A lo largo y a lo ancho del imperio colonial español, al fundar una ciudad el conquistador de turno señalaba el preciso lugar en el que se levantaría el Cabildo. “Es que no existía una ciudad sin Cabildo”, sintetizó el historiador Lucas Rebagliati (UBA-Conicet). Es decir, un espacio que cumpliera la ineludible doble función de albergar la administración local y la cárcel. El más famoso de nuestros Cabildos es el de Buenos Aires, ese que albergó la Revolución de Mayo y que todo niño aprende a dibujar en el trayecto escolar. ¿Y qué hay de los otros Cabildos repartidos por el territorio nacional? ¿Y qué sucedió con el Cabildo tucumano, donde se tomaron importantes decisiones una vez conocidos los acontecimientos del 25 de mayo?

Cinco Cabildos fueron declarados Monumento Histórico Nacional, uno de ellos el porteño que todos conocemos. Otro es el de Luján, que ostenta orgulloso la condición de haber sido el primero que reconoció a la Junta conformada en 1810 su carácter de gobierno patrio. Además, se sabe que por allí pasaron los padres fundadores José de San Martín y Manuel Belgrano.

El Cabildo de Córdoba le debe al ingeniero militar Juan Manuel López las reformas que derivaron a fines del siglo XVIII en su característico recova; mientras que en el de San Salvador de Jujuy, el 25 de mayo de 1812 Belgrano le enseñó la Bandera celeste y blanca al pueblo y al Ejército que pronto derrotaría a los realistas en Tucumán. Finalmente, el quinto Cabildo declarado Monumento Histórico Nacional es el de Salta, inaugurado en noviembre de 1789 con motivo de la coronación del Rey Carlos IV. Fue la Casa de Gobierno provincial hasta 1880.

En tanto, tres espacios que albergaron Cabildos -ya desaparecidos- fueron declarados Lugar Histórico Nacional. Están en Santiago del Estero, Mendoza (ambas construcciones fueron víctimas de terremotos) y San Luis (con la particularidad de que en la ciudad de La Punta se construyó una réplica exacta del Cabildo porteño).

INTERIOR DEL CABILDO TUCUMANO. La única foto que se conserva.

Por supuesto que hubo otros Cabildos, algunos de alto valor histórico, como el de Santa Fe. La coincidencia es que ese edificio terminó de demolerse en 1908, el mismo año en el que el Cabildo tucumano dejó de existir, en lo que fue la más profunda y decisiva estocada que recibió la herencia arquitectónica colonial que se conservaba en nuestra capital.

Por supuesto que hubo un Cabildo en la original San Miguel de Tucumán, emplazada en Ibatín -del que quedaron escasos detalles-. Al concretarse el traslado al actual emplazamiento, en 1685, comenzó una interminable sucesión de idas y venidas, determinadas por la precariedad de las construcciones que pomposamente llevaban el rótulo de “cabildo”, pero no pasaban de ser una serie de cuartuchos siempre propensos a venirse abajo. La arquitecta Liliana Meyer da cuenta de estas vicisitudes con lujo de detalles en su imprescindible libro “La Catedral y el Cabildo de San Miguel de Tucumán”.

Las edificaciones más sólidas datan del período 1798-1799 y son las que albergaron los debates tras la Revolución de Mayo, mientras que las últimas grandes reformas se produjeron durante la segunda mitad del siglo XIX. Fue en ese momento cuando Angel Paganelli sacó la foto que nos permite conocer cómo lucía la esquina de San Martín y 25 de Mayo hacia 1870. Allí se ve el Cabildo en todo su esplendor, con sus arcadas, la torre y el reloj. Pero no duró mucho: los problemas estructurales hicieron estragos y la decisión de demolerlo fue irreversible. El 25 de mayo de 1908, el gobernador Luis F. Nougués colocó la piedra basal de la actual Casa de Gobierno.