Una derrota y el tablero cambió de golpe. De discutir la punta, San Martín quedó quinto en la zona A y con la posibilidad de caer un escalón más si Patronato gana el juego de este lunes (visita desde las 19.10 a Patronato). No es tiempo de dramatizar, pero sí de acelerar: quedan ocho fechas (nueve para el "Santo", que debe su partido contra Deportivo Maipú) para definir en qué lugar se va a parar el equipo de La Ciudadela cuando llegue la hora de la verdad.
En Puerto Madryn apareció la versión más pálida de 2025: fallas repetidas, muchas desconexiones y un inicio sin el filo que hace una semana se había visto ante River. La pregunta de fondo no pasa por el dibujo que ilustró Mariano Campodónico, pasa por lo anímico: cómo encender otra vez la intensidad que permite competir contra cualquiera. Deportivo Madryn es líder e invicto en su casa y el contexto pesaba; pero si el objetivo es pelear el ascenso, la concentración tiene que estar prendida desde el primer segundo.
El partido, aún en la derrota, dejó una pista: cuando el equipo adelantó metros con orden, el local retrocedió. Y cuando la presión fue más agresiva, se generaron situaciones. La foto del gol también marca el camino. No hace falta reinventar nada; sí ajustar la presión, limpiar el primer pase y poner gente en zona de definición. Menos dudas en las áreas, más convicción en cada disputa.
Campodónico no le esquivó al diagnóstico ni a la exigencia. “Fue duro, pero ya pasó. Esto quedó atrás y lo de River también”, marcó. La lógica entiende que el calendario no espera. Enseguida ordenó prioridades. “Ahora tenemos que estudiar el partido, qué hicimos mal y bien. Desde el martes, pensar en Alvarado; y enseguida Deportivo Maipú. Son dos partidos en una semana”, analizó. Y dejó la vara explícita. “San Martín es un equipo que tiene que ascender… Si podemos salir primeros, mejor; si no, jugar el Reducido”, afirmó.
La hoja de ruta es concreta para San Martín
Entrar despiertos: los primeros 10 minutos no pueden ser de tanteo. Ahí se construye o se complica la tarde. La pelota tiene que estar lejos de Sand.
Rigor defensivo: evitar errores no forzados y las desatenciones que obligan a remarla desde atrás, y mejorar las coberturas cuando el rival carga por las bandas. Un retroceso ordenado vale un gol evitado.
Agresividad en el área rival: Más gente atacando en el punto de penal, patear centros que tengan sentido y concretar remates que cierren la jugada. Con decisión, el equipo lastima.
El “Santo” tiene con qué: lo demostró cuando compitió de igual a igual con un gigante. El desafío es sostenerlo cada fin de semana, sin necesitar un marco de Copa para encenderse.
También hay un plano emocional que trabajar. Hace menos de un mes, el plantel miraba a todos desde arriba; hoy toca administrar la frustración y reenfocar. Cabeza fría para corregir e intensidad para competir. Darío Sand respondió cuando lo llamaron; el resto tiene que acompañar con hechos. Ganar y perder son parte del juego, ya se sabe, pero no se puede dejar ir la identidad de un equipo que, desde hace años, persigue el sueño de jugar en la Primera División del fútbol argentino.
El calendario aprieta. Dos partidos en siete días para recuperar terreno y confianza. Más adelante espera Atlanta, hoy segundo, y otros rivales que no aparecen como “intimidantes” pero quitan puntos si se los subestima. El torneo no perdona distracciones. Cada empate que parecía inofensivo y cada desconexión de cinco minutos se paga en la tabla. Por eso, la consigna es clara: fiabilidad. Hacer bien lo simple, todas las fechas.
Lo de River sirve como referencia, no es un refugio. Aquella vara alta ahora es compromiso: competir con ese estándar también contra Alvarado el domingo y contra Maipú el miércoles de la próxima semana. Sin excusas y sin esperar el gran escenario. El ascenso se construye en ese barro: tres puntos a la vez, sosteniendo plan y actitud. Nueve fechas no son eternas, pero alcanzan para enderezar el rumbo si el equipo vuelve a competir con la misma seriedad todos los fines de semana.
Campodónico lo resumió en modo taller: revisar, corregir y avanzar. La Ciudadela pide hechos, y el plantel conoce el camino. Nueve partidos, nueve oportunidades para que la frase del entrenador deje de ser un deseo y empiece a parecer un destino. La diferencia la harán los detalles que se pasaron por alto en Madryn. Ahí está la frontera entre una mala tarde y un mal final.