El impacto fue tan grande que Gianni Infantino, presidente de la FIFA, no pudo contener su asombro al ver cómo una multitud de hinchas de Boca Juniors transformaba Miami en una verdadera celebración azul y oro. En sus redes sociales, expresó: “Estaba encantado de ver a los fans de Boca Juniors apoderarse de Miami Beach antes de su apertura de la Copa Mundial de Clubes de la FIFA hoy. La fiebre del fútbol realmente se ha apoderado de los Estados Unidos de América”.

Como tantos turistas y residentes de Florida, Infantino fue testigo de una escena inolvidable: una postal típicamente argentina en pleno sur de Estados Unidos. Las camisetas, las banderas, los bombos y los cánticos coparon las calles sin necesidad de convocatoria oficial. Fue el pueblo boquense, una vez más, el que armó la fiesta con la misma entrega de siempre cada vez que el equipo juega fuera del país.

APUESTA. Infantino quiere que el Mundial de Clubes sea el puntapié de una era soñada.

El epicentro fue la intersección de Av. Collins y 80 St., aunque también hubo manifestaciones en lugares emblemáticos como South Beach o la esquina de Av. Collins con Av. España. Desde familias enteras hasta turistas que aprovecharon la ocasión para ver al club de sus amores, todos se fundieron en un mismo ritual de pertenencia. El banderazo fue más que una reunión: fue un grito de identidad.

Pero la pasión no se limitó a las playas de Miami. Durante los días previos, las redes sociales mostraron cómo la marea "xeneize" se extendió a todo el país. Camisetas de Boca flamearon en los parques de Disney, frente al castillo de Magic Kingdom, o acompañaron los gritos arriba de montañas rusas en Universal. Algunos resumieron la experiencia diciendo: “Boca es pasión”. Otros la vivieron como un reencuentro: “Boca es familia”. Y muchos coincidieron en una misma frase: “Boca es Mundial”.

Un mensaje para el mundo del fútbol

Hoy desde las 19, Boca debutará en el Mundial de Clubes frente al Benfica en el Hard Rock Stadium. La expectativa crece con el correr de las horas. Aunque el equipo aún no jugó, su hinchada ya dejó su marca, una que difícilmente pueda ser igualada. Y que, para muchos, ya significó un triunfo en sí mismo.

Para Infantino, lo vivido fue mucho más que colorido: fue una señal. En un contexto donde la FIFA intenta llevar el fútbol más allá de sus mercados habituales, la pasión de los hinchas sudamericanos que invadieron una ciudad entera deja en claro algo fundamental: la devoción no se fabrica, se vive.