Es válido preguntarse para qué está preparado Tucumán en materia de recepción deportiva, y para qué no. Parte de esa respuesta se la puede encontrar en dos hechos recientes que, más que simples eventos aislados, reflejan un contraste de fondo que se arrastra desde hace años. Por un lado, el descontrol que hubo en las calles luego del partido entre Atlético Tucumán y Rosario Central, por la Liga Profesional, con incidentes que volvieron a poner en duda la capacidad para recibir hinchadas visitantes. Por el otro, el impecable desarrollo del Rally Trasmontaña de mountain bike, una competencia que ya se consolidó como un modelo de lo que se puede y se debe hacer.
A diferencia del fútbol, que todavía arrastra estructuras vetustas, logística débil y una cultura hostil, la cita de mountain bike ofreció planificación, seguridad, impacto turístico y una experiencia positiva tanto para competidores como para espectadores.
El Trasmontaña no es sólo una carrera: es una celebración del deporte, la naturaleza y la camaradería. Cada año, los cerros tucumanos se llenan de vida. Familias, aficionados y turistas convierten los caminos de montaña en una verdadera fiesta popular. No hay violencia, no hay alambrados, no hay insultos. Hay aliento, esfuerzo compartido y emoción genuina. El espíritu de esta competencia es el del trabajo en equipo, en la que las parejas deben complementarse para superar desafíos físicos y emocionales, y en la que cada llegada a la meta es un triunfo colectivo.
Y no es menor el aporte económico y cultural que deja el Trasmontaña. La ocupación hotelera se dispara, los bares y restaurantes trabajan a pleno, los caminos rurales cobran vida y Tucumán se proyecta al país como un destino deportivo de primer nivel. Lo deportivo, lo turístico y lo humano se combinan en un evento que ya es parte del calendario nacional.
Frente a eso, la situación del fútbol tucumano plantea una preocupación urgente. La violencia en los estadios (no se puede soslayar lo que sucede en partidos de la Liga Tucumana), los escenarios encajonados en barrios colapsados y la falta de cumplimiento de protocolos básicos son síntomas de un problema estructural y cultural que no se resuelve con parches.
El Trasmontaña deja una enseñanza clara. Cuando hay planificación, vocación de mejora y trabajo en equipo, el deporte se convierte en una oportunidad. Una oportunidad para mostrar lo mejor de Tucumán, para generar desarrollo, para transmitir valores y para construir comunidad.
Tucumán tiene con qué. Lo demuestra cada vez que apuesta por lo correcto. El Trasmontaña es uno de los espejos deportivos, como lo son también el rugby o el hockey, sólo por citar dos actividades en las cuales mirarse. Si se quiere recuperar la fiesta en las canchas, el camino está claro: organización seria, infraestructura adecuada y, sobre todo, una cultura que entienda que el rival no es el enemigo, sino parte del espectáculo.