Puede que la instalación de un complejo de semáforos no parezca merecedor de un amplio despliegue informativo. A fin de cuentas, son obras que forman parte de las obligaciones de cualquier municipio. Claro que hay casos especiales, y el de la esquina de la avenida Aconquija y Lobo de la Vega es un ejemplo. Al tratarse de una de las intersecciones más transitadas de Yerba Buena urgía este ordenamiento, un reclamo permanente de vecinos y de comerciantes de la zona. Es de esperar que de aquí en más las zozobras que a diario padecían conductores y peatones cesen por completo.
Todo está relacionado con el crecimiento exponencial de Yerba Buena, cuyo tránsito vehicular no deja de aumentar. Y así seguirá en los años venideros, teniendo en cuenta el desarrollo inmobiliario y el incremento poblacional de la “Ciudad Jardín”. Que la avenida Aconquija ha quedado angosta ante semejante flujo salta a la vista. El municipio avanzó con algunas iniciativas, como las imprescindibles dársenas de giro que “comieron” una parte de la platabanda. Justamente el futuro de esa ancha platabanda, tan característica por el verde que la distingue, es uno de los numerosos temas de debate que plantea esta “nueva” Yerba Buena, cada vez más elegida por los tucumanos.
Es que a medida que las ciudades emergen o se expanden vertiginosamente la necesidad de una planificación vial eficiente se vuelve una prioridad, sobre todo cuando el aumento del parque automotor avanza más rápido que la infraestructura. Calles antes tranquilas se ven saturadas de vehículos, motos, bicicletas y peatones que comparten un espacio cada vez más congestionado. Frente a este panorama, los semáforos no solo regulan el tránsito: salvan vidas, reducen tiempos de viaje y previenen conflictos viales.
Incorporar semáforos también envía un mensaje político y social, acerca de una ciudad pensada y proyectada para ser habitable, segura y eficiente. Junto a las sendas peatonales, los reductores de velocidad y los carteles informativos, los semáforos configuran un ecosistema urbano donde cada ciudadano -desde el conductor hasta el niño que va a la escuela- puede circular con mayor previsibilidad. Además, permite planificar de forma más estratégica el uso del suelo y las zonas de crecimiento.
Aunque se asocian sólo con la movilidad vehicular, los semáforos tienen un impacto indirecto en otros aspectos. Por ejemplo, una circulación más fluida y ordenada reduce los niveles de ruido y de emisiones contaminantes, ya que evita frenadas bruscas y embotellamientos innecesarios. También se traduce en menos estrés para los conductores y peatones, y en mayor puntualidad para quienes dependen del transporte público.
Por otro lado, cuando el tránsito es caótico y carente de señalización, la percepción de inseguridad crece. Las ciudades que incorporan semáforos dan una señal clara de autoridad presente, de cuidado del espacio público y de atención a las necesidades cotidianas de la población.
Las autoridades municipales destacaron que gracias a esta obra los agentes que estaban apostados en la avenida Aconquija podrán cubrir otras zonas. Hicieron alusión al cruce del Camino de Sirga y la Solano Vera, otra avenida de crecimiento veloz que, además, une Yerba Buena con San Pablo. Precisamente esa esquina se vería beneficiada con la instalación de un complejo semaforizado.
Así sucede con los semáforos: puede parecer una anécdota más que una noticia de envergadura, pero lecturas más profundas demuestran que su presencia incide directamente en la seguridad, el orden urbano y la calidad de vida. Más que luces, son señales de progreso.