Celeste R. encontró el amor hace pocos meses, después de varios intentos fallidos y años de enfocarse por completo en su carrera como médica. No imaginó nunca que, a los 35 años, su primera cita (no planificada) implicara atarse los cordones de las zapatillas antes que calzarse un par de tacones.  Antes había probado con las apps de citas. Pero nunca llegó a encontrarse con alguien. “Me daba mucha desconfianza, y me parecía algo demasiado frío”, confiesa la profesional. Como no le gustan los boliches y prácticamente no sale los fines de semana (“siempre tengo guardia”, resalta), no tenía muchas posibilidades de hallar una pareja. Eso fue hasta que decidió anotarse en un grupo de running. Dos semanas de entrenamiento bastaron para que sintiera el flechazo. “Empezamos casi juntos y tratábamos de alentarnos. Las charlas después seguían por whatsapp y nos fuimos conociendo cada vez más hasta comprobar que estábamos enamorados”, detalla.

A Alberto Salas y Paula Velarde, ambos de 36 años, les pasó algo similar. Lo que para muchos es un espacio de entrenamiento, para ellos se transformó en el lugar donde nació una historia de amor. Se conocieron en 2022 gracias a un grupo de running. Dos años después, están casados y disfrutan de su primera hija, Antonia, de apenas cuatro meses, sin dejar de lado la pasión que los unió: el deporte.

“Yo siempre le digo a mis amigos: dejen de salir a los boliches, de trasnochar y gastar plata en alcohol. El deporte es el mejor lugar para enganchar”, cuenta Alberto entre risas, convencido de que la vida sana es también un espacio para conectar con personas afines.

Paula recuerda con claridad cómo fue el primer cruce. “Corríamos en el mismo grupo, pero en diferentes horarios. Ese sábado era feriado, fui al entrenamiento grupal y ahí nos conocimos”, relata. Alberto, en cambio, admite que ya la tenía en la mira: “la había visto correr en la (avenida) Perón; sabía dónde tenía que apuntar”.

Aunque en ese primer contacto no pasó nada, el destino tejió sus hilos: una foto grupal sin etiquetas, un intercambio en redes sociales, y a la semana ya habían tenido su primera salida. Desde entonces no se separaron. En 2023 se casaron y este año sumaron a la bebé a la familia.

FRUTO DE ESTE AMOR. La pareja de Paula y Alberto, después de una carrera, junto a Antonia, su hija.

Tendencia

Las experiencias de Celeste, Paula y Alberto, lejos de ser historias aisladas, forman parte de una tendencia que crece y que ya tiene nombre: le llaman fating, un acrónimo de fitness y dating, y significa tener citas mientras se hace ejercicio juntos.

Correr, participar en maratones o sumarse a un club de running no solo se ha puesto de moda, sino que se ha convertido en una vía para ampliar el círculo social y muchas veces para encontrar el amor. Otros escenarios que suman “matches” son el gimnasio, el treking o jugar al pádel.  

Motivos

En un contexto en el que parecía que las aplicaciones para citas habían monopolizado el terreno de las relaciones, muchas personas parecen haberse cansado de los “matches” fugaces y cada vez más solteros optan por espacios donde el contacto humano vuelve a ser protagonista. Las cifras confirman esta migración: el uso de apps de citas entre jóvenes ha caído.

¿El sudor, la risa y la mirada directa están reemplazando los algoritmos? Este cambio, según los especialistas, puede responder a una necesidad de volver a lo tangible en un mundo saturado de virtualidad, de intenligencia artificial y de filtros. Por otro lado, el ejercicio reduce la tensión y permite conocer a otras personas en un entorno más natural. Aunque el objetivo no siempre es buscar pareja, el contexto y la convivencia abren la puerta a que surja algo más.

La sexóloga y presidenta de la Fundación para la Salud Sexual (Fundassex), Mileva Pavicich, reconoce que los gimnasios y otros espacios de actividad física se han convertido en verdaderos facilitadores sociales. No solo ayudan a mejorar la salud, sino que también favorecen la posibilidad de conocer gente y generar vínculos, sostiene.

