El pasado jueves se cumplieron nueve años de aquel día en el que San Martín de Tucumán volvió a sonreír. Nueve años del regreso más esperado. Nueve años del ascenso a la B Nacional tras vencer 3-2 a Unión Aconquija en la lejana Andalgalá y gritar campeón del Torneo Federal A. Fue una tarde eterna, escrita con goles, sufrimiento, polémica y gloria. Una tarde que devolvió al “Santo” al lugar donde la historia lo reclama.

Los dirigidos por Diego Cagna llegaban con una leve ventaja al partido que se disputó el 26 de junio de 2016 en la cancha de Tiro Federal de Andalgalá, Catamarca. Habían ganado la ida 1-0 en La Ciudadela gracias al gol de Gonzalo Rodríguez. Por eso, el plantel “santo” sabía que un empate le alcanzaba. Pero no estaba en los planes especular. El conjunto de Bolívar y Pellegrini tenía la determinación de hacer historia con autoridad e imponerse más allá del contexto.

El inicio fue perfecto. Apenas a los seis minutos, el “Santo” encontró el primer gol: Ramón Lentini aprovechó un error de la defensa local tras un centro de Rodríguez y puso el 1-0 para encaminar la tarde. “El 9 no falló y pegó en el momento ideal”, escribía LA GACETA, reflejando la efectividad temprana que alimentaba el sueño de ascenso.

REMATE AL ARCO. Gonzalo Rodríguez estuvo intratable aquella tarde. Foto de Archivo/LA GACETA.

Pero nada fue fácil. Unión Aconquija, que había hecho una gran campaña en el torneo, empezó a empujar con el fervor de su gente y con la ayuda de un arbitraje muy cuestionado. A los 25 minutos, el juez Mario Ejarque sancionó un penal muy discutido por una supuesta infracción de Esteban Goicoechea. Lucas Farías lo cambió por gol y empató el partido. “Ese 1-1 complicó la historia para los tucumanos, que igualmente se bancaron el arbitraje y siguieron firmes en su misión de ascenso”, explicaba el diario en su crónica.

Así, el segundo tiempo comenzó con más dudas que certezas para San Martín. Y cuando aún no lograba asentarse en el juego, llegó el baldazo de agua fría: Farías aprovechó una mala salida de César Taborda y anotó el segundo para el conjunto catamarqueño. Por unos minutos, la ilusión pareció tambalearse. El global estaba 2-2, y con el empate en goles, el campeón se definiría por penales.

Pero el golpe no desmoralizó al “Santo”. Apenas sacaron del medio, el “Turbo” Rodríguez se encargó de devolverle el alma al equipo de Cagna. Metió una corrida furiosa y sacó un remate bajo que se metió junto al palo derecho del arquero. “Gol y 2-2, para seguir soñando”, decía LA GACETA, marcando el momento exacto en que el equipo volvió a ponerse de pie.

Faltaban nueve minutos para el final cuando llegó el tanto definitivo. Otra vez Rodríguez, otra vez Lentini. El “9” definió con precisión y desató la euforia total. “La firma del goleador desató la alegría en todos los ‘Santos’, que ahí se dieron cuenta de que el ascenso ya no podría escaparse de sus manos”, cronicaba el diario.

ABRAZO. Los jugadores del

El 3-2 fue el último empujón hacia la gloria. San Martín había cumplido su objetivo: campeón del Federal A, ascenso a la B Nacional y regreso al lugar donde su historia más brilla.

El contexto no fue menor. El torneo había comenzado con 35 equipos divididos en zonas, y el “Santo” logró clasificar primero en la Zona E. En la segunda fase superó a Guaraní Antonio Franco —con aquel agónico gol de Iván Agudiak—, luego eliminó a Sportivo Belgrano, y en la cuarta fase venció a Libertad de Sunchales.

Por nivel, Unión Aconquija fue su rival más duro, pero no pudo con la historia. San Martín terminó la temporada regular con 12 partidos jugados: ganó seis, empató cuatro y perdió solo dos. Lentini fue el goleador del equipo con 11 tantos, y Rodríguez lo siguió con cuatro. Un tándem letal que respondió cuando más se lo necesitaba.

CARAVANA. El plantel

Los festejos en la provincia

En las calles de Tucumán, la celebración fue inmediata. Miles de hinchas colmaron la Plaza Independencia, como lo reflejaba LA GACETA en su nota “Los ‘santos’ festejan el ascenso en la plaza”. Hubo caravanas, cantos y lágrimas.

Algunos incluso llegaron al Obelisco con banderas rojiblancas, demostrando que la pasión “santa” no tiene fronteras. “San Martín pasó del purgatorio al paraíso”, titulaba otra de las notas del diario, capturando con precisión el sentimiento de una hinchada que resistió cinco años en el “infierno” llamado Federal A.

Cagna, el entrenador del ascenso, también se metió en la historia grande del club. Había asumido meses antes, en un contexto difícil, y logró formar un equipo compacto, eficaz y con carácter. En declaraciones al diario, no se ponía techo tras lo conseguido en Andalgalá: “Mi intención es quedarme en San Martín. Hay que llevarlo a Primera”, expresó.

Sus festejos descontrolados con los jugadores, tras el pitazo final en la cancha de Tiro Federal, quedaron grabados como una postal imborrable de aquella tarde.

Esa noche gélida, como narraban los cronistas, el plantel regresó en caravana desde Catamarca, con una multitud acompañando en lo que luego se denominó “el ascenso de la gente”.

“Es increíble lo que se está viviendo, con esta gente hermosa, que nos apoyó en todo desde que arrancó el torneo. Se lo dedicamos a ellos, que fueron los que nos bancaron, estuvieron siempre”, declaró Facundo Rivero, al borde de las lágrimas.

DESTROZOS. Así quedaron algunos locales que se encontraban en las inmediaciones de la Plaza Independencia.

El entonces gobernador Juan Manzur, por su parte, recibió al plantel en la Casa de Gobierno al día siguiente, y las calles se tiñeron de rojo y blanco. Fue una celebración popular, cargada de emoción, memoria y justicia deportiva. Incluso se vivieron algunos incidentes durante los festejos masivos, reflejo de una pasión desbordada que, en ciertos casos, se volvió incontrolable.

Sin embargo, no todo fue alegría. Ese mismo día, en la antesala del partido, el club informó el fallecimiento de la madre del presidente Oscar Mirkin. “En un día especial, San Martín lamentó el fallecimiento de la madre de Mirkin”, titulaba el diario, mostrando el costado humano de una jornada que lo tuvo todo.

Hoy, nueve años después, aquella tarde sigue viva en cada hincha de San Martín. Porque no se trató solo de un ascenso: fue el regreso a la dignidad futbolera, el cierre de una etapa dolorosa y el reencuentro con una identidad. En Andalgalá, el “Santo” selló un capítulo que parecía negado, y lo hizo con los ingredientes que forjan las grandes gestas: fútbol, sufrimiento, revancha y orgullo.