Carlos Duguech
Analista internacional
De los que son dueños y señores de los arsenales nucleares de muerte y destrucción casi totales. ¡Nada menos! Y que se ufanan de tenerlos. En esas manos estamos. Los ocho mil millones de seres humanos que poblamos este planeta -sometidos a tantos agravios y despropósitos de los gobernantes de las naciones nucleares- no tenemos otra alternativa que la “revolución de los buenos” contra de la “conducción de los malos”. Habiendo semejante desventaja y desequilibrio de fuerzas, “los buenos”, por lo general, se amilanan frente al grotesco y abarcador poderío de “los malos”.
¿Hasta dónde?
Simple y poderosa pregunta. ¿Hasta dónde, los que tienen el poder “de apretar el botón rojo de la destrucción total”- pueden ejercer ese “derecho”? No es un derecho, digámoslo para no confundir, a los que leen de buena fe. Es una aberración del poder de decisión centrado en pocas mentes aquí, allá y acullá. ¿Será que el latinismo sobreviviente en la expresión iura novit curia (el juez conoce el derecho) se encaramó y se instaló muy orondo entre los pliegues infinitos del cerebro de los que saben cuándo y cómo, por aquello del “botón rojo” y el “derecho” a pulsarlo?
Fuente inobjetable
Recurrir al Sipri (por sus siglas en inglés) el prestigioso Instituto de Estocolmo de Investigación para la Paz es una forma de adquirir certezas. Y para difundirlas, sobre las armas nucleares en el mundo. Textuales afirmaciones: “Las principales conclusiones del Sipri Yearbook 2024 son que han aumentado el número y los tipos de armas nucleares en fase de desarrollo a medida que los Estados incrementan su dependencia de la disuasión nuclear. Los arsenales nucleares se refuerzan en todo el mundo”. El informe del anuario es contemporáneo con las acciones bélicas Rusia-Ucrania. Y en tiempos en los que Putin blasonaba su poderío nuclear afirmando, incluso, sobre la modernidad de ese arsenal en clara alusión comparativa a los que poseen los EEUU Mientras invadía suelo ucraniano y a la vez prohibía que en Rusia se hablara de “guerra”. Típica determinación dictatorial.
La Europa de las dos guerras mundiales, hoyEl Sipri en ese anuario da cuenta precisa de que los nueve países poseedores del armas nucleares “siguieron modernizando sus arsenales en 2023 y varios desplegaron nuevos sistemas de armas nucleares o de capacidad nuclear”. Por otro lado afirma que entre Rusia y los EEUU poseen conjuntamente el 90% de esas armas.
Disuasión, esa palabra
Si la cuestión de las armas nucleares y la guerra que sobrevendría -en el supuesto que se las emplearan- fueran nada más que un ejercicio en un juego de guerra como los que se diseñan y se ponen en funciones mediante el atractivo para los jóvenes por ese “juego”, todo devendría en una espantosa desaparición virtual de ciudades enteras (París, Washigton, Londres, Moscú y tantas otras). ¿Y hasta dónde esas representaciones de increíble factura técnica con la aplicación de la IA pueden disuadir, en la conciencia de los que las ven en la virtualidad, para advertir del peligro al que está sometida la humanidad? Aparentemente, por las conductas de los líderes mundiales que deberían pronunciarse sobre tan riesgoso futuro para el mundo, se llega llanamente a una conclusión decepcionante: nadie. Nadie está seriamente involucrado en una gestión por la eliminación de esas armas en el planeta. Tal y como lo prescribe el Tratado sobre la Prohibición de Armas Nucleares (TPAN) que entró en vigencia el 22.01.2021. Este tratado fue aprobado en la Asamblea General de la ONU en 2017. Argentina se destacó. No lo firmó, como a veces lo hace en sus votaciones que no reflejan ni siquiera la lógica expectativa que genera frente a una votación en un asunto de semejante trascendencia.
Conviene citar a Francesco Vignarca, destacado coordinador de la Red Italiana para la Paz y el Desarme que se refería a los arsenales nucleares en una publicación de esa red del 14 de junio de 2022: “Tras décadas en las que el arsenal nuclear ha sido descrito como un sistema de seguridad, en realidad se ha convertido en un sistema de chantaje y abuso. Como ha repetido muchas veces el papa Francisco, no hay arma correcta para un arma equivocada y completamente inmoral e inhumana como es el arma nuclear”.
