Por Flavio Mogetta

Para LA GACETA - BUENOS AIRES

“Todavía recuerdo el día en que leí por vez primera el texto traducido por otra persona al argentino y me encontré con la palabra ‘maricón’, que yo había usado en la versión original como ‘faggot’. El peso de esa palabra, que yo desde luego sentía en inglés, se multiplicó por diez, por cien, por mil, cuando la vi en mi idioma. Me resonó muchísimo, me movió el piso. Creo que eso, por muy bien que se hable otra lengua, sólo ocurre en la materna”, explica la escritora española Eloísa Díaz al referirse a su novela Arrepentimiento, editada en 2021 en idioma inglés bajo el título “Repentance” y traducida luego al español.

Díaz charló de manera exclusiva con LA GACETA Literaria en pleno proceso de mudanza de España hacia Berlín, desembalando cajas y aguardando la reconexión a internet. “La historia de Arrepentimiento nace de una prisa: yo venía asistiendo a un taller de ficción y, cuando miré el calendario, me di cuenta de que tenía que hacer una entrega. Se me ocurrió un personaje corriendo por las calles de Buenos Aires, teniendo un muy mal día como lo estaba teniendo yo. Enseguida noté que cuanto peor le iba, más divertido era, y mi trabajo se convirtió en buscar maneras de amargarle más el día. ¿Cuál es el peor sitio al que tener que ir en una ciudad? La morgue, me vino de golpe. Así es como se convirtió en policía. Una vez en la morgue, pensé que sería cómico que no soportara ver a los muertos, y tuve que encontrar una explicación: porque había visto demasiados, porque los seguía viendo, porque no lograba olvidar. De ahí, la cosa fue creciendo orgánicamente, hasta que tuve tanto escrito que me senté a pensar en la trama”.

La escritora que visitó varias veces Buenos Aires -la primera vez siendo una niña- decidió narrar una historia policial que tiene como protagonistas al inspector Joaquín Alzada, a la Argentina de 1981 y a nuestro país en el efervescente mes de diciembre de 2001, antes de que todo saltara por el aire. ¿Cómo narrar algo que no se vivió de manera tan detallada? “Cuando asenté que iba a haber partes de la historia que discurrirían en la dictadura, y partes en el corralito, me asaltaron enormes dudas acerca de mi legitimidad. ¿Quién era yo para escribir sobre eso? Para salir de ese bloqueo, le di la vuelta, e invertí incontables horas en realizar una investigación exhaustiva. Por fortuna, hay mucha información al respecto, lo cual es importante no sólo para novelistas que viven del otro lado del mar, sino para que generaciones que no hayan (hayamos) presenciado esos momentos históricos podamos aprender de ellos”.

-¿Creés que el relato policial es una herramienta para contar el contexto social y político que le toca vivir al autor?

-Lleva razón Claudia Piñeiro cuando dice que la novela negra nace para denunciar injusticias. Creo que esto se debe a la mera naturaleza del trabajo de policía: la narración casi por defecto nos sumerge en las partes más oscuras de la sociedad, la violencia, la corrupción, el tráfico de personas, y de drogas, etc. Las grietas de una sociedad, si se quiere, por donde hace agua. Y me parece que las mejores novelas negras son aquellas que, usando el género, que tan entretenido resulta a los lectores, aprovechan para abrir espacios que faciliten hacerse las preguntas más interesantes. No me interesaba tanto por qué desaparece una mujer en particular en mi novela, sino por qué desaparecen tantas mujeres en la realidad. Creo que el género policial, igual que puede ser transformador, también puede ser perpetuador de las más nocivas estructuras de nuestra sociedad; al fin y al cabo, contiene multitud de estereotipos. Como creadores es importantísimo adoptar una actitud de responsabilidad, y mantener los ojos y la mente abiertos a los cambios en la sociedad.

-En la construcción de la novela tenemos un relato en tercera persona, pero que nos ofrece una vuelta de tuerca al ofrecer a los lectores el pensamiento del protagonista de manera directa, sin intermediaciones.

-Una de las cosas más útiles que me llevo de mi paso por los talleres literarios es la noción de que hay que poner todas las herramientas narrativas y del lenguaje al servicio de la historia. Trabajé mucho la voz, probando varios modos. El narrador en tercera persona clásico, omnisciente, quedaba demasiado lejos de lo acontecido, y siendo un tema tan vibrante quería involucrar mucho más a los lectores. Además, como la novela salta entre dos temporalidades, el narrador omnisciente conocería del futuro, y no quería que los lectores se llevaran la impresión de que el narrador estaba ocultándoles cosas. Por eso fui acercándolo hasta que quedó muy pegado a Alzada. Por otro lado, después de la batalla todos son generales: quería que los lectores tuvieran la opción de decidir por sí mismos dónde se colocan, sin tener más conocimiento del que tiene Alzada a cada momento.

-En Arrepentimiento hay un personaje que resulta tan clave como necesario para la historia que es el de Paula.

