En las inmediaciones del shopping Abasto, en pleno corazón porteño, un grupo de hinchas de San Martín se reúne como si estuviera en casa. Son parte de la Peña Mariano Campodónico, y antes de partir hacia Floresta para el partido contra All Boys, se dan cita alrededor de cervezas, risas y recuerdos que los acercan a Tucumán, aún estando lejos.

Las camisetas y los trapos descansan sobre las mesas. Todos saben que, al llegar al estadio, deberán guardarlos. El reglamento no permite visitantes. Duele, pero lo entienden. Al fin y al cabo, lo importante es estar.

Cristian Luna, tesorero y autodefinido como “el más serio” del grupo, mientras el resto se ríe a carcajadas, cuenta cómo empezó todo. “La mayoría llegamos a Buenos Aires a principios de los 2000. Para formar la peña el club pedía 20 personas y lo pasamos con éxito. Nació en febrero de 2024 y hasta Mariano nos mandó un video agradeciéndonos”, recordó.

El nombre no se discutió demasiado. “Había que buscar a alguien que todos conozcan, que haya marcado un momento en el club. Mariano lo hizo en el ascenso de 2008. Era más contemporáneo para los chicos de todas las edades”, explicó.

La coincidencia quiso que, poco tiempo después, Campodónico se convirtiera en entrenador del equipo. “Elegimos ese nombre sin imaginarnos siquiera que podía ser técnico. Ahora lo llevamos con más orgullo que antes”, expresó Luis Alfaro.

Foto de María Sofía Lucena/ENVIADA ESPECIAL PARA LA GACETA.

Viajes y anécdotas

La charla se enciende cuando aparecen las historias de ruta. La que más risas provoca es la de Alfredo Sotomayor, que todavía parece no creérselo. “En 2016 estaba en mi casa con mi ex mujer, salí a sacar la basura en pantuflas y terminé en un auto rumbo a Madryn. Sin plata, sin abrigo. Resulta que la bolsa no tenía basura: tenía la ropa para el viaje”, relató.

Entre todos también recuerdan al “Bailarín”, un colectivo en el que viajaban seguido. “Coordinábamos las juntadas de boca en boca, después por redes. Una vez se quedó en medio del puente. Tenía pocos frenos. Fue gracioso”, agregó Alfaro.

La pasión se mueve por todo el país. “Viajamos siempre. A veces sin entradas, y a veces sin entrar al estadio. Pero el viaje está hecho. Acompañamos igual”, afirmó Sotomayor.

Las risas se apagan por un instante cuando aparece el recuerdo de Rosario.  “Fue tanta la desilusión… Sacamos dos micros, llevamos 60 personas y volvimos tristes. Teníamos mucha expectativa. Recién a la fecha 10 de este torneo nos volvimos a interesar, por así decirlo”, reconoció Luna.

La distancia tampoco ayuda. “Nos da mucha tristeza ver La Ciudadela por TV. Sufrimos no poder ir. Nosotros éramos orgullosos de mostrar el estadio lleno. Igual seguimos pagando la cuota, es difícil, pero inculcamos ese amor”, señaló.

En cuanto al presente, hay matices. “A Mariano lo veo con ganas de sacar el equipo adelante. Al equipo le tengo fe intacta”, aseguró Jorge López. Con otro tono, Celeste Romano opinó distinto. “Es difícil agarrar un equipo mal y hacer que de golpe juegue bien. No es suficiente todavía”, expresó.

Los vínculos se hicieron fuertes con los años. “Algunos nos conocemos desde antes de fundar la filial. Es como si fuéramos familia”, dijo Alfaro. Y ese sentido de pertenencia se nota en cada encuentro, incluso cuando no están todos.

Hoy son ocho los que esperan la hora de salir hacia Floresta. Pero en las voces y en las camisetas que se doblan con cuidado, parece que estuvieran todos.

Porque, aunque el reglamento los obligue a entrar de neutrales, la Peña Mariano Campodónico nunca deja de mostrar lo que son: un pedazo de La Ciudadela firme y más vivo que nunca en Buenos Aires.