Hay goles que valen más que tres puntos. Hay triunfos que se celebran en silencio, puertas adentro, donde habita la esperanza de una vida mejor. En la Sexta División de Atlético Tucumán, un nombre gana protagonismo partido a partido: Luis Bertulo. Con tan solo 16 años, este joven delantero goza de una estadística envidiable, lleva 11 goles en 10 partidos en el torneo. El último sábado volvió a brillar con dos tantos fundamentales para el triunfo por 2-0 frente a Unión, en una actuación que ratifica su condición de figura del torneo.
Pero detrás de su talento y efectividad, hay una historia que conmueve e inspira. Luis no solo juega por amor al fútbol: juega para cambiar la realidad de su familia. Su padre está preso, su madre se hace cargo sola de sus cuatro hijos, y él quiere ser el puente hacia un futuro distinto. “Lo hago por mi mamá, por sacarla a ella de ahí”, dice con una madurez que contrasta con su edad.
Oriundo del barrio Las Piedritas, una zona humilde de San Miguel de Tucumán, Luis no olvida de dónde viene. “A veces no comíamos bien. Había días en los que no había nada”, cuenta sin dramatismo, como quien aprendió a convivir con la necesidad, pero también a buscar herramientas para superarla. Su papá, Cristian Bertulo, cumple una condena larga: “Le quedan como tres años más”, detalla Luis. “Yo empecé a jugar más en serio a los meses de que él fue preso. Ahí cambió todo”, le cuenta a LA GACETA.
Ese cambio tuvo que ver con alejarse de la calle, de la “mala junta” como él mismo la llama. Empezó a enfocarse. Entrenó. Esperó su oportunidad. “Entrené mucho tiempo sin jugar. En mi primer año en Atlético ni siquiera jugaba en la Liga Tucumana”, recuerda. Pero el trabajo dio frutos: en su segunda temporada ya convirtió 12 goles en 14 partidos, y hoy lidera la tabla de artilleros de su categoría.
El salto de calidad lo dio cuando ingresó a la pensión del club. “Desde que vivo ahí como mejor, descanso más. Me siento más fuerte”, relata con total naturalidad. Para Luis, el fútbol es una escuela de vida. Sus días transcurren entre entrenamientos, estudios -cursa cuarto año en la Escuela Urquiza- y momentos de reflexión. “Ya no me junto con los de antes. Ahora pienso en mi familia, en mi mamá, en mis hermanos”, afirma, el domingo a la mañana mientras es espectador de un partido de veteranos en el Barrio 20 de Junio, debido a que tuvo libre después del partido del sábado.
Luis tiene claro que su historia no es fácil, pero está dispuesto a cambiar su realidad y la de su familia. “Hay gente que te mira distinto porque sos de un barrio pobre, porque tenés a tu viejo preso. A veces te señalan, pero yo quiero demostrar que se puede salir de eso”, remarca.
Cuando habla de sus referentes, menciona a Neymar. “Me gusta su estilo, su habilidad. Juego como enganche pero me tiro arriba, soy libre. Me gusta encarar, meterme en el área, crear juego y hacer goles”, admite con humildad el futbolista que ya empezó a acaparar la vista de varios clubes. Y lo suyo no es solo talento: también hay mucho trabajo detrás. “Siempre entreno. Me esfuerzo. Sé que esto depende de mí, soy consciente que si quiero que el futuro de mi familia cambie, tengo que trabajar como hasta ahora”, confiesa en un tono firme. Sus objetivos y sueños son terrenales, como quien conoce el paño en el que se mueve.
“Quiero jugar profesionalmente, tener contrato y así poder ayudar a mi familia. Sacar a mi mamá del barrio”, reitera. Su madre, Patricia, es ama de casa y ha sido un pilar en su vida. “Ella sola nos sacó adelante. Me encantaría devolverle algo de todo lo que hace por mí y por mis hermanos”, remarca.
Luis tiene tres hermanos, el menor tiene 11 y el mayor 18 años “Quiero que ellos también puedan salir adelante. Que tengan otras oportunidades”, expresa. Lejos de creerse una estrella, Luis mantiene los pies sobre la tierra. “Sé que todavía me falta mucho. Pero estoy en el camino. Entrenar, estudiar, cuidarme. No me olvido de dónde vengo y por suerte tuve la posibilidad de poder alejarme de la calle y de todo lo malo”, remarca. Y es justamente esa raíz la que parece impulsarlo cada vez que pisa una cancha.
Luis sabe que el fútbol puede ser una vía de escape. Pero no una varita mágica. “Esto es todos los días. Si no entrenás, no progresás. Si no te cuidás, vas para atrás. Yo quiero llegar, pero con sacrificio, con esfuerzo”.
Las redes sociales ya lo empiezan a señalar como una promesa. “Me etiquetan, me mencionan después de los partidos. Está bueno, te motiva”, admite. Pero lo que más lo moviliza es ver a su mamá sonreír. “Cuando meto un gol, pienso en ella. En que algún día no va a tener que preocuparse más por nada, ni por la comida”.
En el camino del fútbol juvenil, donde muchos quedan en el intento, Luis Bertulo corre con una motivación distinta: la necesidad de cambiar su historia. La suya y la de los suyos. Con cada gol, con cada entrenamiento, con cada sacrificio, se acerca un poco más.
Tal vez no haya muchas cámaras todavía en los partidos de la Sexta. Tal vez su nombre aún no suene en los medios nacionales. Pero a fuerza de goles, Bertulo hace resonar su apellido cada vez más fuerte. Porque hay partidos que se juegan con el corazón. Y goles que abren caminos. Luis Bertulo está dejando todo por el suyo.