Por Juan Ángel Cabaleiro para LA GACETA

Circula por internet una información incomprobable según la cual, a principios de los años 90, la Biblioteca del Congreso de los EE.UU. habría determinado mediante una encuesta que el libro de mayor influencia en la vida de sus usuarios, después de la Biblia, es La rebelión de Atlas, una novela de Ayn Rand que mantuvo por décadas un extraordinario éxito de ventas en el mundo anglosajón.

En cualquier caso, más allá de lo representativo o no del estudio, parece incuestionable que los principales libros de referencia para un público mucho más específico, los simpatizantes «libertarios» o «anarcocapitalistas» de aquellas latitudes, no pertenecen al género del ensayo histórico, ni a la filosofía política, ni a la economía, sino a la literatura: son, precisamente, dos novelas de Ayn Rand, la escritora rusa nacionalizada estadounidense que se convirtió en un ícono de esta corriente: El manantial (1943) y La rebelión de Atlas (1957).

Este poderoso influjo de la literatura en las corrientes de pensamiento político, tanto para fundarlas como para difundirlas, no es nuevo. Durante el Renacimiento, por ejemplo, las obras de Moro, Campanella y Bacon conformaron el género de las «utopías» que prefiguraron el socialismo y el comunismo. Las obras de Ayn Rand también son utopías, pero de un sentido opuesto. Utopías del individualismo y la libertad, donde no es el orden social lo que se presenta como modelo, sino el carácter y la personalidad de sus protagonistas. Lo que Ayn Rand propone al hombre es, más que una lucha política, una revolución interior que recuerda en mucho al superhombre nietzscheano: crear sus propios valores y defenderlos a ultranza; actuar en el mundo con la más absoluta originalidad; despreciar al rebaño. Uno puede imitar al recio Howard Roark de El manantial, como haría con el Bogart del cine negro o el Meursault de El extranjero, y mantenerse impasible a los embates y tentaciones de la vida. Roark es un arquitecto joven, talentoso e incomprendido, que se mueve estoicamente entre colegas trepadores y obtusos. La utopía consiste, básicamente, en ser como él, en aceptar sus criterios, en especial el famoso «egoísmo racional» que lo mueve a rechazar el elogio y el éxito en pos de la integridad de su obra. Para quienes así se identifican con el protagonista, la novela opera un efecto de autoayuda y complacencia en el que radica, tal vez, el secreto de su éxito; porque ¿quién no se siente, en el fondo, un genio incomprendido?

En el caso de La rebelión de Atlas el aspecto político salta más a la luz y percibimos una sociedad en donde los héroes son los emprendedores, los capitalistas que se rebelan ante la opresión de los «saqueadores» y los parásitos de la burocracia estatal en una suerte de grieta que atraviesa toda la sociedad; porque no se trata solo de una crítica al Estado y sus fastidiosas y a veces trágicas intromisiones, sino también a los pactos espurios entre corporaciones y a los propios parásitos de la clase capitalista. Los protagonistas, la pareja de hermanos Dagny y James Taggart, propietarios de una importante compañía ferrocarrilera, representan las visiones enfrentadas de esta grieta entre cosmovisiones, que es también una grieta moral entre el egoísmo y el altruismo (bueno el primero y malo el segundo, en la peculiar interpretación de la autora). Los personajes se dividen así en bandos en pugna, y es uno de estos bandos el que se rebelará huyendo de la sociedad para conformar su propio y aislado refugio, una especie de comuna de talentosos y millonarios, un paraíso anarcocapitalista perdido en medio de las Rocallosas. Una curiosidad de la novela es Francisco d’Anconia, el personaje argentino, un playboy multimillonario y filósofo de la vida, que cumplirá un papel determinante en la vida de la protagonista, Dagny, y en toda esta magnífica y extensa historia.

Libertarismo argento

Resulta difícil imaginar en la Argentina una corriente de escritores comprometidos que desarrollen novelas libertarias, con héroes que combatan al Estado y denuncien la concepción altruista de la vida. Pero ha habido intentos. La novela El amanecer (2013), del escritor y economista contemporáneo Ricardo Manuel Rojas, es una reescritura de La rebelión de Atlas en el contexto argentino. La historia transcurre en la Nueva República Democrática Popular Argentina, que surge luego de una década de dictadura militar. Rojas nos relata, de manera bastante esquemática y simplificada, el prospecto de las ideas libertarias volcadas al imaginario nacional.

Pero la realidad supera ampliamente a la ficción, porque más apasionante y entretenida que la anterior, por lejos, es la actual novela por entregas que nos mantiene a los argentinos pegados a las noticias como si nos fuera la vida en ello, protagonistas auténticos del drama, sometidos a las inescrutables turbulencias del Cielo, siguiendo y comentando azorados las derivas de nuestro amado y exótico país.

© LA GACETA

Juan Ángel Cabaleiro – Escritor.