Ser conservador no es mala palabra en el fútbol. Aunque muchos la defenestren y la demonicen, a veces resistir también es una forma de atacar. Y el motivo es simple: conocer las propias limitaciones convierte a cualquier equipo en algo mucho más fuerte. Y eso se magnifica en un juego tan estratégico como el fútbol.
El campeonato de Platense emociona y se erige como un ejemplo para el fútbol argentino. No es un equipo de renombre, no aparece en las portadas de los grandes medios ni se lo reconoce por una identidad futbolera definida. Al contrario: es un equipo humilde, con escasas herramientas, al que Favio Orsi y Sergio Gómez supieron exprimir al máximo.
Y esa es también un axioma de la vida -y del deporte-: explotar los recursos que se tienen al límite. Platense lo demostró desde que ingresó a los playoffs. Desarmó a Racing, superó a River, batió a San Lorenzo y cerró con un triunfo frente a Huracán. Por la mínima. Pero un gol de ventaja es suficiente. Y esta vez, bastó para el "Calamar".
El listado de jugadores no tiene grandes figuras ni nombres consagrados. Vicente Taborda es un juvenil cedido por Boca; Guido Mainero, con 30 años, deambuló por varios clubes del fútbol argentino; Juan Pablo Cozzani luchó mucho hasta asentarse en Primera; Ronaldo Martínez jugó en clubes de Paraguay y Bolivia antes de llegar al “Calamar”; Rodrigo Herrera y Oscar Salomón tienen historias similares.
Tampoco puede dejarse de lado el recorrido de la dupla Orsi-Gómez, que comenzó su camino en la Primera C con Fénix, allá por 2012. Y Platense, además, no tuvo las mejores estadísticas: no fue el mejor de su zona, ni el más goleador, ni el más sólido en defensa. Sin dudas, sorprendieron a todos. Nadie los tenía en carpeta. ¿Beneficiado por el formato? Sí. No es habitual que 16 equipos tengan chances de campeonar, pero la regla era igual para todos. Y eso no quita mérito: Platense es un club que se construyó desde abajo y desarrolló una gran efectividad. Hoy, desde ese fondo, llegó bien alto.
Ya había dado un anticipo en 2023, cuando jugó la final frente a Rosario Central. Aquella vez se quedó en las puertas del título, pero fue un aviso: Platense estaba listo para pelear torneos importantes, para ir por esa estrella que todos los clubes anhelan.
Hablar del partido es casi en vano. Platense y Huracán hicieron planteos conservadores. En consecuencia, hubo muy poca acción, demasiado escasa para una final. Pero si ese fue el plan de juego que los llevó hasta ahí, no había motivo para cambiar. Estaba claro: el equipo que pegara primero se iba a quedar con la copa. Y así fue. Un zapatazo de Mainero lo convirtió en ídolo eterno. Esa acción se repetirá en murales, imágenes y recuerdos en Vicente López. Un instante que lo mete en la historia grande del club.
Y es inevitable caer en la reflexión: ¿alguna vez veremos a un equipo tucumano en estas instancias o protagonizando estas proezas? Platense tenía varios nombres conocidos por Atlético y San Martín. Huracán también. No son ajenos a la provincia. Entonces, habrá que tomar nota de lo que hizo el “Calamar” y, por qué no, soñar con un campeonato. ¡Felicidades, Platense!