Los recuerdos de Fernando Vildoza sobre el día de su confirmación, en el año 2001, son algo borrosos. Pero lo que sí lleva grabado con claridad fue el rostro de Jorge Bergoglio (luego Papa Francisco) quien ese entonces era arzobispo de Buenos Aires, y fue el hombre de Dios que le otorgó ese sacramento. Y a esa memoria el tiempo la convirtió en algo extraordinario.
Las vueltas que da la vida hicieron que tres años más tarde, ese niño que nació en la capital del país se mudara a Tucumán, donde hoy es profesor de educación física, y desde donde también recuerda el momento en que el cura que después se convirtió en Papa, confirmó su fe.
“Crecí en Flores, y en la Basílica de San José de ese barrio me confirmé”, le cuenta a LA GACETA, sobre el lugar donde conoció a Bergoglio. Vildoza se acuerda de su rostro, pero no mucho de sus palabras. No obstante, evoca que la simpleza y la generosidad de ese sacerdote ya era algo conocido por sus fieles.
En el velorio privado de Francisco, sus restos son custodiados por guardias suizos“Siempre lo vi como alguien que estaba del lado de los más necesitados. En Buenos Aires ya iba a las villas a dar misa, y eso es algo que no cambió nunca”, reflexiona.
La fumata blanca
Con más nitidez viene a su mente cuando en marzo de 2013, el mundo conoció al nuevo líder de la Iglesia católica. Vildoza, en ese entonces tuvo una corazonada. “Yo decía: puede ser él. Un Papa argentino. Lo sentía posible”, recuerda.
Cuando la fumata blanca confirmó su intuición, la emoción se mezcló con otros sensaciones que no sabe como explicar. “Me alegré mucho. Me acordé de la confirmación, de que éramos del mismo barrio. Fueron varios sentimientos encontrados”, dice.
A la distancia, el profesor observa el papado de Francisco con admiración. Lo valora por su compromiso con los sectores más vulnerables, su cercanía con los pobres, su humildad genuina.
Incluso menciona con respeto la decisión final del Papa, que murió en el amanecer del lunes. “Hasta en su velatorio mantuvo esa humildad. Pidió un cajón común, como cualquiera de nosotros. Eso lo dice todo”, señala.
Vildoza conserva una foto de aquel día en Flores, con el entonces arzobispo Bergoglio. Es una imagen poco clara, sacada con el celular de una vieja copia. Pero más allá de la calidad, hay algo que permanece intacto en lo simbólico: un cruce de caminos marcado por la fe.