La Escuela Normal Juan Bautista Alberdi está viva. Ruidosa, enorme, histórica. Sus escaleras de mármol curvadas de tanto tránsito, su vieja campana de hierro hoy muda y las decenas de placas conmemorativas que cuelgan de sus paredes, pesan más que la estructura misma. “Con amor para nuestra escuela”, dice una. Cumplió 100 años hace tiempo. Ahora, celebra 150. Un sesquicentenario sin bodas, pero con memoria.
Una historia que sigue
En pleno centro tucumano, sobre Muñecas 219, la escuela continúa funcionando en su sede original. Su archivo, biblioteca y museo escolar son piezas clave de la conservación del patrimonio educativo. Hoy, con más de 650 alumnos sólo en primaria y casi 60 docentes, la institución sigue formando educadores para toda la provincia.
“Cumplir 150 años es muy importante para nosotros. Somos una institución formadora de docentes y nos mantuvimos durante estos años sosteniendo esa trayectoria”, dice Griselda Cajal, regente. “Han pasado personas muy importantes como el vicegobernador Miguel Acevedo y el capitán de fragata Pedro Martín Fernández, comandante del ARA San Juan”, recuerda. Una placa en su memoria lo honra: “No fue vicio naufragar, sino parte de mi historia”.
“La escuela tiene un programa de intensificación en lenguas extranjeras desde los años ‘80”, cuenta la profesora de francés, Cecilia Caliba López. “Los alumnos tienen cinco horas semanales de francés e inglés y forman parte del programa Label France Education, un sello de calidad otorgado por el Ministerio de Educación francés”. Sólo diez escuelas en Argentina lo tienen, y en el NOA, la Normal es la única.
Mañana, el embajador Romain Nadal renovará el convenio. Los estudiantes desde cuarto grado rinden exámenes internacionales en la Alianza Francesa, con certificados válidos de por vida. “Eso les abre puertas. Mis tres hijos estudian acá. Es un orgullo que compartimos como familia”, afirma Caliba.
Una pasión heredada
La regente Cajal lo resume con emoción: “Siento que se me pone la piel de gallina. Fui estudiante, docente, subregente y ahora regente. Mi nieto de tres años está en el jardín. Somos tres generaciones normalinas. La amamos profundamente”.
Patricia Morales, secretaria del Departamento de Aplicación, completa: “La historia de mi vida es la historia de esta escuela. Estudié y trabajo acá hace 32 años. Eso me permitió crecer como docente y cosechar amigos. Participar de este aniversario es un orgullo que atesoro”.
Las celebraciones comenzaron en abril con una peña, continuaron con una maratón, un acto en la Casa Histórica y siguieron con una cena de gala y una vigilia con velas para cantar el cumpleaños feliz. Hoy, exalumnos y alumnos harán un abrazo simbólico a las 11.30. Luego, compartirán un almuerzo a la canasta en el patio de la cantina de la institución.
Anécdotas únicas
La Normal tiene historias entrañables. Un preceptor, Víctor Quipildor, conoció a su futura esposa durante una jornada de reparación edilicia. Se casaron en la Sala de Profesores. “No podía pagar una fiesta, así que entre docentes y alumnos me organizaron todo. Salí del Registro Civil y ya estaba armado”, recuerda.
En 1991, el alumno Gabino Sáenz ganó un concurso del Centro de Estudiantes con un logo hecho con lapicera. El premio: una lapicera, un lápiz portamina y un sánguche de milanesa de Pepe.
Y en 1987, la promo de ese año ganó el viaje a Bariloche en el programa de televisión, “Feliz Domingo” con una presentación sobre Malvinas que emocionó al país.
“La Normal nos formó como ciudadanos y como profesionales”, dice Cajal. Y ese amor se contagia. Se transmite y se hereda.