ENSAYO
LA MADRE DE BECKETT TENÍA UN BURRO
MATÍAS BATTISTÓN
(Emecé - Buenos Aires)
Lo escribe Bioy en su diario: que Borges ha recibido una llamada de su traductor al inglés, Norman Thomas Di Giovani, y que éste desconoce cómo traducir la frase “Mate: capitanejo Painé sabe morir”. Te das cuenta, qué animal, le dice Borges, y luego consulta a Fanny, y a Madre, y a otros interlocutores desprevenidos, pero nadie da con la respuesta. Es Daniel Martino, el editor de los diarios de Bioy, quien allana la polémica: la cita es apócrifa, Borges nunca escribió eso, sino que pertenece a una obra de Eduardo Acevedo Díaz hijo.
“No es suficiente con inventar un error; también hay que elegir una víctima acorde para endilgárselo”, escribe Matías Battistón, tras describir esas largas peripecias plenamente borgeanas, en ese excelente libro sobre el arte de la traducción que es La madre de Beckett tenía un burro.
Desde Dublín, primero, y desde Buenos Aires, después, donde trabaja en la traducción -para Ediciones Godot- de Molloy, Malone muere y El innombrable, la trilogía de novelas de Beckett, Battistón se embarca en un libro en el que confluyen historia de la literatura, literatura del yo, análisis del arte de la traducción, arsenal de variopintas escenas (o “infranécdota”), ensayo, diario de trabajo, anotaciones personales, investigación literario-detectivesca, todo matizado con un humor finísimo y de alto vuelo.
Así se van acumulando la admiración desmedida de Beckett por Joyce, el accidente que lo lleva a perder el habla, su don de escribir en dos lenguas (inglés y francés) al punto de traducirse a sí mismo en versiones antagónicas. Cómo traducir, entonces, a un tercer idioma, se pregunta Battistón, cómo elegir entre dos originales que dicen lo opuesto.
Con capítulos breves, de apenas unas pocas páginas, separados por títulos ocurrentes como “Ser un idiota”, “Beckett y el corazón de alcaucil”, “La isla que mató a Nabokov”, “Combustible para un bonzo” o “La difamación creativa”, y la aparición de un nombre tras otro como Erri De Luca, Raymnd Federman, Pierre Assouline, Isaac Singer, Paulo Leminski, Patrick Bowles, Battiston propone cuestionarse quiénes somos o elegimos ser a la hora de entrar en un texto.
“Cabría preguntarse”, dice, “qué vías ofrece no la escritura, sino la traducción para aprovechar o recuperar los estragos que ella misma provoca. ¿De qué manera se los puede usar para alimentar la propia traducción, para alimentar otras traducciones? ¿Cómo convertirlas en otra cosa?”. No importa si los cuestionamientos alcanzan una respuesta. El libro en sí mismo lo vale a la hora de plantearlos.
© LA GACETA
Hernán Carbonell