Por Mario Flores

La poeta bonaerense nacida en 1990 cuenta sobre su primer libro, “El mal de la época”, publicado por Funga Editorial en 2023: siendo el primer título de la colección Primordios de dicho sello (que reúne, justamente, primeros libros), propone una clara tentativa de cómo es escribir lo descarnado sin abandonar la calidez de la composición. “Vivir es conjurar”, dice en uno de los poemas, y el libro revela la vivencia desde una imperiosa necesidad por poner en palabras lo que lo humano no logra decir: una renovada conexión con lo natural y lo elemental configura una desconfianza también poética con lo aparente, “que la tormenta caiga sobre mí como un abrazo” implora desde la voz que hilvana los poemas en versos breves pero contundentes, disímiles de cualquier intimidad inofensiva. Con el esmero propio de los talleres literarios, donde se escribe, corrige y edita más allá de un capricho personal, sino dejándolo todo por la obra, Belén Chale ingresa a la primera etapa de su obra publicada por un sello equidistante y de perspectiva federal: ¿cuáles son esas lecturas y cómo operan en el ámbito nacional actual? En “El mal de la época”, un título apropiado para describir todo lo que rodea a la confección de un libro de poemas en la actualidad, discurre entre lo moderno y lo postmoderno, la escritura de lo fantasmal y la constatación del presente. “El amor es un orden / el fútil intento de poner cada cosa en su lugar”, dice un verso, y con él se lleva por delante toda expectativa de demasía: opera en lo pequeño y lo minúsculo, y del desorden extrae una de las experiencias poéticas más relevantes de los últimos años. En la contratapa del libro, la poeta Claudia Masín reafirma que “la poesía siempre crea sus anticuerpos cuando el cuerpo social enferma”, y es por ello que la dimensión política de estos poemas traen de regreso la reflexión sobre el desencuentro y el desmadre, pero también la reconfiguración del cariño y el acto de pronunciar (llamar por su nombre, decir en palabras precisas aquello que el lector no supo cómo encontrar el modo de decir, pero que en el libro encuentra y reconoce) eso que sobrevive a tanto diluvio.

 “El mal de la época” es tu primer libro, y los primeros libros suelen estar sujetos a riesgos de edición y, a veces, de la idea de una obra al presentarse como tal. ¿Cómo surgieron estos textos que tratan tanto lo contemporáneo como la remembranza, lo artificial y lo natural?

Hice estos poemas en el 2021, mientras intentaba rearmar una vida post pandémica, una casa vieja para irme a vivir y una relación dañada. Pude con la vida y con la casa, pero no con mi relación. Estuve mal, estuve bien, escribí, escribí, escribí, trabajé muchísimo, hice un jardín precioso. Hay quienes dicen que se escribe para escapar de ciertos estados, yo creo que es imposible. Es desde esos estados espirituales, emocionales, tan comunes a todos, que se escribe, que se intenta decir algo más sobre lo ya dicho tantas veces. Sin embargo, en este libro no hablo de “lo que me pasó”, de hecho casi todo lo contrario. Me resultó más interesante trabajar con lo que me hubiese gustado que pase, y eso fue lo que hice. No me escapé de nada. Le di el poder a mi escritura, es decir a mí misma, de traer, recordar o inventar las palabras, los paisajes, las personas que necesité, de la forma en que las necesité. Creo que esta intención de reparación y restauración está presente en el libro desde su origen y que lo atraviesa por completo de múltiples formas.

 

La selección de los poemas está dividida en cuatro partes, y parte de la confección de este libro fue realizada con una Beca Creación del Fondo Nacional de las Artes. ¿Cómo fue el proceso creativo -y de edición- al encarar un proyecto de publicación?

La primera que me motivó a reunir estos poemas fue Leticia Martínez. Una vez, haciendo un taller con ella, hablábamos sobre los miedos e inseguridades a la hora de publicar, y nos dijo algo muy lindo a mí y a mis compañerxs: “Ustedes ya son escritores porque escriben, porque trabajan en su escritura”. Eso me quedó grabado y me posicionó de otro modo ante la posibilidad de publicar. No hay que demostrarle nada a nadie: hay que trabajar y hacer algo bueno. Así, trabajamos durante un año la primera versión de este libro que quedó felizmente seleccionado por el Fondo Nacional de las Artes en las Becas Creación para Finalización de Obra. Gracias a esta beca pude seguir trabajando el libro con Claudia Masín, escritora que admiro profundamente y que aportó una mirada clave sobre los textos. Por otro lado, en ese mismo año fui seleccionada por editorial Funga para ser parte de “Metapoesía”, una antología poética. Me gustó tanto cómo me trataron, a mí y a lxs demás escritores, el respeto por el material y por cada parte del proceso de edición, que decidí escribirles y enviarles el libro terminado. Me leyeron, se emocionaron conmigo e hicimos un encuentro en el que decidimos que “El mal de la época” iba a ser parte del catálogo. Tenía otras opciones, sí: editoriales de Buenos Aires con distribución en grandes librerías y muchos años en el sector que, sin embargo, no me trataron para nada bien, y yo de donde no me tratan bien, me voy.

 Teniendo en cuenta que tu primera publicación parte de una editorial independiente del norte del país, ¿cómo se dio esta decisión de salir de la centralidad con respecto a la escena literaria hegemónica y dominante de Buenos Aires?

