Lionel Messi volvió a emocionar al país con dos tantos frente a Venezuela en el Monumental. La Selección Argentina ganó 3-0 y la hinchada lo despidió con una ovación que pareció definitiva. El capitán admitió que “era el último por los puntos acá”, en un guiño que dejó abierta la idea de que ese gol en el segundo tiempo pueda haber sido el último oficial de su carrera en suelo argentino. Esa escena, con fuegos artificiales y abrazos, reavivó un recuerdo inevitable: hace 31 años, otro 10 legendario también cerraba su historia de gritos en el país con la camiseta albiceleste.
El 20 de abril de 1994, Diego Armando Maradona convirtió su último tanto en territorio nacional, de penal, frente a Marruecos en Salta. Era la previa del Mundial de Estados Unidos y la Selección dirigida por Alfio “Coco” Basile cumplía una gira de preparación. El encuentro en el “Gigante del Norte” de Gimnasia y Tiro no fue uno más: quedó en la memoria como la despedida de Diego en casa, con un gol que selló la victoria 3-1 y que las crónicas de la época registraron con detalles que hoy adquieren un valor especial.
Una ciudad tomada por el fútbol
Desde la llegada de la delegación, Salta vivió una revolución. El aeropuerto se vio colmado, el hotel Provincial fue rodeado por hinchas y la presencia de Maradona eclipsó todo. En las calles, las protestas docentes que reclamaban mejoras salariales se cruzaban con la euforia futbolera. Hubo momentos de tensión con la policía, hasta que el propio Diego, fiel a su estilo, bajó a hablar con los manifestantes. “Estoy con ustedes, nos vemos esta noche”, lanzó, desactivando el clima de conflicto. Más tarde, ante los micrófonos, se permitió una frase que reflejó su costado social. “Me parece que tienen que seguir protestando hasta que la educación en la Argentina sea buena”.
El ambiente en el norte se transformó en un fenómeno cultural. Comercios decorados, caravanas de autos, filas interminables para entrar al estadio. Para muchos salteños, aquella jornada fue “la visita más importante de su historia reciente”.
La Selección llegaba con nombres de peso: Gabriel Batistuta, Claudio Paul Caniggia, Abel Balbo, Oscar Ruggeri, Diego Simeone, Ariel Ortega. Y al frente, un Maradona que se había preparado como nunca para el Mundial que se avecinaba.
“Una jornada que será inolvidable”
Las ediciones del día siguiente hablaron de fiesta total. Los títulos de la edición deportiva de LA GACETA destacaban la magnitud del evento: “Una jornada que será inolvidable”, “Gran fiesta en el norte”, acompañado por imágenes de Batistuta en el entrenamiento y del estadio colmado. Las crónicas describían cómo 32.000 almas vibraron con un amistoso que en realidad se vivió como una final.
Pero no todo fue color de rosa. En la cobertura también se señalaba que, a pesar del 3-1, el equipo dejó dudas en defensa y repetía errores que se habían visto en partidos anteriores. La visión crítica se impuso sobre el resultado: el triunfo no tapaba los problemas estructurales de la Selección en vísperas del Mundial.
La naranja y el penal
Dentro de la cancha, Maradona volvió a mostrar que era capaz de convertir lo cotidiano en extraordinario. Durante el calentamiento, desde la tribuna le arrojaron una naranja. La tomó, hizo jueguitos y desató una ovación ensordecedora. Aquella escena se repitió minutos después, antes de ejecutar un tiro libre, y quedó inmortalizada por la televisión. El relator Marcelo Araujo, conmovido, soltó al aire una frase que se haría célebre: “Gracias maestro, no te mueras nunca”.
Argentina se impuso con goles de Balbo, Hugo “Perico” Pérez y Diego, que cerró la noche desde el punto de penal. Abrió el pie, engañó al arquero y ubicó la pelota junto al palo derecho. Un gesto técnico sencillo, pero que se transformó en símbolo con el paso del tiempo. Nadie sospechaba entonces que ese sería su último grito en el país con la celeste y blanca.
“El triunfo no tapa los problemas”
Al día siguiente, nuestro diario volvió a marcar la dualidad de la jornada. En portada se publicó una foto sonriente de Maradona levantando el trofeo, con el título “El triunfo no tapa los problemas”. En una esquina, un recuadro recordaba la cuenta regresiva: faltaban 56 días para el Mundial de Estados Unidos.
La bajada no se guardaba críticas. “Argentina venció merecidamente a Marruecos, pero su actuación tuvo muchos puntos oscuros. Las tareas de Maradona, Balbo y Chamot fueron lo más positivo. La defensa repitió viejos errores”. Esa mirada resume el clima de época: la fiesta de ver a Diego en el norte convivía con la preocupación por un equipo que no terminaba de convencer.
Voces y memorias
Carlos “el Coya” Castellanos, figura de Gimnasia y Tiro, en diálogo con LA GACETA, recordó tiempo después. “Fue hermoso, lo más lindo que viví. Nos habían dicho que iba a venir la Selección y el mejor del mundo. No lo podíamos creer”. Andrea Issa, gerente del hotel Provincial por aquellos años, contaba con emoción cómo Maradona se había acercado a los docentes. “Fue el único que bajó de la habitación en short y fue hasta la puerta. El tipo fue grande en un montón de cosas”.
Hoy, los alrededores del “Gigante del Norte” mantienen murales que recuerdan esa noche. La ciudad sigue orgullosa de haber sido escenario de la última función de Diego en suelo argentino.
De archivo y de presente
Ese penal del 94’ fue bautizado por algunos maradonianos como “la última cena”, porque dos meses después llegaría el positivo por efedrina en Estados Unidos y la frase que estremeció a un país: “Me cortaron las piernas”. Con el tiempo, aquel amistoso en Salta se transformó en símbolo. Treinta y un años más tarde, el gol de Messi en el Monumental contra Venezuela reactualiza ese recuerdo. Dos épocas distintas, dos contextos opuestos: Diego en la antesala de un Mundial lleno de incertidumbre, Lionel después de haber alcanzado la gloria en Qatar. Pero un mismo eco: el último gol en casa de un ídolo, el grito que se convierte en despedida y que los diarios registran para siempre en sus páginas.