Por Alejandro Duchini
Para LA GACETA - BUENOS AIRES
“Te soy sincera, de verdad pienso que no todo está perdido”, le dice la monja Martha Pelloni a la periodista Liliana Viola. La frase se lee en un librazo de reciente aparición: La hermana (Anagrama, de la colección Crónicas). Trabajo por el que Viola ganó el Premio Anagrama de Crónica / Fundación Giangiacomo Feltrinelli. El jurado estuvo compuesto por Martín Caparrós, Carlo Feltrinelli, Leila Guerriero, Juan Villoro y Silvia Sesé.
Los “hijos del poder”
Pelloni fue la referente de las marchas del silencio en Catamarca en reclamo por el asesinato de María Soledad Morales, una estudiante secundaria de 17 años. Los responsables fueron los conocidos entonces como “hijos del poder”. El 8 de septiembre de 1990 fue asesinada después de que su pareja, Luis Tula, casado y doce años mayor, la llevara a una fiesta en la que participaron Guillermo Luque (hijo del diputado Ángel Luque), Pablo y Diego Jalil (sobrinos del intendente José Guido Jalil; conocido como El Tío Guido), Arnoldo Saadi (primo del gobernador Ramón Saadi) y Miguel Ferreyra (hijo del jefe de la policía, Miguel Ángel Ferreyra). A María Soledad la drogaron, la golpearon y la violaron. Y arrojaron su cuerpo a un costado de la Ruta Nacional 38. Fue encontrado dos días después. Desfigurado.
El entramado político actuó de inmediato. Desaparecieron pruebas, murieron testigos, se difamó a la víctima y se amenazó gente. Entre ellos, Martha Pelloni y las compañeras de María Soledad. Quienes sin embargo decidieron marchar en silencio. Las marchas se volvieron multitudinarias y noticia nacional y los poderosos quedaron expuestos. Pero a la cárcel sólo fueron Tula y Luque, quienes hoy gozan de libertad. El apellido Jalil aún tiene fuerza en la provincia.
Aunque el tema nunca quedó en el olvido, Liliana Viola lo que hace es enfocarse en Pelloni, quien tras aquellos años fue apartada de Catamarca por la misma iglesia católica y enviada a distintas provincias. Hoy, Pelloni vive entre Buenos Aires y Santos Lugares. A partir del caso María Soledad -que es video, y también libros y documentales y crónicas periodísticas vigentes-, la periodista recordó que Pelloni se puso al frente de causas como el robo de bebés, asesinatos de chicos en el marco de ritos satánicos, la trata y hasta causas medioambientales que derivaron en muertes de inocentes.
Entre ellos, niños. “¿Y usted, no tiene miedo de que la maten?”, es la pregunta con la que comienza La hermana. Y es la pregunta que aparecerá durante las casi 130 páginas de la crónica-perfil que Viola armó con entrevistas a Pelloni y con material de archivo y fuentes consultadas.
-Viviste a pleno la época del asesinato de María Soledad.
-Todo. Incluso aquella transmisión en directo del juicio que fue un escándalo. Para mí el caso María Soledad fue un hito que marcó a muchas generaciones, porque es un caso que duró muchísimo tiempo. No es como otros casos que surgen y enseguida se olvidan. Lo de María Soledad mantuvo en vilo al periodismo durante al menos una década. Porque hubo primero un juicio fallido, después otro juicio. Así que atravesó generaciones. Hoy me encuentro con gente de 40 años o 50 que me dice yo viví en la adolescencia el caso María Soledad. O yo lo viví como madre en ese momento. Por otra parte tiene una histórica gesta feminista, aunque en ese momento no se llamara así. Pero fue un femicidio. Y fueron las alumnas quienes decidieron marchar con una monja a la cabeza. A eso agrego el silencio de cada marcha, un lenguaje femenino, si querés, y feminista de lucha. Como en su momento el caso Belén, en Tucumán, que hoy es película.
-Decís que durante muchos años pensaste en Martha Pelloni. ¿Cómo fue verla por primera vez?
