La derrota frente a Deportivo Madryn no solo significó perder tres puntos: dejó al descubierto que San Martín empieza a dejar atrás sus buenos números como visitante y que, para sostener sus aspiraciones de pelear hasta el final, la fortaleza deberá construirse en casa. Y ese desafío no admite margen de error: el calendario marca que, en La Ciudadela, se viene una serie de partidos que pueden definir el futuro inmediato del equipo de Mariano Campodónico.

El domingo será el primer paso de esta misión. Alvarado, urgido por salir de la zona de descenso, llegará dispuesto a llevarse todo lo que pueda. Para San Martín, además, el encuentro tendrá un condimento especial: será la presentación de Campodónico como técnico de local ante los hinchas. Después vendrá el postergado contra Deportivo Maipú y más adelante Arsenal, Atlanta y Quilmes, todos en condición de local. En total, cuatro partidos en casa que podrían marcar un antes y un después.

Las cifras en La Ciudadela son claras: en 12 partidos, el “Santo” ganó cuatro, empató seis y perdió dos (frente a Patronato y San Miguel). Apenas un 50 % de efectividad que, para un candidato al ascenso, suena a poco. El hincha lo sabe, y también lo sufre.

En las tribunas, el ambiente ya no es el de otros tiempos: hay molestia, fastidio y una sensación de que el equipo todavía no logra convencer. Muchos, incluso, dejaron de ir a la cancha, cansados de ver actuaciones que no reflejan la expectativa generada.

Las declaraciones de algunos referentes dejan ver que esa tensión también se percibe adentro.

Jesús Soraire, tras la última victoria en casa contra Los Andes, admitía que las dudas externas son inevitables, pero pedía concentración. “Eso no nos puede desviar. Los que no debemos tener dudas somos nosotros. El campeonato que compite San Martín es contra San Martín mismo”.

Días antes, Darío Sand también se había referido a esa situación. “De local no nos está saliendo como queremos, pero no es por falta de actitud. A veces las cosas no se dan, pero no podemos rendirnos. Tenemos que abstraernos del ruido y hacer lo mejor para el equipo”, dijo el capitán “santo”.

Sin embargo, las palabras no alcanzan si no se traducen en hechos. El enojo del hincha no se calma con excusas: necesita victorias, entrega y un equipo que transmita convicción. Y para lograrlo, San Martín deberá aplicar una serie de claves que pueden marcar el camino para recuperar la sonrisa de local.

- Entrar con intensidad y mantenerla los 90 minutos: el hincha no tolera las desconexiones tempranas ni las caídas anímicas después de recibir un golpe. El equipo debe imponer condiciones desde el inicio, presionar alto cuando corresponda y evitar esos pasajes de desconcentración que le costaron puntos. Un comienzo enérgico no solo marca el ritmo del partido, sino que contagia a las tribunas.

-Recuperar la solidez defensiva en casa: las grietas en la última línea fueron un problema recurrente. No se trata solo de marcar bien, sino de coordinar movimientos, evitar retrocesos desordenados y tener un plan claro para cortar transiciones rápidas. En La Ciudadela, cualquier error defensivo pesa el doble: frustra al hincha y alimenta la confianza del rival.

-Aumentar la efectividad en el área rival: la falta de contundencia en casa fue una de las grandes deudas. Generar situaciones es importante, pero concretarlas es vital. Los delanteros necesitan precisión, pero también más y mejores asistencias desde el medio. Una o dos chances claras desperdiciadas pueden cambiar el ánimo del partido.

-Imponer el ritmo y no regalar minutos: en partidos como local, San Martín no puede dejar que el rival administre los tiempos. Es clave mantener una circulación de pelota ágil y profunda, que obligue al adversario a replegarse y, de paso, evite que el público sienta que “se está regalando tiempo”, como se observó tras el empate con Tristán Suárez. La sensación de control constante genera confianza en el equipo y en el hincha.

-Reconectar con el hincha desde la actitud: más allá de lo táctico, el hincha quiere ver entrega total: jugadores que vayan a todas, que corran cada pelota como si fuera la última y que muestren hambre de triunfo. Un festejo efusivo, una barrida salvadora o un esfuerzo extra en la presión pueden encender al estadio. Si el equipo logra esa comunión, la localía volverá a ser un arma.

La Ciudadela fue históricamente un lugar difícil para cualquiera, pero este San Martín necesita reconstruir esa mística. Con un calendario que le presenta partidos decisivos en casa, el margen para dudar es mínimo. El público quiere volver a creer, pero para eso necesita que el equipo se lo demuestre adentro de la cancha.

Si logra combinar intensidad, solidez, eficacia y conexión emocional con la gente, San Martín no solo recuperará su fortaleza como local: también volverá a sentirse protagonista. Y en un torneo tan parejo, esa puede ser la diferencia entre soñar hasta el final o resignarse antes de tiempo.