El catalán Jordi Bertrán es uno de los maestros internacionales del arte de las marionetas, los títeres y los objetos, que transmite a través de su arte la enorme sensibilidad de su mundo interior de una manera suprema y en acotados gestos que dicen grandes cosas.
Su última obra, “Point”, fue traída al teatro Real de Córdoba en un abanico de cuatro historias realizadas por Pepe Otal, de quien aprendió lo mucho que hoy sabe y a quien rinde homenaje en cada función.
La obra es planteada como un tributo íntimo y profundo que se transforma en colectivo con los presentes, que explora el origen y transmisión de una técnica escénica en “un espacio donde nace la memoria y donde la herencia se proyecta hacia el futuro a través de una dramaturgia delicada y precisa; una marioneta, dos manos, una vieja guitarra y unos puntos blancos se convierten en portadores de un legado que mantiene vivo el espíritu del maestro en la obra y ante el público, con una poética visual sugerente y una puesta en escena que combina sencillez y fuerza expresiva”, avisa de antemano.
Para reforzar la idea del tributo, Bertrán plantea a “Point” como “un acto de agradecimiento a la persona que originó el punto de partida de mi recorrido artístico y vital”, que le permitió recorrer más de 50 países y participar en infinidad de festivales, como el que está desarrollándose en suelo cordobés. “El día que lo conocí cambió mi vida”, admite para abrir la escena, y recuerda que Otal “quería ser marinero y terminó siendo marionetero”.
La obra luego toma vuelo propio e intenso, pensado en compartir sus emociones con personas de todas las edades, combinando humor, música, sencillez extrema y técnica al servicio de su propuesta de una intensa poesía visual. Define su trabajo como un puente entre tradición y contemporaneidad, que demuestra en cada mínimo movimiento, síntesis de una gran carga interior llena de simbolismos y sentidos.
Transformar lo simple y cotidiano
Con un uso mínimo de la palabra, sus dedos transformados en personajes y bolas de telgopor blanco, el artista permite transformar lo simple y cotidiano en una experiencia extraordinaria y deslumbrante para demostrar que la imaginación sólo tiene el límite de lo que cada uno quiere creer. Los muñecos confirman el lenguaje universal del movimiento con sentido e intencionalidad.
Marionetas subidas de tono que dejaron atrás la inocenciaCada relato confirma un mundo expresivo que se puede ampliar a un potencial infinito: “No clinc clinc (o Blues del Punto Blanco)” se limita a dos manos con pelotas blancas como ojos que intentan tocar juntos la guitarra pero tienen peleas por su lugar y problemas de coordinación que deben superar trabajando en conjunto; “El sueño del Sr. Erik (o Metamorfosis II)” se basa en una pintura del poeta y pintor catalán Perejaume y la música de Erik Satié (“si quieres alcanzar la Luna, no uses una escalera: sueña”, afirma); “Metamorfosis” se inspira en la novela homónima de Franz Kafka para reivindicar el deseo de libertad y de humanidad del protagonista y un romance impensado en los puentes parisinos; y “Punto blanco, punto negro” expresa la tensión entre los sueños y lo seguro. En todas las historias, aparece la necesidad del otro como algo fundamental para poder ser y alcanzar lo deseado.
Bertrán ejemplifica, con su magnífico talento, que una herramienta solo sirve cuando quien la usa sabe qué quiere hacer con ella. Y en su caso, no sólo lo tiene claro sino que lo ejecuta soberbiamente y con una carga de humanidad que seduce, emociona y enseña.