Los mejores años de Carlos Barrionuevo, de 61 años, ya pasaron. Ya no aparece en los primeros planos; no gana campeonatos de bochas, ni figura en las ternas de los premios Olimpia. Muchos de sus trofeos descansan hoy en las repisas de su casa en Orán, convertidos en recuerdos de una época dorada. Quedaron atrás, como hitos de un camino recorrido junto a las bochas. Pero eso no ha apagado su pasión por el deporte de los “hombres de blanco” —la indumentaria clásica de los bochófilos—, aunque él nunca haya vestido ese color. Tampoco hace falta para convertirse en una leyenda, ni para ser uno de los pocos norteños que logró dejar su nombre en la élite de este juego.

Carlos no ha perdido la pasión. Siente que las bochas todavía le dan algo. Y con eso le basta para seguir dentro de ese “mundillo”. Esa fue la razón por la que decidió viajar a Tucumán y ser uno de los 104 jugadores que disputaron el torneo organizado por Unión Oeste, en celebración de sus 79 años de existencia.

Barrionuevo es gentil, apacible y nostálgico. Ama a las bochas y lo demuestra en cada declaración. “Es el deporte que me dio todo”, repite una y otra vez. Desde niño lo practicaba en el fondo de su casa, en una cancha improvisada. No usaba bochas de metal ni de resina, sino pomelos de una planta de su patio. Eso era suficiente para dar inicio a una partida. A veces jugaba contra su padre, Ernesto Carlos Barrionuevo, pero la mayoría de las veces era un partido contra sí mismo.

“Al frente de mi casa había un potrero al que iban todos los chicos del barrio, pero yo prefería quedarme jugando a las bochas. Es más, yo no tenía un arco, sino una cancha de bochas en el patio de mi casa. Era un campo con algunas tablas y luces improvisadas. Jugábamos ahí y, a veces, se inundaba por la lluvia. Mi sueño era enfrentarme contra Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe, porque eran los mejores”, recuerda.

Fue su padre quien le contagió la pasión. Ernesto jugaba a las bochas con sus compañeros de Gendarmería. El entusiasmo creció tanto que, junto a tres amigos, compraron un terreno para construir una cancha propia: un estadio que luego donarían para fundar el Círculo de Suboficiales y Gendarmes de Orán. “Era un lugar al que muchos asistíamos a jugar y a entrenar”, comenta.

Aeroparque fue el primer club al que asistió de manera regular para perfeccionar su técnica. En 1973 jugó su primer torneo de infantiles y terminó en el tercer puesto. El resultado era una señal de que tenía talento, pero también de que debía trabajar duro para llegar lejos, o al menos para cumplir sus metas dentro del deporte. Recién en la década de 1990 su nombre comenzó a resonar a nivel nacional: empezó a ganar los viejos Provinciales y fue uno de los representantes salteños en los Nacionales. Incluso se destacó en las modalidades individual, pareja y terceto.

Las bochas fueron tan influyentes en la vida de Barrionuevo que, cuando fue traspasado del club Güemes a Sociedad Italiana —ambos de Orán—, el club “tano” le pagó la fiesta de casamiento. “No quería cambiarme porque tenía un afecto muy grande por jugar con mi papá, pero cuando me hicieron ese ofrecimiento era difícil de rechazar. Lo hablé con mi esposa y mi papá, y ambos coincidieron en que tenía que aceptarlo. Nos pagaron el salón, el vestido de mi esposa y hasta nos prestaron uno de los autos de la década de 1940. El presidente de la Federación Salteña, además, me regaló los aros. Es por eso que digo que las bochas a mí me dieron de todo”, cuenta.

En 1992 ganó el Campeonato del Norte disputado en Tucumán, uno de los grandes recuerdos que atesora en su carrera. Luego obtuvo el tercer puesto en el Campeonato Argentino de 1994, en Misiones, y un año más tarde alcanzó su éxito más grande: fue campeón argentino, en la modalidad individual, representando a Salta Bochín. Ese logro le valió el premio Olimpia de Plata de 1995, que guarda con orgullo.

Mientras se desempeñaba como jugador, además era profesor de Ética en diferentes escuelas de Orán. Las bochas son un deporte amateur, y Barrionuevo debía tener un trabajo cotidiano para llevar el pan a su casa. “Me acuerdo de que había tareas en las que les pedía recortes de diario, y ellos buscaban noticias. La mayoría usaba recortes míos y decían que merecían un 10. Eran fabulosos”, cuenta.

Hoy, Barrionuevo juega para el club Unión Madereros de General Mosconi, Salta. Y si bien ya no tiene la precisión de otros años, sigue disfrutando del deporte como cuando era niño. “Amo esta pasión y jugaré hasta que no pueda más”, dice, y cumple la promesa con cada acto de su vida.

Los ganadores del torneo de Unión Oeste

Facundo Villarrubia y Walter Lizárraga, del club Ciudadela, se quedaron con el Torneo de Bochas organizado por Unión Oeste en el marco de su 79° aniversario.

En una final muy disputada, vencieron a Balcarce (Nicolás Getar y Bruno Frías) por 12 a 10. En semifinales, Ciudadela había superado a Instituto Ojo de Agua (Santiago del Estero) por 12 a 6, mientras que Balcarce le ganó a Gath y Chaves por 12 a 7.

El podio se completó con el tercer puesto compartido por Gath y Chaves (Daniel Soria y Walter Luna) y los santiagueños Diego Cejas y Oscar Villalba.

Una gran cantidad de público acompañó las etapas decisivas del certamen.