Dos edificios de la Villa de Leales mostraron el contraste de los desafíos tremendos para las poblaciones del interior, que en muchos aspectos han quedado al costado de la modernidad. Por un lado, la iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria, edificio histórico que comenzó con una capilla en 1780 y que ahora luce remozada y con techo remodelado; por otra parte, la sucursal del ex Banco Provincia, edificio declarado patrimonio histórico, construido por el arquitecto José Graña en 1938, que hoy se encuentra destrozado, sin techo.
El cumpleaños de la villa dejó una sensación agridulce en la que se mezcla la nostalgia por la larga historia de uno de los pueblos de la industria azucarera, que ha decaído a lo largo de los años, y la alegría de la fiesta. “Avanzamos y retrocedemos con las decisiones de nuestros gobernantes. Pero seguimos de pie. Como pueblo nos organizamos, cuidamos lo nuestro”, dijo a LA GACETA la catequista Mercedes González, una referente de la comunidad.
El devenir del pueblo ha sido descripto en grandes trazos. El desarrollo de Villa de Leales estuvo en su momento vinculado al ramal del ferrocarril Belgrano, que la unía con las Termas de Río Hondo y facilitaba el comercio. “Desde 1930 hasta la década del 70 el tren nos daba vida. Después lo cerraron y fue un retroceso. Lo mismo pasó con el Banco Provincia y con el Correo, que era la casa pagadora. Al cerrarlos, el pueblo se empobreció más”, dijo la referente. Hay escuelas, pero “miles de chicos egresan del secundario pero no pueden seguir estudiando. Muy pocos llegan a la capital. El deterioro de las economías familiares también marca la realidad. “Antes la gente vivía de lo que producía: arroz, maní, verduras, caña. Hoy no se puede. La tierra se arrendó, se concentró en pocos cañeros, y el resto tuvo que abandonar el campo”, describió. Así las cosas, han quedado en segundo lugar aspectos importantes de la vida social, que se ha ido deteriorando -transportes y otros servicios-, del mismo modo que las reliquias del patrimonio que antes marcaban la identidad y la aspiración de progreso de pueblos pujantes, orgullosos de su religiosidad y de sus tradiciones. Los dos edificios muestran ese deterioro. La iglesia estuvo en riesgo a causa de unas obras mal hechas que obligaron a que fuera cerrada para su restauración. El ex banco directamente quedó abandonado y se fue destruyendo.
En las condiciones actuales, es difícil cambiar la tendencia de los tiempos, a menos que se busquen soluciones creativas para mantener vivas esa identidad y esas tradiciones. En ese sentido, algunas iniciativas muestran una tendencia a refuncionalizar los sitios y los edificios. Así se está haciendo en pequeña escala en Monte Bello, al sur de la provincia, en una coordinación entre Turismo y la comuna, a fin de hacer útiles la plaza y los sitios de interés. No necesariamente se trata de explotar el turismo, sino de enfocarse en aquellas cuestiones vinculadas con la vida social, que podrían generan trabajo y oportunidades, pero también refuncionalizar es darles significación a los espacios para las necesidades de la gente. Es un desafío para las autoridades y para su comunidad, para hacer frente al deterioro.