Los veranos en España son cada vez más intensos. Las olas de calor, lejos de ser fenómenos esporádicos, se han convertido en una amenaza constante que pone en jaque no solo el confort, sino también la salud pública. Frente a esta nueva normalidad climática, comprender cómo reacciona el organismo ante temperaturas extremas resulta clave para poder protegerse.

Un reciente estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Roehampton, en Londres, profundiza en el impacto fisiológico del calor extremo y traza una guía clara sobre cómo actuar para evitar consecuencias graves.

Cuando el cuerpo entra en modo “supervivencia”

Cuando el termómetro supera ciertos niveles, el cuerpo humano debe redoblar esfuerzos para mantener estable su temperatura interna. Esta adaptación no es gratuita: se incrementa la tasa metabólica, se gasta más energía y aumenta significativamente el riesgo de deshidratación. El efecto es similar al que se experimenta en una sauna, donde los sistemas de regulación térmica del cuerpo se ven forzados al máximo.

En condiciones extremas —por ejemplo, cuando se superan los 40 ºC durante periodos prolongados—, el organismo puede alcanzar un umbral crítico. En ese punto, los mecanismos naturales de defensa pueden fallar, provocando un golpe de calor, una condición potencialmente mortal si no se trata con urgencia.

El corazón también sufre

El sistema cardiovascular es uno de los más afectados durante las olas de calor. Para disipar el exceso de calor, los vasos sanguíneos se dilatan y la frecuencia cardíaca aumenta. Este sobreesfuerzo puede tener consecuencias especialmente serias en personas mayores, niños y pacientes con enfermedades crónicas.

Además, estudios recientes demuestran que la respuesta del corazón al calor varía según la edad, el género y el estado físico de cada persona. Esto implica que las recomendaciones para protegerse deben adaptarse a las características individuales de cada uno.

¿Cuál es el límite del cuerpo humano?

Según los expertos, una persona sana podría soportar temperaturas de hasta 46 ºC si la humedad es baja y hay buena hidratación. No obstante, en ambientes húmedos, la capacidad del cuerpo para refrigerarse mediante la sudoración se reduce drásticamente, haciendo que el calor sea aún más peligroso.

Las olas de calor con alta humedad son, por tanto, las más letales. La combinación de calor y humedad impide al cuerpo liberarse del exceso de temperatura, lo que eleva el riesgo de colapso térmico.

Qué hacer para protegerse

La clave está en adoptar medidas preventivas simples pero efectivas:

- Beber abundante agua, incluso sin tener sed.

- Evitar el alcohol y las bebidas con cafeína.

- Usar ropa ligera, transpirable y de colores claros.

- Protegerse del sol con gorras, sombreros o pañuelos.

- Evitar el ejercicio físico intenso durante las horas centrales del día.

- Buscar la sombra o permanecer en espacios con ventilación o aire acondicionado.

En un contexto de cambio climático, donde las olas de calor serán cada vez más frecuentes e intensas, protegerse del calor extremo deja de ser un consejo estacional y se convierte en una necesidad vital. Escuchar al cuerpo, adaptarse y tomar precauciones puede marcar la diferencia entre el bienestar y una emergencia sanitaria.