Hay rutas que unen geografías y otras que, como el Camino del Perú, desgarran el alma de quienes la transitan. Cada día, miles de ciudadanos enfrentan no solo un tránsito caótico, sino una lucha cotidiana contra la desidia, el abandono y el peligro. La avenida Camino del Perú, que cruza las jurisdicciones de San Miguel de Tucumán y Yerba Buena, se ha convertido en un escenario de tensiones y riesgos crecientes. Por su calzada colapsada circulan camiones pesados, colectivos, autos, motos, bicicletas, peatones y hasta animales sueltos. Todo esto, en una infraestructura que no ha sido capaz de adaptarse al crecimiento poblacional y urbano. Cada cruce se transforma en una apuesta a la suerte. En la intersección de Frías Silva e Italia, frente a la Sociedad Rural, los semáforos -casi invisibles por el desgaste- no alcanzan para ordenar el caos. Los choques son constantes, los gritos, las bocinas y los frenazos ya no sorprenden. Vivir allí es convivir con el miedo y la impotencia. Mientras tanto, los agentes de tránsito, casi sin herramientas, intentan sostener el orden con voluntad más que con medios. Bajo sus pies, baches alimentados por pérdidas de agua. A su alrededor, barrios que crecen, escuelas que se multiplican, y una red vial que sigue anclada en un pasado que ya no existe. Apelo a los intendentes de ambas jurisdicciones: este drama no distingue límites políticos. La seguridad y la dignidad de nuestros vecinos exigen respuestas urgentes. No se trata de obras monumentales, sino de semáforos visibles, pavimento en condiciones y una planificación responsable. Cada peso invertido en infraestructura salva tiempo, angustias y, a veces, vidas. Este llamado no es solo una queja: es un ruego colectivo, es la voz de quienes ya no pueden esperar.

Jorge Bernabé Lobo Aragón                                                     

Av. Camino del Perú 1575 - S. M. de Tucumán