COMPILACIÓN
DOLORES 10 MINUTOS (Y OTROS RELATOS)
MAURICIO KARTUN
(Alfaguara – Buenos Aires)
Que Mauricio Kartun es uno de los más notables dramaturgos argentinos es una verdad de apuño. Como dirían en España, una certeza “que va a misa”.
La enumeración de la obra de Kartun es inabarcable y lo sería no con una, sino con dos solapas de Alfaguara. Digamos que esta solapa, la de Dolores 10 minutos es la que se aboca al trazo grueso de sus producciones mejor consumadas, más prestigiadas y laureadas, pero si se tratara de detectar añadidos de trazo fino, el CV daría para más. Para mucho más.
Escrito lo escrito, aquello que si podía llamar a sorpresa, o a novedad, es que Kartun se revele como un narrador de fuste. Un hallazgo, por qué no. Allá por 2023 la misma editorial había publicado su primera novela (Salo solo. El patrullero del amor) y en el año en curso han sido llevados a letras de molde una serie de relatos de mixtura y hermosuras inusitadas.
Digámoslo así: nuestro personaje es un señor que reúne dos atributos que más de cuatro rígidos sabiondos consideran incompatibles. Erudición y calle, esquina, asfalto y un minucioso conocimiento de geografías variopintas. Tal vez porque, en general, o en muchos casos, la criatura humana erudita ha pasado incontables obras en claustros y bibliotecas, con la consabida insuficiencia de tiempo dedicado a ciudades de paisaje pueblerinos y de, dicho en deliberado lunfardo, bares rantifusos.
Kartun, es un hecho, de tales fuentes ha sabido nutrirse a fin de ser hoy lo que es: un agudo, afinado e inspirado de historias que a primera mirada asoman infinitesimales y que, en rigor, cada cual se erige en un universo que el lector exigente sabrá apreciar con deleite, a secas; y el deleite de la sonrisa, la risa y la franca carcajada que tanto reparan y tanto escasean en tiempos que van camino de ser de los más ingratos en la historia de la humanidad.
En ese vaivén de cuentista riguroso, que va de detalle en detalle, de lo neutro a lo desopilante, se hilvanan quince cuentos que se leen con fluida naturalidad y que, al cabo, nos dejan una duda imposible de evitar. El último relato, “El Piro”, ¿es una literal perla del Kartun autobiográfico o uno de sus proverbiales ardides zumbones?
En ese sentido, el autor de estas líneas juzga pertinente reponer un párrafo primordial y que cada quien imagine lo que apetezca: “Huya, Kartun me ha salvado en los momentos más críticos de la vida. Tengo por catecismo que para poder ir hacia, primero hay que irse de. Y que animarse a rajar de los lugares que te agobian, trabajos, parejas, grupos y agrupaciones, es la energía más tónica y bienhechora del universo”.
© LA GACETA - Walter Vargas