La ruta 338, que comunica la zona metropolitana con el cerro, tanto desde el camino a San Javier como desde el que lleva a Villa Nougués, es delicada por hallarse en una zona montañosa geológicamente frágil, en la que con relativa frecuencia hay movimientos y derrumbes. De ello han dado cuenta recientes deslizamientos y derrumbes -en marzo estuvo cerrada durante unos días por esa razón y hace dos años, durante varios meses a causa de la reparaciones en El Rulo- y su contextura ha sido puesta en escena ahora con la presentación del informe técnico ambiental de la Universidad Nacional de Tucumán, a propósito de la Ciudad Universitaria y del parque Sierra de San Javier.
En ese informe se advierte de lo que significaría la presión antrópica sobre el angosto camino si se hubiera montado allí la ciudad universitaria y se movieran y usaran la cumbre del cero los 80.000 integrantes de la Universidad de la actualidad. Los investigadores incluso analizan los riesgos que ya genera el uso intenso que le dan a la ruta los deportistas que hacen trekking y los ciclistas, así como la casa vez más asidua concurrencia a la cumbre por razones de ocio y descanso. También se advierte los riesgos a futuro si no hay coordinación entre Universidad y comunas y municipios aledaños para regular la urbanización, toda vez que alrededor del parque Sierra de San Javier están aumentando los barrios privados y las construcciones de viviendas particulares.
Cabe pensar que este era el futuro que imaginaron hace 90 años los tucumanos que pensaron abrir con fines turísticos la ruta al cerro y, hace 70 años, los que se imaginaron montar allí la ciudad universitaria. El cerro era un imán de naturaleza y frescura tal como lo es hoy. Por eso es una zona tan requerida para urbanización.
Ahora bien, mientras se toma conciencia de los riesgos a la naturaleza y al ambiente que trae aparejada la urbanización sin control, bueno es considerar que hay asuntos que se deben tener en cuenta ante los desafíos de la realidad y de las nuevas tendencias. Porque al mismo tiempo que se genera esta inquietud se está estimulando el crecimiento turístico de la zona, lo cual trae aparejada la mayor presión de uso. Y en este sentido es importante preocuparse por lo que sucede. Un lector ha pedido en una carta del lunes pasado que se ilumine la ruta en el sector de San Pablo, donde hay cuatro barrios privados y dos locales de baile, y de noche, por falta de luz, señales pavimentales y por algunos baches, es un sector de alto peligro. También se sabe desde siempre que la ruta es muy angosta, con varias curvas de fuerte pendiente y que requiere mejoras en banquinas, guardrails y cuidados como el que se hizo cuando se cambió el puente en El Rulo.
Como ya se señaló en otra oportunidad, después del corte de ruta de marzo pasado, convendría pensar en tareas de mantenimiento más intensas, así como proyectos que incluyan en algún futuro mejoras y ampliación de sectores de este camino. Su importancia va a seguir creciendo y habría que trazar estrategias de conservación adecuadas para ese uso de mayor exigencia.