Según detalla, ir a un gimnasio o hacer una actividad física es una de las recomendaciones que más dan a personas que están cerrando una relación, atravesando un duelo o simplemente buscando abrirse a nuevas oportunidades. “Sugerimos aprender a bailar, un idioma, un oficio o sumarse a actividades deportivas, ya sea en un gym o al aire libre, para coincidir con personas que compartan intereses”, añade.

El argumento se apoya también en la ciencia, según Pavicich. Durante la actividad física el cuerpo libera endorfinas y otros neurotransmisores asociados al bienestar y al placer, mejorando el estado de ánimo y predisponiendo a la interacción. “Cuando el cuerpo está en movimiento es más fácil abrirse a conocer gente. Si, además, se trata de actividades al aire libre y en contacto con la naturaleza, el ambiente facilita que fluyan las conversaciones, los acercamientos y que se descubran afinidades”, sostiene.

Según la especialista, a partir de estos primeros contactos surgen otras instancias: intercambio de redes sociales, organización de reuniones, eventos, cumpleaños o salidas grupales. “El mundo social se abre y ofrece nuevas opciones. Se trata de sacar el cuerpo de la oficina, dejar la mente del mundo laboral y alejarse de las pantallas”, señala.

En ese sentido, advierte que las generaciones actuales pasan gran parte del tiempo en entornos virtuales sin notarlo. “La propuesta de salir de la virtualidad y acercarse a la naturaleza es profundamente saludable”, afirma.

El beneficio no es solo social. El ejercicio, el contacto con el verde y la interacción presencial tienen un efecto directo sobre la autoestima en general, y en particular sobre la autoestima sexual. “No se trata únicamente de la liberación de dopamina y otras sustancias de placer, sino de la sensación de autocuidado y de ponernos como prioridad. Esto aumenta la confianza, la seguridad con el propio cuerpo y ayuda a perder inhibiciones o inseguridades frente a posibles contactos sexuales”, explica.

La especialista recuerda que la pospandemia dejó secuelas: “A nivel mundial se registró una disminución del deseo sexual y cierta apatía para concretar encuentros íntimos. Ahora estamos en un momento de reconciliarnos con la naturaleza, poner el cuerpo en acción y permitir que la energía sexual fluya en interacciones más físicas y completas, dejando atrás la excesiva dependencia de la virtualidad”.

Lo que dejó la pandemia

Justamente, tras la pandemia por covid 19,  muchos clubes de running surgieron como una respuesta a este deseo de dejar atrás la virtualidad y apostar por el contacto real. La estructura de estos espacios está pensada para que sus miembros interactúen desde el primer momento. Lejos de centrarse en el rendimiento atlético, muchos priorizan la oportunidad de conocer gente nueva, compartiendo hábitos saludables.

Paula y Alberto son testigos de esto. El deporte no solo es parte de sus rutinas diaria, sino también el lenguaje que los une. “Compartís estilo de vida, hablás el mismo idioma. Yo había estado en relaciones con personas que no entendían por qué corrés con 39 grados a las tres de la tarde. Con Alberto es diferente, él lo entiende”, dice Paula.

La pareja no solo comparte entrenamientos, también se acompaña en cada desafío. “Cuando corre ella, yo voy detrás alentándola. Hace poco la asistí con la bebé en brazos para que pudiera cruzar la meta”, recuerda Alberto. Paula también cumple ese rol: lo sigue en las competencias de  mountain bike, moviéndose en auto entre los distintos puntos para alcanzarle agua o geles.

Ahora, con Antonia como nueva integrante del equipo, se preparan para debutar juntos en la Maratón de Buenos Aires. “Nos vamos todos: bebé, suegra y nosotros dos a correr. El deporte siempre está presente en nuestra relación”, coinciden.

Entre kilómetros, entrenamientos compartidos y apoyo mutuo, Paula y Alberto son mucho más que una pareja: encontraron un estilo de vida en común, una familia y una historia que, como sus carreras, tiene mucho por delante.