La filosofía, ese saber preñado de sabiduría, advierte de nuestra finitud; nos enseña que los hombres somos tiempo -y como el resto del universo- solo el agitado transcurrir hacia la nada. En ese devenir habitamos el lenguaje, somos lenguaje simbólico y articulado y junto a ello, o justamente por ello, tenemos memoria de nuestro pasado y capacidad de interpretación del mismo. Dos preguntas iníciales. Ambas son ingenuas, quizás porque esos rasgos de aparente ingenuidad, esconden la profundidad del asunto que nos ocupa.
-¿Qué es un Museo?
-Los griegos veneraban a las Musas, hijas de Mnemosyne, símbolo de la memoria y la razón, y de Zeus; el Espíritu, el misterio que está fuera del tiempo y del espacio. Las Musas nos representan. Son el símbolo de nuestro intelecto que tiene esa vocación, tan imposible como inevitable de acercarnos -sólo acercarnos- al misterio. A ese lenguaje misterioso lo llamamos metáfora. El museo es la colección de imágenes metafóricas que representan nuestro devenir poético.
- En La República de Platón, había tres clases de sujetos; los filósofos, los guerreros y políticos, y los artesanos o poietai, que son los artistas. Estos últimos realizan sus actividades “copiando” las ideas Eternas. Platón cree que ellos –sintiéndose libres–no obedecen las leyes y crean ficciones, lo que hace peligrar el orden social. Y dice: “Hemos desterrado a los poietai porque nuestra razón así nos lo ha ordenado”. ¿Cómo ves esto?
-Me recuerda el destierro de la poesía y del arte que predica Platón en La República, un sueño del universo de la razón que impediría discurrir con las “Ideas”. Platón acierta, enfrentar el misterio es peligroso, imprevisible, desestabilizador. Pero lo suyo es un sueño imposible, lo demuestran los Museos, esa deriva inasible de las Musas.
-¿Para qué sirve un Museo?
-Vivimos en el lenguaje de la representación. La razón utilitaria, que nos hace sobrevivir en el mundo, inunda nuestra vida. No podría ser de otra manera. Entrar en un Museo es apartarse de ese mundo, para internarse en un recinto de imágenes que tienen un “mensaje atrás del mensaje”, un valor metafórico, poético, misterioso. Ese alejamiento del mundo nos posee lentamente; y entonces, mientras recorremos el Museo, recordamos vivamente que además de la lucha por la vida, hay algo fuera de la conciencia y ello es esencial para la vida misma: el arte, la belleza.
-¿Qué papel cumple en una comunidad?
-Independiente de la potencia metafórica que nos hace vibrar, el Museo nos indica de dónde venimos, deja en segundo plano el puro sentido histórico y se concentra en el sentido poético de nuestra historia, muchas veces olvidados en otros ámbitos. En el caso de una sociedad de inmigración como la nuestra, cumple un rol identitario, está allí lo que había cuando llegamos, el arte precolombino, el arte europeo admirado por nuestros abuelos y el arte argentino. La síntesis de nuestra aventura como Nación.
-¿Quiénes seleccionan las obras que habitan en un Museo?
-Las obras las selecciona el director del Museo. Toda colección de arte es una historia personal del coleccionista, que se forma como parásito de las obras que la integran. De algún modo es su sentido poético. Las colecciones de los Museos son similares, pero mucho más interesantes, porque recorren distintas épocas, con distintos intereses, distintos directores, con diferentes sensibilidades. Hay una estética compleja en el tiempo y en la elección, que no representa a nadie y representa a todos.
-¿Con qué criterio se toma la decisión de preservar algunas obras y desechar otras?
-Los museos deben adquirir obras todo el tiempo. Más allá de lo que uno crea, el precio de un artista se puede volver inalcanzable si se consagra. De esas obras adquiridas, algunas se consagrarán -incorporándose a la exposición permanente- y otras se reservan para muestras temporarias. El resto se guarda en la reserva, porque nunca sabemos el destino de una obra y su artista
-¿Qué quiere decir Amigos de un Museo?
-Los Amigos de los Museos son muy importantes para su desarrollo. Tienen una función filantrópica que recorre todos los presupuestos, desde valores modestos hasta contribuciones muy importantes. En el mundo, su principal actividad es reunir fondos para comprar obras para el Museo. En nuestro país, casi sin presupuesto para la cultura, los Amigos sostienen la infraestructura del Museo.
-¿Qué papel cumples como presidente de esta Asociación?
-Las dos funciones de la Asociación son la financiación del Museo y la difusión de la cultura. Somos el mayor centro cultural de Buenos Aires con más de 20.000 matrículas por año. Mi mayor logro es haber sumado un grupo de interesados en el arte, que cumplen tres tareas imprescindibles: donar, poner sus contactos para reunir fondos y trabajar en las tareas que requiere la organización de las actividades que se dan en el Museo. Somos un grupo de amigos preocupados por la belleza, la cultura y la difusión de nuestra riqueza espiritual.
Cristina Bulacio - PARA LA GACETA