Cuando recuerda sus primeros años en Tafí Viejo, el ingeniero Thomas Coronel piensa en una infancia determinada por la curiosidad. “Siempre me gustaron las ciencias y soñaba con ser ingeniero. Me preguntaba cómo funcionaban las cosas y quería resolver problemas”, cuenta a LA GACETA en una videollamada desde los Estados Unidos.
Con 29 años, aquel niño curioso hoy trabaja en Skyloom, una empresa estadounidense que desarrolla terminales ópticas de comunicación satelital. Se trata de una tecnología de vanguardia que permite transmitir información a grandes distancias de manera más rápida y segura que la radiofrecuencia. “Estamos hablando de conectar satélites con pulsos de luz, como la fibra óptica que usamos en casa, pero en el espacio”, explica Thomas.
En 2025, la empresa completó la entrega de 88 terminales ópticas de comunicación satelital (OCTs) a York Space Systems, todas fabricadas en los Estados Unidos, a un ritmo de una unidad por día. “Cuando nos confirmaron que el sistema mecánico funcionaba, lloré en el laboratorio. Fue un momento de muchísima emoción porque detrás de ese satélite había horas infinitas de trabajo, pruebas y errores”, recuerda.
Sobre la importancia de este logro dice: “estamos hablando de enviar información a miles de kilómetros de distancia, de manera más rápida y segura que con radiofrecuencia. Es una innovación que puede transformar industrias enteras, desde el clima y la defensa hasta el acceso a internet”.
Un tucumano en un equipo global
Thomas se formó en el Instituto Técnico de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT). Luego entró a Ingeniería Mecánica, también en la UNT, y terminó sus estudios en el Instituto Balseiro, en Bariloche. El ingeniero asegura que cada paso de su formación fue clave: “en Tucumán tuve muy buenos profesores que me transmitieron la pasión por aprender. El Balseiro fue un lugar exigente, pero también una oportunidad para rodearme de gente brillante”.
Incluso recuerda cómo, aún en la secundaria, lo impactó una charla de Emiliano Kargieman, CEO de Satelogic, sobre satélites de observación de la Tierra. En el presente él desarrolla tecnología de comunicación satelital que podría transformar la transmisión de información a nivel global.
Conoció Skyloom gracias a amigos suyos del Balseiro: Belén Llanesa, Rodrigo Di Meglio y Santiago Chipolina, este último tucumano. “Santiago me comentaba allá por enero o febrero de 2020 que estaba trabajando en Skyloom y me contaba un poco de lo que hacían. En mayo me avisó que la empresa buscaba gente para el área de comunicaciones. Ni lo dudé”, rememora. Así fue como pasó de los laboratorios académicos al mundo de la industria espacial justo cuando la compañía empezaba a crecer.
Cuando se incorporó en 2020, la empresa apenas tenía 25 empleados. Hoy cuenta con casi 200 y es una de las cuatro compañías en el mundo que impulsan este tipo de desarrollo. Thomas pasó de diseñar piezas a coordinar equipos de producción. “Fue un crecimiento vertiginoso. Me tocó aprender de todo, desde lo técnico hasta lo humano. En el camino entendí que un proyecto espacial no se construye solo, sino con un equipo diverso y comprometido”, afirma.
No es el único tucumano en esa aventura: al menos otros tres forman parte de la empresa. Además de Santiago Chipolina, trabajan allí Diego Hastun Colonnese y Sebastián Chinellato. “Eso me llena de orgullo. Demuestra que desde nuestra provincia también se puede llegar lejos. El talento está, lo que hace falta es animarse a soñar y buscar oportunidades”, dice.
Entre Colorado, el futuro y un mensaje para los tucumanos
Actualmente, Thomas vive en Colorado, donde combina su trabajo en Skyloom con una maestría en Engineering Management en la Universidad de Boulder, que está vinculada al programa de Lockheed Martin, una de las principales empresas aeroespaciales y de defensa de EE.UU. “Me quiero preparar para coordinar un grupo de ingeniería más grande, pero a largo plazo también me veo fundando mi propia empresa. No sé si será en el espacio o para resolver algún problema en la Tierra, pero quiero capitalizar la experiencia de vivir y trabajar afuera”, explica.
Thomas sabe que su historia puede inspirar a otros chicos que hoy estudian en Tucumán. “Lo que me gustaría transmitir es que no hay que subestimar lo que se aprende en nuestra provincia. La base que tuve en la UNT me permitió estar a la altura de cualquier desafío. Si te apasiona lo que hacés y trabajás con constancia, no hay límites”, asegura.
Y agrega: “no todos tienen que soñar con irse afuera. Lo importante es animarse a crecer y a buscar lo que realmente te motiva. En mi caso fue el espacio, pero cada uno tiene su propio camino”.