NOVELA

NO SON VACACIONES OLIVIA GALLO

(Blatt & Ríos – Buenos Aires)

Un título que anuncia que lo que va a venir no es liviano, que el viaje que emprenden los protagonistas no va a ser un descanso. Un escenario de cuento de hadas, el sur argentino, con todo lo tenebroso y ambiguo de lo que estos relatos son capaces. Y una joven pareja, Catalina y Juan, que llega para ensayar una vida futura en la casa donde él creció. Una casa en lo alto de la montaña que, a los ojos de la narradora, surge después de atravesar una vegetación “rabiosa y desaforada”, en la que descubre toda la violencia que puede anidar detrás de la belleza.

Así comienza la novela de esta joven escritora y editora, en la que los climas van marcando el pulso de una historia “de amor, de locura y de muerte”, parafraseando a Horacio Quiroga, quien hizo de la naturaleza salvaje su principal personaje. Un personaje que, en esta novela, es de una belleza abrumadora y que, por el contrario, invade los espacios, reflejándose en un juego de luces y contraluces que no hace más que mostrar la artificialidad propia de un escenario de película, y que la deja afuera, sin poder llegar a convertirlo en un espacio propio.

Y son las luces y las formas el modo que la protagonista elige para acercarse a la materia narrativa, cuya curiosidad desbocada por las vidas ajenas la lleva a inventarse retazos de la propia, y con el que va a describir a los personajes a partir de aquellos detalles que los hacen únicos. Como el de la madre de su novio, cuyos rasgos faciales la asemejan a una gorgona; el de Juan, que en su forma de caminar revela toda la potencia animal que la ciudad había refrenado o el de Richard, el maduro vecino cuyos rasgos contradictorios le provocan una inexplicable atracción.

Una leyenda autóctona de sacrificio por amor, la de la flor de amancay, será el leitmotiv que se repetirá a lo largo del relato y que aparecerá en la forma que asume el amor entre Catalina y Juan, cuando ella descubra cuánto de misterio se esconde en su pasado, y que se replica en las flores ensangrentadas que el vecino encuentra.

Con un muy buen manejo del tempo narrativo, una ajustada dosificación de los detalles y de la elaboración de climas, construye un relato acerca del amor como una presencia fantasmal que une y separa, y que la lleva a constatar lo que todas las familias -las felices y las que no- comparten: que pertenecer a una familia “es comportarse como si tuvieras un secreto que pudiera arruinarlos a todos”. Nada menos.

© LA GACETA

MARÍA EUGENIA VILLALONGA.