-Me preguntan mucho menos por Paula de lo que me gustaría, muchas gracias. En definitiva, es muy distinta de los otros personajes, quizás porque es la única mujer que tiene agencia y poder de decisión. Viene de otra época, de un concepto de familia, y de un concepto de mujer en la familia, en que se considera que el hombre es la cabeza, pero la mujer es el cuello, y el cuello puede girar la cabeza en la dirección que quiera (o eso le gustaría pensar). Es por un lado un rol esencial, pero al mismo tiempo una posición tremendamente incómoda e ingrata, porque a ello se le suma la intensa labor emocional, nunca reconocida, de las mujeres de su generación, y también de posteriores. Mientras que la normalidad de Joaquín no le permite sino recordar y recordar, el pragmatismo de Paula –sí, acabamos de vivir una tragedia pero alguien tiene que darle de comer al niño– no es que la salve de caer en el pozo en que está Joaquín, pero sí le resulta una muleta efectiva para volver a caminar. Que va a hacer que su herida suelde mal, pero va a soldarla. Además, Paula ha entendido una cosa que Joaquín no, y es que el camino hacia estar en paz no sólo comienza sino que termina en lo pequeño: el pequeño paso, el pequeño gesto, el hacerlo medio bien. Porque en la gran mayoría de casos no hay opción para un gran gesto, y hacerlo medio bien es todo lo que tenemos.

-Borges escribió que “a la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos” y en Arrepentimiento uno descubre que los dos planos temporales de la acción son 1981 y 2001, a los que se les puede sumar que la novela fue editada por primera vez en 2021. Veinte años entre cada hito. Llamativo y significativo, ¿no?

-Justo acabo de terminar de leer un libro, Thinking fast and slow, de Daniel Kahneman, sobre cómo funcionan nuestros cerebros, y cómo no funcionan –es un gran experto en disonancias cognitivas. Uno de los fenómenos que describe es la apofenia, que se produce cuando percibimos un patrón o una conexión entre varios sucesos que son en realidad aleatorios. Como es algo que yo hago a menudo, me fascinó entender la razón por la cual se produce, o más correctamente, por la que lo producimos. Creo que es la propia naturaleza del ser humano la que nos lleva a observar repeticiones en los procesos, y es que somos seres que constantemente buscamos significado. En las fases de la luna, en las tragedias, en las fechas. Y escribimos historias –contamos historias, desde mucho antes de escribir, desde el principio de los tiempos–, para encontrarlo.

-En Arrepentimiento todo el tiempo está presente lo que debió ser y no fue o el cómo las cosas pudieron ser de otra manera.

-Un amigo, que es un hermano, me dijo una vez que la vida son las cosas que hacemos, y las que no hacemos. Yo quería explorar cómo se hace después de haber hecho, y después de no haber hecho. Y eso respecto de un evento individual, y también de uno colectivo. ¿Cómo seguimos? ¿Cómo volvemos a empezar, cuando no tenemos la posibilidad de cambiar de lienzo? Eso me llevó a los arrepentimientos: no el concepto teológico, sino las correcciones que los pintores realizan sobre sus cuadros. Velázquez, por ejemplo, es un pintor que lo hizo a menudo. En el momento, cuando el óleo aún estaba fresco, no se veía. Pero con el tiempo, las capas de arriba fueron haciéndose traslúcidas y dejaron aflorar las inferiores. De modo que cuando observamos sus cuadros hoy, vemos el error antes de la enmienda. El error y la enmienda. Me pareció la representación visual perfecta de lo que venía escribiendo.

© LA GACETA

Perfil

Eloísa Díaz nació en Madrid, en 1986. Es escritora, licenciada en Derecho y tiene un máster en Escritura Creativa por la Universidad de Columbia. Arrepentimiento, su primera novela, ha sido traducida a cinco idiomas.

(2001)

Miércoles, 19 de diciembre; 8:30*

Por Eloísa Díaz

En cualquier otro país, habría habido una guerra.

Pero este no era cualquier otro país. Era la Argentina. El inspector Alzada avanzaba a toda velocidad por la avenida Belgrano, el pie derecho con fuerza sobre el acelerador, la vista nublada. ¿Cuándo había comido por última vez? ¿O dormido? Ya no sos joven, Joaquín. Podía oír a Paula con tanta claridad como si la tuviera a su lado. Se acomodó los Ray-Ban sobre el puente de la nariz y suspiró.

Era cierto. Necesitaba un descanso. La semana pasada había sido convocado a Recursos Humanos, donde le explicaron la “situación”. El inspector entendió perfectamente a la señora, de una cortesía excesiva, cuando esta le dirigió una mirada de complicidad. Así y todo, le hizo decírselo: aunque tenía derecho a jubilarse, el fondo previsional de la Policía no estaba en condiciones de cumplir. Lo que había deseado durante décadas tendría que esperar “un poquito más”, había dicho la mujer sin convicción. Por supuesto, era libre de renunciar a su cargo cuando quisiera, agregó, pero no era algo que le aconsejara, dado el clima actual. Curiosa elección de palabras, “clima”, cuando lo que querés decir es “quilombo”.


*Fragmento de Arrepentimiento (Planeta).