Los próceres no pudieron evitar el mal de este siglo: el desencuentro. ¿Cuál desencuentro?, podrían preguntar Paso, Godoy Cruz, Thames, Sánchez de Bustamante o Castro Barros, después de la postal de esta tapa de papel o cualquier foto del sitio digital de LA GACETA. Y es lógico, el pueblo que ellos invocaron estaba unido de frente a la Casa de Gobierno, a la cual le antecedía un potente escenario por el que caminaban ídolos musicales.

El desencuentro -podrían responderle desde el presente- estaba en la puerta de la casa de doña Francisca Bazán de Laguna. Faltaron al homenaje el Presidente de la Nación, la vicepresidenta; y los gobernadores de las provincias brillaron por su ausencia. Como si estuvieran en otra situación.

Dos escenarios: uno político y otro artístico. La ciudadanía, en la plaza aplaudiendo a rabiar. La dirigencia, en la Casa Histórica, sola. Una simple metáfora de la distancia entre unos y otros, como si una pesada niebla no los dejara verse ni dialogar.