Las guerras las hacen los gobernantes, no la genteEsa palabra que tanto y tanto se menciona como si fuese una especie de salvoconducto no hace sino mostrar la “disuasión”, que de ella se trata, como si tuviera una estructura inamovible y capaz de generar acciones con resultados siempre positivos. Tanto en las relaciones humanas cuanto en las que se plantean entre estados, la disuasión es una gestión donde con habilidad debe elaborarse un plan de llegada. Y este que abra caminos de diálogo -y resulte en la comprensión clara de la parte a “disuadir”- para abandonar sus intenciones bélico-nucleares. Azarosa tarea, y por ello, con imprevisibles resultados. En buen romance (no tan bueno, en este caso) significa que si “A” se siente amenazada inminentemente con un ataque nuclear por “B”, mostrándole que también “A” tiene armas nucleares listas para responder a un eventual ataque, se le disuada de hacerlo. ¿Y el factor tiempo, mientras tanto? Si por respuesta a la gestión disuasoria de “A” el mandamás de “B” pulsa el icónico botón rojo de sus arsenales ya no habrá tiempo ni arrepentimientos. La sentencia y la simultánea ejecución de la “pena” injusta estarán lanzadas. Ninguna tregua sobreviniente podrán detenerlas.
“Pacem in terris”
Pocas encíclicas nacidas desde la autoridad papal tienen tanta universalidad y precisión como la que el Vaticano difundió el 11 de abril de 1963, refrendada por Juan XXIII. Sus 172 artículos incursionan en todo los órdenes imaginables de las relaciones entre países y entre los pobladores. En al capítulo del muy detallado y abarcativo texto sobre relaciones internacionales, derechos humanos y hasta de la ONU (nos recuerda “El crimen de la guerra”, de Alberdi, con su “Pueblo mundo”) Juan XXIII suscribe en el art. 112: “Por lo cual la justicia, la recta razón y el sentido de la dignidad humana exigen urgentemente que cese ya la carrera de armamentos; que, de un lado y de otro, las naciones que los poseen los reduzcan simultáneamente; que se prohíban las armas atómicas; que, por último, todos los pueblos, en virtud de un acuerdo, lleguen a un desarme simultáneo, controlado por mutuas y eficaces garantías. No se debe permitir -advertía nuestro predecesor, de feliz memoria, Pío XII- que la tragedia de una guerra mundial, con sus ruinas económicas y sociales y sus aberraciones y perturbaciones morales, caiga por tercera vez sobre la humanidad.”
Pregunta lógica
Desde que conocimos “Pacem in terris”, esa descomunal encíclica abarcativa de tantos asuntos ligados a la paz en el mundo nos planteamos una pregunta, casi infantil en tanto lógica, propia de los niños: ¿Qué harán los fabricantes si deben dejar de producir armas nucleares, entonces? ¿Qué proclamarán desde el “Complejo militar industrial? (Así bautizado por Eisenhower en la despedida de la Casa Blanca, 17 de enero de 1961). Durante mi paso por la redacción de El Nuevo Herald, en Miami, (11 de mayo de 2015) en el que colaboré durante 10 años (2008-2018), ahí mismo, en la inmensa redacción del sector en castellano escribí una columna que titulé “La reconversión industrial” Es lo que deberían promover los estados nucleares con los proveedores de esos sistemas con un programa gradual de sustitución de productos industriales bélicos (de todos modos los paga en Estado) por otros de uso civil. De tal modo los inversores, accionistas, directivos, ingenieros, operarios y empleados ligados a esa producción -por ahora bélica- pudieran mantener su participación durante la reconversión industrial a la que deberán someter el complejo industrial para evitar la quiebra y sus consecuencias. No hay otro camino. La presión del complejo militar-industrial es fuerte, condicionante, ineludible, casi.
Tratado de prohibición
De las armas nucleares, TPAN. La única herramienta posible y necesaria. Argentina en lugar de explicar por qué no lo suscribió deberá decir, ahora, por qué sí forma parte de ese tratado. Y firmarlo, en consecuencia. Seguro contará con el beneplácito del director general de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA), Emb. Rafael Mariano Grossi, aspirante a secretario general de ONU, en 2026.