Con autoridad, Argentina superó a República Dominicana por 67 a 51 en su tercer partido de la FIBA AmeriCup femenina y mantiene intacto su gran objetivo: volver a jugar un Mundial. Aunque el sueño de coronarse campeonas es aún lejano, quedar entre las cinco mejores selecciones del torneo es una meta realista que les permitiría a “Las Gigantes” ingresar en el repechaje rumbo a Alemania 2026.
El triunfo frente al equipo caribeño no sólo fue un paso importante desde lo deportivo; también sirvió para reforzar la mentalidad del grupo, ese convencimiento de que los miedos del pasado ya quedaron atrás.
Así lo explicó Agostina Burani, la capitana del equipo, en diálogo con LA GACETA días antes del inicio del torneo. Desde un hotel en Buenos Aires, donde el equipo se concentró para ultimar detalles de la preparación, la jugadora de 33 años dejó claro el propósito que une al plantel: “Sería hermoso poder ganar, pero primero queremos clasificar para la ventana de febrero. El logro sería jugar el Mundial”, aseguró.
La referencia de Burani no es menor. Después de la ausencia en el Mundial de España 2018, el deseo de volver a representar al país en el máximo certamen del básquet femenino internacional se transformó en una motivación central. A pesar de las derrotas frente a Canadá y Brasil (dos potencias del continente) Argentina sigue en carrera. “Son los rivales más fuertes de la zona, pero hay que ir partido a partido”, advirtió la jugadora nacida en Lanús.
Ese paso a paso no es sólo una cuestión táctica. Es también un acto de resistencia y convicción. El camino para las jugadoras argentinas siempre fue más empinado que para otras selecciones. Y en esa dificultad, aseguran, también está su fortaleza. “La jugadora argentina siempre tiene esa garra; ese corazón que todo equipo quiere. Allá se fijan mucho en eso”, destacó Burani.
Esa fibra emocional que se nota en la cancha tiene una explicación más profunda. “Acá nadie nos regala nada y todo nos cuesta muchísimo más que en otros lados. Eso lo vivimos desde muy chiquitos y nos sale natural. Entregar todo en cada entrenamiento, ganárselo, dejar todo”, remarcó. Con palabras simples, Burani puso en contexto lo que para muchos es invisible: el sacrificio cotidiano, la distancia con la familia, el esfuerzo físico y emocional que implica mantenerse en la elite en un país que muchas veces ofrece más obstáculos que apoyos.
“No es todo color de rosa en nuestra profesión”, admite. “Nos toca estar lejos de nuestra familia, estamos solos y obviamente eso tiene contras. Pero es lo que amamos, es a lo que nos dedicamos y es lo que nos gusta hacer”. En su caso, la distancia fue aún más dolorosa en lo personal: “Mi abuelo falleció un mes antes de volverme el año pasado. Fue repentinamente y no pude despedirme”, cuenta con tristeza.
"Las Gigantes" tienen en claro el objetivo
Esa desventaja estructural y emocional, sin embargo, no impide soñar ni competir. Burani, con voz serena pero firme, pone en palabras un deseo colectivo que va más allá del resultado inmediato: “Argentina merece estar entre los mejores equipos del mundo. Sería lindo que todas las chicas que vienen desde abajo vean que se puede y que algún día puedan jugar un Mundial”.
El camino es largo, pero cada paso cuenta. El triunfo ante República Dominicana es uno más en ese recorrido que “Las Gigantes” transitan con esfuerzo y convicción. Porque más allá del marcador, lo que está en juego es una forma de representar, de inspirar y de demostrar que, aún con menos recursos, se puede llegar lejos si se juega con el corazón.