Pará un segundo y pensá: ¿cómo manejabas la plata hace 10 años? ¿Pagabas con tarjeta, con efectivo? ¿Te acordás de ir al banco y hacer cola para una transferencia? Ahora agarrás el celular y en segundos mandás plata a quien sea, sin moverte del sillón. ¿No es un cambio brutal?, plantea el economista Miguel Palou cuando LA GACETA le consulta sobre las transformaciones que se han observado en el último lustro, cuando la pandemia de la Covid-19 nos aisló y, por temor al contagio, las transferencias digitales comenzaron a ser moneda corriente.
“Esta era de transferencias digitales nos está revolucionando, pero ojo, no todos estamos en el mismo barco ni con el mismo ritmo”, advierte el especialista en análisis económico y financiero de Pizavil. Para muchos, sobre todo en provincias como Tucumán, la cosa no es tan simple. “Acá sigue habiendo mucho efectivo dando vueltas, mucha gente que no termina de confiar en pagar con el celu o hacer transferencias instantáneas. Y eso no es solo porque falte tecnología, sino porque el comercio informal, que es grande, sigue tirando para atrás: muchos no quieren que les quede rastro, o temen las cargas fiscales, y prefieren el cajero manual del efectivo”, subraya. De todas maneras, el Banco Central está aspirando los pesos de la calle para evitar que los ahorristas se dolaricen, ya que de esa manera sube el tipo de cambio. Para otros, la demanda de dinero en los cajeros automáticos implica trastornos, más aún en fechas de pago, cuando se suceden las filas de usuarios y, en algunos casos, colapsa el sistema.
Entonces, ¿qué hace el usuario? Algunos ya usan apps como Mercado Pago o Ualá, pero otros siguen con el billete en la mano, porque saben que en el kiosco o el taxi no les reciben el pago digital. “Esto genera una brecha gigante. Por eso, cuando alguien te dice que las transferencias digitales crecieron un montón, es cierto, pero hay un sector grande que no termina de sumarse”, indica el consultor.
Ahora, ¿qué implica todo esto para el mercado? Palou Miceli señala que está claro que los que sí usan estas plataformas están viendo el mundo financiero con otros ojos: la plata se mueve rápido, sin burocracia, sin costos exagerados. Para ellos, el celular es una suerte de “banco portátil” que no solo sirve para pagar, sino para pedir un crédito, ahorrar o invertir. “Esto abre una oportunidad enorme para los bancos y fintechs: si entienden bien esta realidad, pueden crear productos más accesibles y justos, que realmente sirvan a la gente, y no solo a los que tienen una cuenta bancaria tradicional”, acota. Además, el mercado en general se vuelve más eficiente: menos uso de efectivo significa más trazabilidad, menos economía en negro y, eventualmente, más recaudación para el Estado. Esto puede ayudar a bajar las tasas de interés y ampliar el acceso al crédito, una barrera para muchos.
Como en todas las operaciones financieras, la confianza es clave. Para que la mayoría de la gente se sume a este sistema digital, hay que bajarles el miedo. Eso pasa por regulación clara, educación financiera y, sobre todo, por ofrecer un sistema que realmente sea fácil, rápido y seguro. “Si miramos lo que pasó en Brasil con Pix, vemos un ejemplo de cómo un sistema de transferencias instantáneas, simple y gratuito, puede cambiar todo. En poco tiempo, millones se bancarizaron, accedieron a crédito y el mercado se dinamizó”, ejemplifica el economista. Durante las vacaciones de invierno, los usuarios de Prex aprovecharon Pix con un promedio de 13 transacciones por persona y un gasto medio de U$S 35 por operación. Las categorías con mayor volumen de pagos incluyeron alojamiento, acceso a atracciones turísticas, supermercados e indumentaria.
El 40% de los turistas que usaron Pix en este período lo hicieron por primera vez, mientras que el 60% ya había utilizado esta modalidad en viajes anteriores. Esta combinación muestra tanto la incorporación de nuevos consumidores como la preferencia de quienes repiten la experiencia, reflejando una adopción progresiva y natural de Pix a través de Prex como método de pago durante los viajes a Brasil. Otro dato revelador de esta nueva forma de pagar es que la franja etaria de usuarios que más utiliza este sistema va de los 36 a los 55 años.
Según Palou, en la Argentina, la oportunidad está, pero no es automática. El desafío es que la tecnología llegue a todos, pero también que el mercado y el Estado acompañen con políticas que incentiven la formalización y la confianza. En resumen, apunta el economista, el usuario está cambiando, quiere usar el dinero digital, pero le falta que el entorno esté preparado. El mercado tiene que entender esto para no perder esa oportunidad gigante que se está abriendo.
Los que mueven el mercado
La Generación Z, nacida entre fines de la década de 1990 y principios de 2010, está marcando un antes y un después en el mundo financiero. Nativos digitales desde la infancia, estos jóvenes han crecido en un entorno donde el efectivo pierde protagonismo frente a soluciones digitales cada vez más ágiles, intuitivas y accesibles. A diferencia de generaciones anteriores, su primer acercamiento al dinero no fue a través de monedas ni billetes, sino mediante apps, códigos QR y plataformas fintech que dominan con naturalidad, señala un reporte de Vesseo, una billetera digital con presencia en 16 países de Latinoamérica.
El uso intensivo de billeteras virtuales o incluso bancos digitales, se ha convertido en una extensión del celular para esta generación. “Sin necesidad de una cuenta bancaria tradicional, pueden enviar y recibir dinero, pagar servicios, dividir gastos y hasta invertir en pocos clics. La inmediatez, transparencia y trazabilidad que ofrecen estas herramientas encajan perfectamente con sus hábitos y expectativas. A diferencia de lo que ocurría antes, hoy el dinero es visualizado en tiempo real, administrado desde el celular y sin barreras físicas”, señala Sebastián Siseles, CEO de la billetera digital Vesseo.
