La derrota frente a Arsenal dejó en claro algo que ya se venía insinuando: San Martín no es el mismo desde la salida de Ariel Martos. El quiebre que significó aquella noche en Salta, con caída contra Gimnasia y Tiro, abrió un nuevo ciclo en Bolívar y Pellegrini que todavía no logra encontrar rumbo. Los números y las sensaciones de los hinchas confirman que el cambio de DT no se tradujo en una mejoría, sino que, por el contrario, potenció la incertidumbre.

Martos había asumido en enero después de una búsqueda que no había convencido a la dirigencia. Conocía la casa, había pasado por las divisiones inferiores y había trabajado con distintos técnicos. El arranque de su ciclo estuvo marcado por la ilusión. El equipo se mantuvo siempre entre los tres primeros puestos, con una buena campaña de visitante (58% de efectividad) y un andar más irregular en La Ciudadela (50%).

El gran problema fue la identidad. San Martín no lograba convencer desde el juego y la relación con el hincha se fue quebrando. La derrota en Salta, sumada a los hechos violentos que involucraron a su familia, precipitó la salida. Con 39 puntos en 24 fechas, Martos cerró con una efectividad del 54,17%: 10 triunfos, 9 empates y 5 derrotas. Números fríos, pero sólidos para sostener una campaña estable.

La llegada de Mariano Campodónico estuvo rodeada de expectativa. El partido contra River por la Copa Argentina fue una vitrina inmediata. El equipo mostró orden a pesar de caer 3-0. Esa actuación, aunque insuficiente en el marcador, dejó la impresión de que había material para competir. La hinchada se ilusionó con la idea de un cambio de aire.

Sin embargo, lo que siguió en la Primera Nacional fue distinto. En apenas cinco partidos, el equipo sumó dos derrotas, recibió siete goles y mostró una preocupante fragilidad defensiva. Lo más doloroso para el hincha fue comprobar que San Martín perdió volumen de juego; ya no circula la pelota con paciencia, se parte entre líneas y transmite un ánimo golpeado.

Los números comparativos son elocuentes. Con Martos, San Martín promediaba 1,62 puntos por partido y apenas había sufrido cinco caídas en 24 fechas. Con Campodónico, la media descendió a menos de un punto por juego y la defensa pasó de ser correcta a un dolor de cabeza. Mientras el ciclo anterior se caracterizaba por el orden y la capacidad de sumar de visitante, el nuevo DT no consiguió sostener la solidez y, además, sufrió derrotas contundentes como la de Puerto Madryn (1-3) y la reciente contra Arsenal (0-3).

El dato más alarmante es que con Martos, pese a la irregularidad, el equipo nunca fue goleado ni humillado. Con Campodónico, en cambio, ya acumula actuaciones que dejaron la sensación de descontrol, con jugadores mal parados y desconcentraciones groseras en las pelotas paradas.

La cuestión anímica

Más allá de los números, lo que preocupa en Bolívar y Pellegrini es la imagen. El plantel se muestra sin confianza, lejos de esa energía que alguna vez lo caracterizó. La derrota frente a Arsenal encendió todas las alarmas. Un rival que pelea el descenso expuso a San Martín con una facilidad llamativa. Cada centro fue un suplicio y cada ataque rival pareció una sentencia. En la tribuna, la paciencia se agotó: los cánticos contra jugadores y la CD confirmaron que el divorcio ya no es rumor, sino realidad.

San Martín hoy está quinto, apenas dentro de los puestos de Reducido, y con la obligación de reaccionar rápido si quiere soñar con el ascenso. El fixture no da tregua: se vienen partidos contra rivales directos y cada punto vale doble. El desafío de Campodónico es enorme: recuperar la confianza, ordenar la defensa y encontrar un plan que devuelva identidad a un equipo que, desde la salida de Martos, parece haber perdido el hilo conductor.

El contraste es inevitable: Martos se fue con un plantel desgastado, pero competitivo; Campodónico asumió con la promesa de un cambio y, por ahora, solo entregó dudas. El tiempo apremia y el margen de error se achica.