Como bien sabemos, alrededor de la sexualidad abundan todo tipo de mitos. Uno de ellos, bastante popular, es el que relaciona el tamaño del pene con el de la nariz. ¿Es así?

Curiosamente, una investigación reveló que la creencia no es tan descabellada. Un grupo de científicos del Hospital Universitario de Ulsan, en Corea del Sur, publicó sus resultados en la revista Translational Andrology and Urology: la muestra incluyó a 1.160 hombres con edad promedio de 35,5 años, a quienes se les midió la nariz y el pene (antes y después de la erección).

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El análisis mostró que la circunferencia del pene efectivamente estaba relacionada con la altura, el peso y el tamaño de la nariz. Los científicos especularon que este fenómeno se debe a la exposición a niveles más altos de testosterona, hormona que desempeña un papel clave en la formación tanto de la nariz como de los genitales durante la gestación. “El tamaño de la nariz es un indicador importante del tamaño del pene. Y la circunferencia del pene aumentó con el tamaño del pie”, dijo el doctor Sungwoo Hong, líder de la investigación.

En un estudio anterior, realizado en la Universidad de Medicina de la prefectura de Kyoto -Japón-, se examinó a 126 cadáveres de hombres de entre 30 y 50 años, llegando a conclusiones similares: los penes de los “narigones” promediaban los 13,5 centímetros, mientas que los de narices más pequeñas estaban en una media de 10,4 centímetros.

En los orígenes del psicoanálisis figura un caso dramático vinculado a este tipo de asociaciones. Involucra a Wilhelm Fliess, otorrinolaringólogo, biólogo y psicólogo alemán (y amigo íntimo de Freud), quien desarrolló una teoría que establecía la conexión fisiológica entre la nariz y los genitales, de manera que los problemas nasales eran la causa de las dolencias sexuales y neurosis. Teoría -hoy olvidada y considerada pseudocientífica- que impulsó sus “tratamientos” experimentales, incluyendo la extirpación de tejidos de la nariz.

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Es famoso el caso de Emma Eckstein, una de las primeras pacientes de Freud: padecía molestias estomacales, malestar al caminar y menstruaciones irregulares y dolorosas. Relató que siendo chica entró a una tienda a comprar dulces y el vendedor le agarró los genitales a través de la ropa: experiencia extraña pese a la cual regresó a la tienda por segunda vez, sintiéndose luego culpable de hacerlo. Su diagnóstico inicial fue histeria. Como después de un tiempo los síntomas -y la “masturbación excesiva”- persistían, Freud recurrió a Fliess para que le realizara una intervención quirúrgica que suprimiera los supuestos “nervios sexuales en la nariz”. Por desgracia, la operación derivó en un completo desastre: dolor intenso, infecciones y hemorragias frecuentes dejaron a Emma prácticamente inválida y lidiando con recaídas que terminaron conduciéndola a la muerte, años después, a causa de una hemorragia cerebral