Desde la primera semana del mes el cine y la televisión de Hollywood han invadido las agendas de los medios, de la televisión abierta y del streaming. Con la entrega de los Oscar en marzo, en enero y febrero se multiplican los premios de diferentes asociaciones en esa carrera.

Más allá de las opiniones sobre su calidad y contenido, lo cierto es que son “productos Hollywood” y responden a las necesidades de la gran industria, no tanto del arte. Ese es su formato.

Hoy se estrena por streaming la gran película que se ganó al jurado en el Festival de Cannes: “Hojas de otoño” (“Fallen Leaves”) de Aki Kauromäski. MUBI viene agendando las principales realizaciones de este realizador (una retrospectiva de alrededor de 20 filmes) así como de su amigo Jim Jarmusch, cineastas no debidamente conocidos y que, de alguna manera, se enfrentan a los “productos Hollywood”. El primero, finlandés, parece regresar a su “trilogía del proletariado” de los años 90, con una obra realizada en 35 mm y de apenas 80 minutos.

Kauromski ambientó el filme en Helsinki actual, y narra la historia de Ansa (Alma Pöysti) y Holappa (Jussi Vatanen), dos almas solitarias cuyo encuentro fortuito en un bar de karaoke local se ve obstaculizado por diversos desafíos. Desde números de teléfono perdidos hasta direcciones equivocadas, la pareja enfrenta un camino hacia la felicidad tan agridulce como encantador, se indica en la sinopsis. No es casual que suenen “Mambo Italiano”, la versión original cantada por Carlos Gardel de “Arrabal amargo” y un tema pop del dúo finés Maustetytöt.

Considerado un director de culto, tiene en su haber una veintena de títulos que retratan personajes comunes, como una obrera de una fábrica de fósforos, un chofer de tranvías o una empleada de restaurante.

Trilogía

“Sombras en el paraíso”, “La chica de la fábrica de fósforos” y “Ariel” conforman lo que se llama la trilogía del proletariado; se tratan de relatos no de marginados, sino de trabajadores, en los que hay relaciones entre un hombre y una mujer suspendidas en el silencio y con pocas miradas, con personajes dotados de gran frialdad, entre el drama de los cigarrillos y el alcohol, con gran presencia.

Kauromski describe un mundo desesperanzado, de trabajadores mal pagados, mal tratados, en una sociedad en la que aparece lejos, muy lejos, alguna zona de confort.

En “Hojas de otoño” la repositora de un supermercado escucha sola en su cuarto las noticias de la radio que informan de una guerra de Ucrania y Rusia (el cineasta ya había incluído en “La chica de la fábrica de fósforos” la masacre de la Plaza de Tiananmen); luego la despedirán por meterse en el bolso un bocadillo ya caducado.

Holappa, por su lado, trabaja en una fábrica metalúrgica pero sus problemas con el alcohol no ayudan para nada. Luego de conocer al metalúrgico la gran salida es ir a una sala de cine. A ver, nada menos, “Los muertos no mueren”, una película de zombis de Jarmusch que inauguró Cannes en 2019. A la salida, dos espectadores la comparan con Godard y “Breson”. Risas en la sala.

Tienen sexo, casi sin entusiasmo, distante. En otras palabras, Alma y Holappa son mal pagados y mal tratados, en sus trabajos, como se indicó líneas arriba, pero también en el resto de los días, en la rutina. El director, hay que decirlo, se especializa en dar vida a relaciones pero con gran frialdad, con encuadres y silencios.

En una toma

En una entrevista que publicó Página 12, Pöysti recuerda que, desde el principio, Kauromski les pidió a los actores que no ensayaran las escenas.

“Eso fue un poco aterrador. La orden era ‘aprendé la frase, pero no la prepares’. Aki siempre prefiere hacer los planos en una sola toma, sin repeticiones”, cuenta la artista.

Gran éxito en países europeos

MUBI adquirió “Hojas de otoño” tanto para cine como para streaming en mercados como Estados Unidos y Canadá (recaudó allí en salas U$S850.000), Reino Unido e Irlanda (sumó otros U$S400.000) y América Latina (tuvo ingresos por U$S380.000), territorios donde estará disponible en su plataforma hogareña desde hoy junto a la India y Turquía. En la Argentina ya fue vista por 22.000 espectadores y se mantiene en seis salas, por lo que en breve superará a “El otro lado de la esperanza” (2017), aunque quedará por detrás de los 42.000 que “El puerto/Le Havre” sumó en 2012. Ha sido un enorme éxito en Francia (U$S3,8 millones) y funcionó bien en Alemania (U$S1,4 millones) y en Italia (U$S1,1 millones), según informaron los productores al sitio Deadline.