Daniel Bini no nació en Tucumán, ni fue su familia quien le inculcó el amor por San Martín o Atlético. Su infancia no se forjó en los potreros de la provincia, sino en las afueras de Rosario, donde dio sus primeros pasos en el fútbol con Newell’s. La vida lo trajo a Tucumán por razones futbolísticas: llegó el 10 de julio de 1990 para jugar en el “Santo”. Y, como suele suceder, el tiempo —y el afecto— lo convirtieron en un tucumano más. Han pasado más de 30 años desde entonces. Hoy trabaja en una entidad bancaria, ejerce el periodismo, vive con su familia y conoce las calles de la provincia como si hubiese crecido en ellas.

Antes de mudarse, ya había visitado Tucumán cuando jugaba para Central Córdoba de Santiago del Estero. Fue entonces cuando se enamoró de la hinchada de San Martín. “Era un día de lluvia y la cancha estaba llena. Me encantó ver todo ese calor, la cantidad de gente y cómo alentaban al equipo. Entonces dije: ‘Ojalá me toque jugar algún día acá’. Y a los seis meses ya estaba jugando para San Martín. Era como un sueño cumplido”, recuerda.

Central Córdoba, por aquel entonces, jugaba en la B Nacional, aunque no era uno de los equipos protagonistas del torneo. La temporada 89/90 había terminado en el puesto 16, sin participación en los playoffs. El fútbol tucumano, en cambio, era el gran referente del norte argentino: San Martín ya había ascendido a Primera y Atlético era protagonista en la B Nacional.

“Había mucha distancia entre el fútbol tucumano y el santiagueño. Mucha diferencia en prácticamente todos los aspectos: infraestructura, organización, convocatoria de gente en la cancha... No solo San Martín, también Atlético. Estaban los dos en la B Nacional, y se potenciaban mutuamente. La rivalidad los obligaba a reforzarse y ser más competitivos cada año. Venir a jugar a Tucumán era dar un salto de calidad en mi carrera”, explica Bini.

“En Santiago, todo era muy a pulmón. No había apoyo del Estado. En esa época estaban gobernando los Juárez y no apoyaban nada el deporte. Los dirigentes de Central eran muy audaces y valientes para enfrentar un campeonato como la B Nacional sin respaldo: todo se sostenía con recursos genuinos y ayuda personal de los mismos dirigentes”, agrega.

Con el tiempo, también se fue encariñando con el paisaje de la provincia. “No es muy grande, pero tenés montañas, diques… Hay de todo a distancias muy cortas. Somos unos privilegiados y no lo aprovechamos como deberíamos”, dice.

LA GACETA / Diego Aráoz

En aquellos años, Bini solía frecuentar un café en la esquina de 25 de Mayo y Mendoza. “Nos sentábamos en la parte de la vidriera para que la gente nos vea”, recuerda entre risas.

La primera sorpresa que se llevó Bini fue el complejo Natalio Mirkin. “No todos los equipos, ni siquiera hoy en la Primera Nacional, tienen una infraestructura así. San Martín siempre estuvo un paso adelante. El complejo ya existía desde principios de los 80 o antes, y eso le daba seriedad al club. Yo sabía que no venía de paseo: venía con un objetivo claro, ascender y jugar en Primera”, afirma.

En 1991, San Martín estuvo a punto de lograr el ascenso a Primera: cayó en las semifinales del torneo frente a Belgrano y quedó a un paso de jugar la final contra Banfield, que había vencido a Atlético. “Hay mucha diferencia entre Primera División y Primera B Nacional, en las canchas, en los rivales, en el nivel de los jugadores. Se nota mucho. Fue cumplir el sueño, lograr el objetivo por el que llegué a San Martín. Jugar en Primera fue una alegría enorme. No pudimos quedarnos en Primera, desgraciadamente”, dice.

Bini jugó en San Martín hasta 1995. Luego continuó su carrera en clubes como Deportes La Serena (Chile), Deportivo Morón e Independiente Rivadavia. Sin embargo, nunca perdió el vínculo con Tucumán. ¿Por qué? Bini cuenta que formó una familia en la provincia y tenía toda su vida instalada en la capital. “Mi hija nació en Villa 9 de Julio, en el Sanatorio Regional. Ese fue el principal motivo por el que me quedé. Llevo casi 35 años acá, estoy totalmente adaptado y me encanta vivir en Tucumán. Por ahí voy a visitar a mis hermanas y a mi mamá en Rosario, pero estoy unos días y ya quiero volver”, describe.

¿Pensó en mudarse a otra provincia? “No. Tenía todas mis cosas acá y me dediqué a otra actividad. Siempre muy a gusto. La gente del fútbol, no solo de San Martín, me saluda y me reconoce aún hoy a pesar de los años, y eso es muy gratificante para mí”, responde. Hoy, entre números, micrófonos y recuerdos, Bini transita su vida tucumana con la misma convicción con la que alguna vez soñó jugar en La Ciudadela.