Hay carreras que se ganan mucho antes del disco. Que empiezan a escribirse con capítulos de frustración, revancha y gloria. Eso sucedió con Suffok, el hijo de Forge que un año atrás había sido noticia por escaparse de los partidores cuando estaba a punto de correr el Gran Premio “Batalla de Tucumán”. La decepción fue enorme: lo habían comprado en Buenos Aires especialmente para brillar en la competencia más importante del interior del país y ni siquiera pudo ser de la partida.

El destino, sin embargo, suele dar segundas oportunidades. Esta vez, en la edición número 70 del Gran Premio, Suffok se mantuvo sereno, mostró temple y coronó un recorrido perfecto. Largó adelante y nunca soltó la punta. Y aunque el favorito Dr. Legasov intentó arrebatarle la gloria en los últimos metros, el zaino defendió con alma y corazón su liderazgo. Medio pescuezo fue suficiente para desatar la locura de su gente y para que Facundo “Tatú” Morán viviera el día más soñado de su vida profesional.

“Esto es lo que soñé desde que entré a la escuela de aprendices”, dijo Morán, con lágrimas en los ojos, todavía envuelto en los aplausos de una tribuna que coreaba su nombre. “Siempre veía cómo los jockeys disfrutaban cuando ganaban un Batalla y me ilusionaba con sentir esa emoción. Hoy, por suerte, pude hacerlo realidad”, dijo.

La carrera

Desde que se abrieron los partidores, Suffok salió decidido a marcar el ritmo. Durante los primeros 400 metros tuvo que pelear la delantera con Laudrup y con el santiagueño Remanente. Luego apareció Dragonet para sumarse a la lucha, pero el conducido por Morán nunca perdió la compostura. “Siempre vino cómodo, con buena acción. A Suffok le gusta correr adelante, y aunque lo salieron a buscar, yo lo sentía entero”, describió el jinete nacido en Cruz Alta.

El zaino del stud “L.C.J.” jamás logró despegarse demasiado: como máximo sacó un cuerpo de diferencia, siempre seguido de cerca por sus rivales. En los 500 metros finales, cuando la definición empezaba a cocinarse, la presión se multiplicó. Remanente, Standartd, He’s a Rockstar y Dr. Legasov lanzaron sus ataques, mientras Laudrup también se acomodaba para dar pelea. Por un instante, cinco caballos parecían emparejados rumbo a la gloria.

Fue en ese momento cuando Morán tomó la decisión de exigir a su caballo. “Sabía que los atropelladores iban a venir con todo, pero yo también sabía que Suffok tenía resto. Me respondió de maravillas”, relató.

Y así fue: a pesar de la arremetida imponente de Dr. Legasov -que hizo ilusionar al jinete José Vizcarra con un tercer triunfo en el Batalla-, el zaino de Lázaro Noguera Assad no aflojó. Se agigantó en los metros finales y resistió con guapeza. En el disco, medio pescuezo marcó la diferencia entre la revancha y la resignación. Tercero, a apenas 3/4 cuerpo, cruzó Laudrup, que descontó con fuerza luego de superar algunos tropiezos en el desarrollo. “Pensaba que ganaba con Dr. Legasov, arrancó con mucha fuerza, pero Suffok fue una muralla. No se entregó nunca”, reconoció Vizcarra con hidalguía.

PREMIOS. Las autoridades de la Caja Popular de Ahorros entregaron los premios. LA GACETA / OSVALDO RIPOLL

Pura felicidad

La emoción de Morán fue tan grande como su faena en la pista. Cada palabra que pronunció después del triunfo estaba atravesada por la memoria del dolor pasado. “El año pasado me quedó una impotencia tremenda cuando Suffok se escapó. Estaba muy bien, pero se mostró nervioso, indócil. Hoy, en cambio, mostró otra madurez. Se tranquilizó y dejó todo en la cancha. Tiene un corazón enorme”, explicó.

La dedicatoria fue inmediata y sentida: a su novia Luján Gutiérrez y a toda su familia. “Son los que siempre me apoyaron, los que bancaron las derrotas y ahora disfrutan conmigo este momento único”, dijo mientras levantaba la copa con los brazos temblorosos.

La ovación que recibió al volver al pesaje fue la confirmación de que había realizado una gran labor. En una jornada plagada de estrellas, entre ellas el brasileño Jorge Ricardo -el jockey más ganador del mundo-, el público tucumano eligió quedarse con el héroe de la casa.

El Gran Premio “Batalla de Tucumán” es más que una carrera. Es una tradición que cada año moviliza multitudes, que convierte al hipódromo de avenida Irineo Leguisamo en un hervidero de pasiones y emociones. La edición 70 no fue la excepción.

Los 2.200 metros de competencia condensaron lo mejor del turf nacional, con caballos y jinetes de distintas provincias y un marco imponente de público que vibró desde la primera largada hasta el final. Hubo mucho colorido y ese aire de fiesta popular que hace del “Batalla” un acontecimiento diferente, capaz de unir generaciones alrededor de la pista.

Cuando los caballos encararon la recta final, el rugido de la tribuna fue ensordecedor. Y cuando Suffok cruzó adelante, el estallido fue digno de una final de campeonato. El turf volvió a demostrar por qué mantiene viva una mística que atraviesa décadas.

El triunfo de Suffok no fue solo deportivo: fue también simbólico. Representó la revancha de un caballo que el año anterior había quedado en deuda, y la confirmación de un jockey que construye su camino a base de esfuerzo, perseverancia y sueños cumplidos.

En tiempos donde el turf busca renovar sus ídolos y sostener su vigencia en el corazón de la gente, historias como la de Morán y Suffok son oro puro. Un binomio que supo transformar la frustración en gloria y que, a partir de ahora, quedará inscripto en la historia grande del “Batalla”.

EMOCIONADOS. El peón y el jockey agradecen la entrega que mostró el zaino. LA GACETA / OSVALDO RIPOLL

Epílogo

La edición 70 del Gran Premio “Batalla de Tucumán” ya tiene su rey: se llama Suffok y, de la mano de Facundo “Tatú” Morán, escribió una de las páginas más emotivas de los últimos años. Fue una carrera peleada, vibrante, con definición cerrada y con un final de película.

El público se retiró del hipódromo con la sensación de haber presenciado un momento único, de esos que se recuerdan toda la vida. Porque no todos los días un caballo logra tomarse semejante revancha y un jockey cumple el sueño de su vida al mismo tiempo.

El año pasado fue la bronca y la impotencia. Este año, la revancha y la gloria. Así es el turf, así es el “Batalla”: capaz de convertir la tristeza en epopeya. Y esta vez, con Suffok como protagonista, Tucumán volvió a confirmar que su Gran Premio es, sin dudas, el corazón latiente del turf argentino.