Allá por los comienzos de 2007, un joven basquetbolista salteño de sólo 20 años, llamado Pablo Walter, se mudaba a Tucumán con la valija llena de sueños e ilusiones. Llegaba para jugar en Talleres de Tafí Viejo y ni por asomo se imaginaba que estaba a punto de descubrir el nuevo club de su vida, y la provincia en la que plantaría raíces.

Hoy, 18 años más tarde y afrontando sus últimos partidos en el alto nivel, reconoce tener un vínculo especial con la provincia. “Gustavo Wettstein, un jugador salteño que estaba en Talleres, me había recomendado. Me fueron a buscar a fines de 2006, vine a una prueba en enero de 2007, y ya en febrero me vine a quedar”, recuerda Walter, en diálogo con LA GACETA, sobre el proceso que lo trajo al “Jardín de la República”.

¿Qué sabía de Tucumán? “No tenía idea de nada”, reconoce el pivot salteño, que lo único que conocía de la provincia era producto de la esporádica visita para enfrentar a Juan Bautista Alberdi por un torneo del ascenso.

Aunque su primer paso por Talleres duró apenas unos meses (en julio de 2007 se trasladó a Tierra del Fuego), volvió al “León” en marzo de 2008.

Con un segundo ciclo más extenso, que se cortó en 2011 cuando se trasladó a Chaco para jugar en Hindú de Resistencia, empezó a fortalecer su vínculo con Tucumán.

“La gente de Tafí Viejo era muy anfitriona, te recibía como si fueras de la familia. Cuando llegué a Tucumán estaba sólo y siempre me invitaban a comer los fines de semana. Eso tenía, y sigue teniendo, Tafí Viejo. Acá te hace sentir como en tu casa. Llegué con 20 años y con eso no sentí tanto el desarraigo”, asegura.

Fue justamente la forma de ser del tucumano lo que fue allanando el camino para que decidiera instalarse y para que elija volver. “Tafí Viejo hizo que me gustara mucho más Tucumán. De acá me gusta más la forma de ser de las personas; en Salta tienen una forma de relacionarse diferente, la gente es un poco más cerrada”, apunta.

Hoy Walter tiene un cariño igual, o incluso mayor, por Tucumán que por su Salta natal. “Siempre uno extraña las raíces, todavía escucho música que escuchaba cuando era chico. Tengo a mi familia allá, mi abuela, mis viejos y mi hermano, pero me siento un poco más tucumano que salteño”, advierte. “Ya soy más tucumano por cómo hablo jaja”.

Las últimas balas

Walter pasó por varios clubes tucumanos. Jugó en Estudiantes, Juventud Unida, Independiente, Tucumán BB y Asociación Mitre. Pero fue Talleres el club con el que siempre se identificó (y con el que logró varios títulos). Y es el club con el que hoy afronta sus últimos partidos como basquetbolista de alto nivel.

“Es muy especial esta temporada, muy emocional. Estoy tratando de entregar todo cada vez que hay partido, de salir sin nada para dar. Estoy disfrutando mucho con mis compañeros, con mi cuerpo técnico”, dice sobre los que serían los últimos partidos de su carrera.

La razón para dejar el básquet no tiene que ver tanto con sus 38 años, sino con una cuestión familiar. Desde hace dos años y medio, Walter es padre de Mikkel, y su esposa Solana está embarazada nuevamente.

Eso lo afecta y mucho a la hora de dedicarse al deporte. O por lo menos, a un nivel que lo obliga a viajar seguido. “Ya jugué muchos años. Hoy, irme de mi casa me cuesta mucho y ya no disfruto tanto. Creo que ya es hora de dedicarme más a la familia que al básquet”, afirma. “Me encanta el básquet, es un cable a tierra, pero jugar más profesionalmente me cuesta. Tal vez pueda seguir en un torneo local, que sea cerca de mi casa. De otra forma no lo veo viable”, agrega el pivot que el próximo viernes disputará el primer partido de la serie de octavos de final de la Liga Federal, ante El Ceibo de Córdoba, con la ilusión de cerrar su carrera dándole a Talleres el ascenso a la Liga Argentina.

Mientras tanto, disfruta de su vida familiar (que incluye también un negocio que tiene junto a su esposa) y proyecta un futuro en donde el deporte, inevitablemente, forma parte de su vida. Aunque no necesariamente sea con la pelota naranja. “No creo seguir ligado a esto, la verdad que prefiero hacer otra cosa como crossfit o natación. También me gusta andar en moto con mis amigos”, concluye Walter, ese salteño que se siente muy tucumano.