que nunca existió. Y cuando el partido pedía una lectura táctica, desde el banco Mariano Campodónico eligió el camino del desconcierto.
El 4-3-1-2 inicial, con Gabriel Hachen como enganche y Matías García junto a Ulises Vera y Juan Cuevas en la contención, se sostenía con criterio hasta la roja de Murillo. Ahí todo cambió. En lugar de proteger el medio campo, Campodónico lo desarmó.
Mantuvo el sistema como si jugara con “11” y el equipo se partió en dos. San Martín siguió teniendo la posesión, pero perdió el control del juego. Era como un boxeador que lanza golpes sin dirección, esperando que alguno acierte por azar.
Y cuando llegó la hora de la verdad, el técnico tomó la decisión más incomprensible del partido. Mandó a la cancha a Aaron Spetale, Juan Cruz Esquivel y Gonzalo Rodríguez para llegar a cuatro delanteros, pero quitó del medio a sus generadores de juego.
Fue una apuesta sin lógica: un equipo lleno de atacantes, pero sin quien les diera la pelota. Los últimos minutos fueron caóticos. No había transiciones, ni pases, ni claridad. El equipo terminó lanzando centros desesperados a un área vacía, sin estructura ni coordinación. Nadie entendió qué quiso plantear Campodónico. Ni los rivales. Ni sus propios jugadores.
Lo más doloroso es que Morón nunca fue más. Se defendió mal, concedió espacios y mostró dudas. Pero San Martín no supo aprovecharlo. Le faltó lucidez, rebeldía y cabeza. En lugar de atacar con inteligencia, lo hizo con desesperación. En vez de buscar un camino, eligió correr sin destino. Y así, el partido que podía ganar se convirtió en otro episodio frustrante de una historia repetida.
Un error que empezó antes
El problema de San Martín no empezó en Morón: empezó cuando se rompió el proyecto. Con Ariel Martos, el equipo tenía identidad, liderazgo y claridad. Era puntero, jugaba bien y creía en su idea. Pero su salida cambió todo. Desde entonces, el “Santo” perdió el rumbo. Con Campodónico, nunca volvió a ganar de visitante ni a encontrar una forma estable. Lo que antes era convicción se volvió confusión.
La expulsión de Murillo pesó, pero no puede ser excusa. El verdadero golpe fue táctico. San Martín perdió el objetivo del año porque su DT no supo leer el partido, porque vació el medio y desarticuló un equipo que había hecho mérito para avanzar. No fue la derrota de los jugadores, sino la derrota de una idea. O mejor dicho, de la ausencia de una.