Una historia que reúne superstición, costumbres de una época y personajes que con el tiempo se fueron construyendo un aura de héroes y villanos. Esto sucedió con Facundo Quiroga, el caudillo federal del interior más reconocido y temido, quien aseguraba que su caballo tenía poderes adivinatorios especiales.
En aquellos años, siglo 19, la relación entre estos líderes militares con sus caballos era prácticamente simbiótica. Pero para Quiroga, la suya con Moro traspasó el lado racional y se volvió de superstición.
La leyenda comenzó de la boca de Güemes Campero, un prisionero del unitario José María Paz. El cordobés y Quiroga eran acérrimos enemigos por sus diferentes ideologías. El riojano parecía imbatible hasta que le llegó su hora en la batalla de La Tablada de junio de 1829.
El combate fue sangriento y cansador porque comenzó el día 22 y siguió hasta el amanecer del siguiente cuando, en vano, Quiroga atacó por sorpresa pero debió retirarse del campo de batalla. Fue una derrota durísima, tanto es así que el riojano se fue "apurado" y dejando a Moro quien quedó en manos de los victoriosos.
El caballo de Facundo Quiroga y sus poderes especiales
Cuenta Campero que el caballo no quiso ser montado por nadie y brindó detalles de la especial relación con Don Facundo. Al parecer le atribuía poderes especiales, descrito como "adivino y confidente".
Quiroga, antes de cada combate, le consultaba al animal sobre el futuro de la batalla. Bastaba un movimiento del caballo para predecir lo que vendría. Es más, según el mismo relato, antes de La Tablada Moro agitaba y movía la cabeza en una clara muestra de que nada saldría bien.
Se supo que su amado caballo quedó a manos de Gregorio Aráoz de Lamadrid, dando inicio a una novela eterna para poder recuperarlo.