-Me costó ir a hacer la entrevista, estaba nerviosa. Cuando la vi encontré a la misma monja que todos encontramos por distintos casos y en distintos lugares, como los canales de noticias, los diarios o la misma mesa de Mirtha Legrand. Eso no lo esperaba. Los años de espera hasta la primera entrevista, que en total fueron dos, me permitieron ver a una monja que más allá del caso de María Soledad apareció en casos tremendamente cruentos, como el robo de bebés, ritos satánicos o incluso cuando con sus denuncias impulsó para que se metan presas a personas que se creyeron impunes. Siempre me asombró que nadie hubiese hecho un libro sobre Martha Pelloni.
-¿Con qué ser humano te encontraste?
-Con una monja que incluso va en contra del dogma católico y que más allá de meterse en hechos terribles también habla del machismo en la iglesia. Sin embargo, es una recontra monja, una monja que está completamente dentro de la iglesia. A eso llego después de tiempo y escucha, y de volver a leer las entrevistas que le hicieron. Tras eso, lo primero que me pregunté es por qué no la mataron. De ella me interesaba saber si tiene miedo de que la maten.
-En algún punto, es una sobreviviente, ¿no?
-Es que esa pregunta que me hice es la misma que me hicieron muchos otros. Tampoco es un milagro. Incluso siempre me pregunté por qué no le pusieron un carpetazo, algo habitual de la política argentina de las últimas décadas: si tuviese algo, lo habrían encontrado. Amenazas tuvo, pero carpetazos, nunca.
-¿Sigue igual aquella Argentina tan de los 90 que desde Buenos Aires ninguneaba al interior?
-Sigue exactamente igual. No pasa solo por la distancia física, sino también por los poderes. Pero el crimen organizado, de todos, si se rasca bien, llega a Buenos Aires. Ya sea el mito del pombero, el político malo o el policía malo. Hubo y sigue habiendo lo que tendremos que entender como crimen organizado. Ahí entran jueces, políticos, candidatos, concejales, policías e iglesia.
© LA GACETA
Perfil
Liliana Viola (Buenos Aires, 1963) es periodista, editora, dramaturga y guionista. En 2008 cofundó el suplemento SOY del diario Página/12, primera publicación semanal dedicada a la diversidad sexual. Como albacea de la obra de Aurora Venturini, es, además de autora de la biografía Esta no soy yo, responsable de la edición crítica de sus obras. En su trayectoria como autora y editora, se incluyen antologías archivísticas, como El libro de los testamentos y Los discursos del poder, guiones documentales y biografías como Migré: el maestro de las telenovelas que revolucionó la educación sentimental de un país.
La hermana*
Por Liliana Viola
Apenas unos segundos entre mi primera pregunta y su esquiva respuesta bastan para imaginar las escenas que han de estar pasando por su mente, tal como dicen que corren las instantáneas de toda una vida en el momento de la muerte: cuando el 10 de septiembre de 1990 la avisan que ha desaparecido una alumna del colegio que ella dirige en San Fernando del Valle de Catamarca; cuando el padre de la niña le comunica que acaba de reconocer el cuerpo en la morgue; cuando las compañeras quieren salir a la calle a pedir justicia; cuando el jefe de policía, cuyo hijo figurará en la lista de sospechosos, la retiene en la dirección acusándola por adelantado de lo que pueda sucederles a sus alumnas.
Cuando sale a la calle con ellas. Cuando uno, dos, muchísimos testigos la buscan para confesarle datos clave que más tarde negarán en el juicio. Cuando toma la decisión de acusar a los culpables sabiendo que son todos parientes de las familias más poderosas de la provincia y del país. Cuando advierte que está enfrentándose al mismísimo presidente de la nación y, aun así, sigue marchando, dos, tres, cien veces. Cuando el presidente, Carlos Saúl Menem, se ve presionado para intervenir la provincia gobernada por el caudillo Ramón Saadi, hijo de Vicente Saadi, personaje fundamental en el armado de su carrera política y de la alianza que lo ha llevado al poder.
Martha Pelloni es la mujer que a comienzos de la década de los noventa pasó a la historia como «la monja del caso María Soledad», la historia de una adolescente violada, asesinada y desechada en un zanjón que provocó que todo un pueblo, y luego todo un país, se levantara exigiendo justicia.
*Fragmento.