Es una linda pregunta porque fue una decisión muy pensada. Yo vivo en San Miguel, una ciudad del noroeste de la provincia de Buenos Aires donde esa “escena literaria” principalmente porteña no llega. En parte, creo, por una cuestión de interés -no llega porque no nos interesa- y en parte por una cosa medio endogámica que se da en ese tipo de circuitos donde las caras, los nombres, los lugares, siempre son los mismos y todo queda dando vueltas en un mismo lugar. En ese sentido, a la hora de publicar, decidí hacerlo por fuera de Buenos Aires y lo volvería a hacer. Creo en ciertos modos de concebir y compartir la literatura y la vida, que son más afines a los de compañerxs, editorxs y escritorxs de otras provincias que a los de “la movida literaria” de la ciudad de Buenos Aires. “El mal de la época” se publicó hace cuatro meses y gracias a Funga (editorial chaco/santiagueña) estuvo por  Salta, Tucumán, Buenos Aires, Santiago y Chaco, Catamarca, Entre Ríos… Me escribe gente que no conozco de provincias que no conozco, que leyeron mi libro y les gustó. Esas cosas suceden y en parte fue por haber elegido publicar por fuera de Buenos Aires y con una editorial con mirada federal como Funga.

En el contexto actual, tanto cultural como económico, ¿qué tipo de dificultades y sorpresas atravesó el lanzamiento de tu libro? ¿Hay un interés en leer nuevas voces -no necesariamente desde un punto de vista generacional, sino bibliográfico- y adquirir sus ejemplares?

Bueno, este libro se lanzó unos días antes de las elecciones del 2023, así que imaginate la mezcla de sensaciones de los días previos, posteriores, de la presentación -que casi la suspendo- y demás. Las dificultades fueron, más que nada, interiores. Hubo en esos días -y vuelve cada tanto- una pregunta flotando acerca del sentido de lo que una hace. Crisis económica, pobreza, incertidumbre, angustias de todo tipo, y una lanzando una preventa, organizando una presentación, vivenciando y compartiendo una alegría que no termina de asentarse en el cuerpo. Por suerte todo se encaminó hacia el mejor lugar posible y el lanzamiento del libro fue una celebración muy lúcida, decidida y sentida de la poesía, el trabajo y el encuentro. El apoyo de la gente fue enorme, la preventa se cubrió en unos días y muchas personas que yo no conocía compraron el libro así, a ciegas, confiando, sobre todo, en la editorial. Esto me parece importantísimo. El trabajo al detalle de Andy (Torres Acuña) y Brian (Hock), el acompañamiento, la confianza, el cariño y la profesionalidad con el que encararon cada paso, hicieron de esta publicación un momento de mucha fuerza también, hacia el interior de nosotros y hacia afuera, hacia la gente que también lo vio.

 En los epígrafes de tu libro conviven las lecturas y referencias a Claudia Masin, Anne Dufourmantelle y hasta Cecilia Pavón, ¿cómo conviven todas estas lecturas a la hora de configurar un texto que después se volverá libro?

Las autoras que mencionás y sus libros acompañaron el proceso de escritura y, sobre todo, de corrección del libro. Me gusta mucho leer otras cosas mientras corrijo, qué dicen y cómo, qué hacen, qué decisiones toman. Escribir es, fundamentalmente, tomar decisiones, y por eso para escribir tengo que pensar, y para pensar tengo que agrandar la mirada, es decir, tengo que leer. Un escritor que no lee es como un cocinero al que no le gusta comer, impensado. ¿Qué hace entonces ese hombre? ¿cocina o sigue recetas? Mientras trabajaba en mi libro leí “La desobediencia” de Claudia Masín, su poesía reunida; “Fantasmas buenos” de Cecilia Pavón, y "La potencia de la dulzura" de Anne Dufourmantelle. ¿Cómo conviven? No sé muy bien, pero lo hacen. La sensibilidad de Claudia, la delicadeza de las imágenes que arma con las palabras; la Pavón, que es punk, el lado B de la urbanidad que es la humanidad, en toda su decadencia y hermosura; y la Dufourmantelle, una intelectual francesa que se propuso darle un marco teórico-filosófico a la dulzura y hablar de su función social, política y revolucionaria. Creo que en un orden de cosas, todo eso está operando en el libro, en quien lo lee y por supuesto, en mí.

 ¿Cuáles son los siguientes pasos en esta búsqueda de encarar una obra?

Actualmente estoy corrigiendo mi segundo libro, también de poesía. Trabajando mucho en un contexto profundamente hostil en el que quienes desarrollamos proyectos artísticos nos quedamos sin una herramienta fundamental que es la presencia del Estado a través de políticas públicas. Escribir un libro y corregirlo es un trabajo de muchísimo tiempo y muchísima plata que, por lo general, no tiene un rédito económico. Nadie escribe para hacer plata, salvo quienes llegan a publicar para las grandes ligas. Entonces en un contexto como este dependés pura y exclusivamente de tu situación económica para hacer un libro. En mi caso tengo dos trabajos, sobrevivo y escribo. Hay gente que puede y hay gente que no. Esto es antidemocrático y allí debería haber un Estado presente para saldar la desigualdad. De todas formas, frente al avance de la ultraderecha, confío muchísimo en lo construido desde las literaturas y editoriales independientes y autogestivas, que en contraste con los circuitos meramente comerciales, tienen lógicas más solidarias, comunitarias, de invención, reinvención y resistencia.