Lejos de ser simples usuarios, los jóvenes Z están revolucionando el mercado financiero con sus hábitos digitales. Exigen productos personalizados, rechazan burocracias, valoran la experiencia del usuario y se sienten cómodos probando nuevas soluciones tecnológicas. Este comportamiento ha obligado tanto a bancos tradicionales como a fintechs emergentes a reinventarse con propuestas más ágiles, simples y centradas en el cliente. La Gen Z ya no quiere solo una cuenta o una tarjeta: quiere servicios financieros integrados con su estilo de vida digital.
En este proceso, la educación financiera también ha cambiado de formato. La Generación Z ya no aprende finanzas solo en la escuela o en casa, sino que se educa a través de videos en TikTok, podcasts, canales de YouTube, newsletters y plataformas interactivas. Figuras influyentes como “finfluencers” y cuentas especializadas les enseñan a ahorrar, invertir, evitar estafas y planificar sus metas económicas.
Las propias billeteras digitales también cumplen un rol didáctico al ofrecer funcionalidades que categorizan gastos, muestran estadísticas y promueven hábitos saludables de consumo.
Asimismo, los conceptos financieros básicos han sido resignificados en el mundo digital: si bien el concepto ahorro sigue siendo lo más importante, algo heredado de los millennials, esta generación ya conoce lo qué son las criptomonedas, qué diferencia hay entre gastar e invertir, y por qué es importante el historial crediticio. La facilidad de acceso a esta información, combinada con la tecnología, permite que jóvenes desde los 15 años comiencen a tomar decisiones responsables sobre su dinero sin haber pasado por un banco.
A largo plazo, se espera que esta revolución financiera encabezada por la Gen Z transforme por completo el ecosistema económico. Con una mirada crítica, tecnológica y globalizada, no solo adoptan las soluciones digitales sino que las demandan, mejoran y hasta crean nuevas.
“A medida que se insertan en el mundo laboral y acceden a mayores ingresos, la relación con su dinero seguirá siendo 100% digital, exigiendo a las empresas financieras una adaptación constante. Aquellas entidades que no comprendan esta lógica corren el riesgo de volverse obsoletas ante un público que ya no concibe otra forma de operar. La plata ya no se guarda bajo el colchón: hoy se cuida, se multiplica y se administra desde la palma de la mano”, agregaron desde Vesseo.
La Generación Z no solo está cambiando la forma en la que se usa el dinero: está construyendo un nuevo paradigma económico. Su alfabetización financiera ocurre en línea, sus decisiones se toman en tiempo real y su confianza radica en la tecnología más que en las instituciones. Sin embargo, la transición del pago en efectivo a los pagos digitales ha reducido la percepción del gasto y el control que debe realizarse sobre ellos. El consumo en línea y el bombardeo constante de las redes sociales fomentan un comportamiento impulsivo. “Las redes sociales están diseñadas para incentivar el consumo continuo. Los jóvenes están expuestos a mensajes constantes de compra, lo que los impulsa a gastar más de lo que pueden permitirse”, advierte Elisabet Ruiz-Dotras, profesora de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Según un estudio publicado en la revista Nature, las tarjetas de crédito aprovechan los mecanismos neuronales de recompensa para fomentar un mayor gasto. El uso de estas tarjetas reduce la sensibilidad al precio y activa el sistema de recompensa del cerebro, a diferencia del pago en efectivo, donde la activación neuronal varía según el precio del producto. Los errores más comunes que cometen las personas jóvenes al gestionar su dinero incluyen la falta de planificación financiera, la ausencia de ahorro sistemático y la tendencia a gastar en cosas que no necesitan. “Muchos jóvenes gastan primero y ahorran lo que les queda, que suele ser nada. Esto les impide construir un colchón financiero para el futuro”, explica la también investigadora del grupo Digital Business Research Group.
Estrategias: ¿cómo opera el argentino?
De acuerdo con el último Informe Mensual de Pagos Minoristas del Banco Central, a junio pasado, las transferencias inmediatas de dinero se incrementaron un 19,6% interanual. En pesos se registraron 591,6 millones de transacciones por $ 60,3 billones, que implican incrementos interanuales del 19,6 % y del 34,1 %, en cantidades y en montos respectivamente.
• El 75,9% tuvo como origen y/o destino una CVU. En moneda extranjeras, se registraron 1,5 millones de operaciones (46,7% interanual) por U$S 2.373,2 millones (82,8% interanual).
• Respecto de los Pagos con transferencia (PCT) interoperables, se efectuaron 62,9 millones de operaciones (aumento interanual del 18,8%) por un total de $ 1,2 billones (41,5% más).
• El 98 % se inició con códigos QR, que representa 61,7 millones de pagos (36,1% interanual) por $ 1,2 billones (55,9%).
• El 54,3 % fue realizado por clientes que utilizaron sus cuentas a la vista y en un 45,7% sus cuentas de pago. Asimismo, el 41,2 % de los comercios acreditaron en cuentas a la vista y un 58,8 % en cuentas de pago.
• Actualmente se encuentran registradas ante el Banco Central 78 billeteras digitales interoperables y 45 aceptadores de PCT.
• Con claves aleatorias, el 2% de los usuarios utilizó un token para su inicio; se trata de 1,3 millones de operaciones (-83,3% interanual) por $ 33.600 millones (caída del 66,5% interanual).