Por última vez, el rugido de un motor volverá a mezclarse con los latidos del corazón de Facundo Rotondo dentro de un habitáculo de competición. Después de más de dos décadas vinculado al automovilismo, el piloto tucumano de 28 años anunció su retiro tras el impactante incendio sufrido en su Chevrolet Onix durante la última serie de la Clase 2 del Turismo Nacional en Oberá. La imagen del fuego envolviendo su coche recorrió los portales deportivos de todo el país, pero la verdadera noticia vino después: Rotondo decidió que en septiembre, en Buenos Aires, correrá su última carrera.

“Esto fue la gota que rebasó el vaso”, admitió Facundo, sereno pero con esa emoción contenida de quien acaba de cerrar un ciclo vital. “Yo venía sintiendo que ya estaba, que la vida me venía tirando alertas... Y el sábado fue eso: un aviso claro. Por suerte no pasó a mayores, pero podría haber sido muy grave”, advirtió.

El relato de ese momento estremece. No hubo explosión cinematográfica ni dramatismo exagerado, sino el peligro real, tangible, de segundos críticos. “Me venía ahogando por los gases, no podía respirar y se me apagó el motor. Me tiré a la banquina y cuando abrí la puerta para bajarme entró oxígeno y ahí explotó”, cuenta. “Si no me sacaba el cinto y el volante dos segundos antes, no salía del auto”, explicó con asombro el tucumano.

Facundo sabía bien lo que hacía. “Uno, cuando corre, tiene ya mecanizados esos movimientos: el volante, los puntos del cinturón… Pero jamás imaginé que se iba a prender fuego. Justo abrí la puerta, entró aire. Hasta ahora no sabemos cómo se originó todo… Al parecer alguna manguera de nafta se rompió por ahí y encontró una chispa, una bujía, algo... Y ahí se dio todo, quedó todo quemado…”, contó el piloto de 28 años.

El susto no sólo fue para él. Su familia, desde Tucumán, siguió la escena por televisión. “En esos momentos yo pensaba en mi vieja, que me estaba viendo desde 1.200 kilómetros. Imaginate lo que fue eso para ella, viendo el auto prendido fuego…”, dijo, con la voz algo quebrada.

Aunque el equipo trabajó contrarreloj para armar el coche y permitirle largar el domingo, Facundo admite que la motivación ya no era la misma. “Sí; quería largar, pero estaba cagado de miedo (sic). No me sentía 100% tranquilo. El auto se había armado entre 15 personas en tiempo récord, con piezas cambiadas, hasta con otra caja de cambios. Pero en mi cabeza ya no estaba entero”, comentó en diálogo con LA GACETA.

Y esa sensación no fue pasajera. Lejos de intentar olvidarlo, al accidente lo transformó en señal definitiva. “Fue una desgracia con suerte, como se dice. Pero también fue suficiente. Me hizo repensar todo. Y decidí: corro en Buenos Aires en septiembre porque tengo el compromiso asumido con el equipo, y después me retiro del automovilismo”, disparó.

Su decisión no fue precipitada. “Lo venía pensando desde hace tiempo. Se lo dije primero a mi viejo, después a mi vieja, y luego al equipo. Juan Pablo (Maquirriain), el dueño, lo entendió perfectamente. Fue difícil, porque este deporte fue toda mi vida. Pero ya está”, agregó.

Rotondo comenzó a correr a los 8 años. Hoy, a pocos días de cumplir 29 (el sábado), dice que el automovilismo le dio muchas cosas, pero también se lo llevó casi todo. “Es un deporte ingrato. Uno entrega todo y recibe poco. Mucho sacrificio económico, mucho tiempo lejos de la familia. Y al final, solo gana uno. Son 50 en pista, y hay 12 carreras al año. La cuenta es sencilla”, dijo el joven.

Lo que más valora, asegura, no son los podios ni los puntos, sino las personas. “En el automovilismo no se hacen muchos amigos porque es un deporte muy individualista. Pero yo tuve la suerte de encontrar una familia en mi equipo. Juan Pablo fue como un padre para mí. Con su familia tuvimos una relación muy cercana. Eso me lo llevo para siempre”, añadió.

Aun así, Facundo no niega la espina que le queda clavada. “Me hubiese gustado salir campeón. El año pasado tuvimos nuestra mejor temporada; salimos segundos en Oberá, justo en este mismo circuito. Hace un año estaba celebrando ese podio, hoy la realidad es diferente. Este año arrancamos mal, con un auto nuevo que no funcionaba bien. Nos sacaron el coche con el que peleábamos arriba y eso también influyó. Fue un cúmulo de cosas”.

La pasión por los motores es algo que corre en su sangre. “Toda mi familia es fierrera. Mi viejo, mis tíos, todos. Pero ahora necesito un respiro. Hoy por hoy, si me preguntás, no quiero saber nada del automovilismo. Capaz que en unos años cambie de idea. Puede ser. Pero hoy no”, aseveró.

En ese nuevo capítulo que se abre, Facundo encuentra consuelo en otros deportes. “Hace poco me enganché con el pádel. Me gusta, lo estoy disfrutando. Capaz que empiezo a competir más en serio, no sé. Quiero vivir un poco más. Estos últimos años puse siempre al automovilismo primero, y todo lo demás quedó atrás. Ahora quiero recuperar ese tiempo con mi familia, mis amigos, mis proyectos”, señaló el joven piloto, horas después de ser protagonista de un accidente milagroso.

¿Qué se necesita para dejar algo que se ama? Tal vez el convencimiento de que ya se dio todo, de que cada curva fue tomada y cada riesgo asumido. “Estoy en paz con mi decisión. Me costó, pero siento que el ciclo se cerró. Viví el automovilismo con intensidad, desde niño. Ahora quiero ver qué hay más allá”, expresó.

Rotondo corre una vez más en septiembre. Y luego, se bajará la visera, se quitará los guantes, y saldrá caminando de boxes. Con la frente en alto porque aunque no haya un trofeo en la vitrina, su mayor victoria será haber sabido cuándo decir adiós para volver a estar cerca de la familia.