¿Cuál es la razón por la que los habitantes de las ciudades con sus impuestos financian la existencia de plazas públicas, calles y avenidas, semáforos y señales de tránsito, monumentos y estatuas, parques o paseos costaneros recreativos, reservas naturales, etc y no habrían de gozar también de transporte público urbano gratuito? La pandemia y sus consecuencias, como las restricciones petroleras y gasíferas consecuencias de la guerra en Ucrania, hizo que Europa se pusiera a pensar en este dilema. Hoy, Dunkerke, Calais y más de 50 ciudades en Europa, para no mencionar a países como Luxemburgo, ya cuentan con su sistema de transporte urbano gratuito. Algunas ciudades de grandes países americanos, como en Brasil, Canadá o Estados Unidos también lo están experimentando. Otras van en camino de ello, incluyendo hasta ahora, solo a categorías de pasajeros que van desde menores de 18 años, estudiantes universitarios y trabajadores o pensionados mayores adultos. Está claro que cualquier bien o servicio tiene un costo y debe ser pagado por alguien. Y aquí es donde aparecen múltiples alternativas. Los grandes casinos de Macao en Asia financian el sistema con las rentas del juego. También hay posibilidades de vender publicidad en autobuses, trenes y tranvías eléctricos. En Francia se suele aplicar un pequeño impuesto a las empresas y otras ciudades aprovechan lo que en sus presupuestos se van ahorrando de atención hospitalaria por accidentes de tránsito, o en políticas de lucha contra la contaminación ambiental. La disminución del uso de vehículos particulares, redunda en beneficios a la salud por un ambiente mas amigable y reduce las emisiones de carbono, también la contaminación sonora disminuye. Muchas empresas afirman que están dispuestas a contribuir al sistema porque reducen sus costos en espacios para estacionamiento, viáticos a sus empleados para mantenimiento de vehículos, ahorran en llegadas tarde o ausentismo de trabajadores que tienen problemas en carreteras o accidentes de tránsito y claramente habría menos tratamientos médicos por accidentes “in itínere”. En tiempos en que en nuestro país se discute la suba del transporte público, es difícil ir contracorriente, pero también es mostrar que hay diferentes caminos en el mundo, que se eligen “libremente” por empresas y trabajadores de las ciudades, en busca de menor contaminación, mayor comodidad y ahorro que significa mayores ingresos para los trabajadores, que utilizan ese dinero para consumir más y provocar crecimiento económico en muchos sectores de la economía. Si bien es un sistema que ha demostrado ser más eficiente en ciudades de menos de 100.000 habitantes y que no ha sido implementado en grandes capitales, puede ser una alternativa a explorar por las provincias, en algunos casos de comunicación interna (dentro de la misma localidad hacia la empresa o la Universidad) o en pequeñas localidades que quieran estimular el turismo, la recreación, la búsqueda laboral, o en definitiva facilitar el acceso a todos los que lo necesiten. ¿Es para pensar, no? Después de todo, los grandes conglomerados urbanos son construcciones culturales, donde la racionalidad debe tener siempre un lugar al buscar soluciones a los problemas cotidianos.

Miguel Ángel Reguera 

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